La doble cita electoral de ayer finalmente se ha saldado sin
demasiadas sorpresas. Tanto en Galicia como en el País Vasco ganó quien se
preveía que lo iba a hacer, el PP y el
PNV respectivamente, y por unos márgenes que las encuestas anticipaban,
aunque han sido finalmente superiores a lo que señalaban los sondeos, y los que
yo personalmente estimaba. Las novedades más reseñables han venido de las
segundas líneas, de los partidos que no han ganado, y es que el descalabro del
PSOE, enorme, ha generado mucho voto que ha ido a formaciones de izquierda,
especialmente en Galicia.
No ha sido ese el caso del País Vasco, donde el PSOE ha
bajado lo previsto y el PP también, pero Bildu, heredera de Batasuna, no ha
conseguido los resultados que eran de esperar. Con 21 escaños, una enorme
fuerza sobre los 75 del parlamento de Vitoria, la formación abertzale se ha
quedado por debajo de lo que pronosticaban las encuestas, y mucho peor de lo
que señalaban los sondeos a pie de urnas, que en algunos escenarios planteaban
un posible empate entre ellos y el PNV. Si uno empieza a hurgar en los votos de
elecciones pasadas en las que se presentaron las formaciones que componen Bildu
(Eusko Alkartasuna, Aralar y Batasuna en sus múltiples denominaciones) se ve
que el total de votos sacado por Bildu es menor que la suma de los votos
obtenidos por esas fuerzas en aquellas ocasiones. Es cierto que esas
comparativas tienen el lastre del tiempo, porque tenemos que remontarnos cerca
de una década para realizar el ejercicio, y desde entonces todo ha cambiado. Lo
indudable es que el gobierno PSOE PP en versión PSOE exclusivamente ha
terminado y el PNV vuelve a hacerse con la Lehendakaritza. En la campaña tanto
Urkullu (PNV) como Mintegui (Bildu) han adoptado un discurso de tono amable y
sosegado, y está por ver si lo mantendrán una vez que el gobierno llegue a las
manos de un PNV que, seguramente, gobernará en solitario e, imitando la
geometría variable que utilizó ZP en la segunda legislatura, se apoyará en
quien más convenga a la hora de aprobar las leyes. El espectro no nacionalista
sale debilitado en todos sus flancos y con la necesidad de reflexionar sobre
cómo detraer voto de una sociedad muy nacionalista, aunque con mucho mayor
espectro de lo que parece a simple vista. En Galicia el resultado de los
segundos partidos ha sido mucho más interesante. El hundimiento del PSOE ha
sido capitalizado por José Manuel Beiras, histórico líder del BNG, del que se
separó hace unos meses por discrepancias con la dirección y acabó organizando
una coalición de izquierdas que se ha denominado en algunos medios como la
Syriza gallega por sus afinidades con al formación radical griega. El resultado
obtenido ha sido magnífico, 9 escaños, superando a la lista oficial del BNG, dotada por ley de
espacios electorales en los medios de comunicación públicos, en los que nada se
ha dicho (porque no les deja esa estúpida ley) del partido de Beiras. La
fragmentación de la izquierda le resta, en agregado, poder a ese espectro
político en la cámara de Santiago, pero muestra le existencia de una corriente
de fondo que trasvasa voto de un PSOE decadente a nuevas agrupaciones que se
acercan a los movimientos sociales de indignados tipo 15M o 25S. Este factor,
que ninguna encuesta previó, me parece el más relevante de cara a reflexionar en
el futuro. Imaginarse una situación a nivel nacional con un PSOE hundido y una
fuerte izquierda que lo iguale o supere, en un escenario carente de mayorías
absolutas, nos pondría ante una gestión parlamentaria que nunca hemos vivido en
lo que llevamos de democracia, y que, arriesgada, sería sumamente interesante.
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