La crisis sigue. Este ha sido el tercer verano que hemos pasado inmersos en ella y la cosa no mejora. Parece evidente que los políticos y economistas hace tiempo que han perdido el control de la situación e incluso discuten ardorosamente sobre donde nos encontramos. Esta semana en la red bulle un debate intenso y serio sobre qué camino debemos seguir para salir del pozo. Las dos posturas enfrentadas son tan radicalmente distintas que el ciudadano medio estaría perplejo si las viera confrontarse, pero ese debate se elude en los medios de masas.
Por un lado se encuentran los que abogan por salir del agujero gastando más. Su principal abanderado es el premio Nóbel y estrella mediático económica Paul Krugman. Sostiene Krugman que es necesaria una nueva ronda de estímulo financiero y fiscal para poder arrancar el mercado privado, cuyo motor sigue colapsado. De no hacerlo, amenaza, los riesgos de una fuerte recaída son grandes y ve preocupantes paralelismos entre este año 2010 y los anteriores a la segunda guerra mundial, donde el crash del 29 ya había pasado pero la economía mundial seguía sumida en un parón deprimente que no lograba crear el empleo necesario. Justo enfrente están los que defienden las políticas de austeridad, dirigidos por la Comisión Europea y otros economistas y expertos financieros, como Jim Rogers. Este grupo opina que hemos llegado hasta aquí por un exceso de endeudamiento, cosa compartida por Krugman, y que saldremos con una política basada en la austeridad y el ahorro, justo lo contrario de lo que decía el bueno de Paul. Este es el discurso dominante en Europa y es el que desde la Comisión se dicta a los países del euro, y se ve reflejado en medidas como el recorte salarial y la reducción de pensiones que estamos empezando a experimentar en España. Sin embargo ayer Obama presentó un plan de infraestructuras en EE.UU. que parece seguir claramente los dictados del primer grupo de economistas. El plan supone un esfuerzo financiero de 50.000 millones de dólares en varios años para modernizar carreteras, aeropuertos y poner en marcha alguna línea de alta velocidad ferroviaria, infraestructura que aún no existe en Norteamérica. Es importante destacar que Obama hizo este anuncio ayer, día festivo en Estados Unidos por la celebración del, que casualidad, día del trabajo, y que dentro de dos meses se celebrarán las elecciones de mitad de mandato y los demócratas esperan un mal resultado. De todas maneras, y política local a parte, observa el ciudadano estas medidas tan dispares y su asombro y extrañeza no pueden ser mayores. ¿Por qué allí si invierten y aquí recortan obras? ¿Cómo es que los americanos reaccionan inyectando más dinero y los europeos lo retiramos? ¿si ellos están mal, no estamos nosotros peor? ¿Qué es lo correcto? Responder a esa pregunta es una de las cosas más complejas que puede hacerse hoy en día y, como supondrán, no estoy en condiciones de hacerlo. Sin embargo si se pueden apuntar algunos motivos que permiten que ambas políticas se den y los países puedan desarrollarlas, y sean esos los que las hagan y no otros. La base es que Estados Unidos, de momento, puede endeudarse mucho más que el resto de países, y usar esa deuda para gastar dentro.
Sin embargo, otros, como es el caso de España, hemos llegado al límite de nuestro endeudamiento como nación, ya nadie nos presta más, y eso nos fuerza a ahorrar para refinanciar las deudas, como una familia con demasiados créditos. Krugman no podría aplicar en España su política de expansión fiscal, porque la maquinaria no da para ello, y el hecho de que cada país empiece a ir por su lado en la crisis es otro factor de problemas futuros. Se rompe la unidad ante el adversario. En todo caso el debate está abierto y quienes opinan sobre ello son, no tengan dudas, mentes mucho más brillantes que la mía. Habrá que seguirles con atención.
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