Ayer tuve la oportunidad de poder asistir a la conferencia que Nouriel
Roubini ofreció en Madrid, una charla centrada en el euro, sus problemas y
su futuro. Roubini es todo un personaje. Economista y académido de trayectoria,
se hizo famoso cuando, en medio de la abundancia, predijo la crisis subprime y
el desastre que vendría después. Apodado como “Doctor Doom” (Doctor muerte, en
plan villano de película) por sus agoreras previsiones, que suelen cumplirse,
Roubini ha sabido sacarle partido a la coyuntura. Ha montado una consultora de
alcance internacional, se forra con conferencias como las de ayer y lleva un
lujoso tren de vida desde su espectacular ático de Manhattan
Es difícil resumir el contenido de la exposición de ayer,
dada su densidad. Esencialmente Roubini hizo una descripción de los problemas
que afectan hoy en día a la eurozona, poniendo especial hincapié en el hecho de
que es una zona económica que camina hacia la fragmentación real, tanto en los
mercados financieros como los de servicios. La situación es grave, y precisamente
esa gravedad ha permitido que los líderes europeos se den cuenta de que una
unión monetaria por sí sola no sirve para nada y está abocada, antes o después,
al fracaso. Considera Roubini que esta lección es la más positiva e importante
de todas las que puedan extraerse de lo que está sucediendo. La unión monetaria
debe complementarse con cuatro uniones más que le den sentido y estabilidad,
que son la bancaria, la fiscal, la política y la económica. Cada una de ellas
supone un grado de integración mayor que el anterior y, por lo tanto, un
esfuerzo adicional. Durante la segunda parte de la exposición Roubini se dedicó
a describir cada una de estas cuatro uniones, destacando que sería necesario
para poder llevarlas a cabo, que sacrificios implicarían en, entre otros
asuntos, cesión de soberanía nacional y legitimidad, y cuáles son los
obstáculos prácticos que impiden avanzar hacia ellas. El panorama que se podía
deducir de la exposición es que, a medio plazo, si no se avanza en estas cuatro
líneas de integración, la unión monetaria colapsará. A corto plazo las
tendencias disgregadoras de las que hablaba al principio pueden ser controladas
con un compromiso de equilibrio entre el centro de Europa, acreedor, que exige
el cobro de sus deudas y la austeridad, y el sur de Europa, endeudado, que
reclama una mutualización de esa deuda y el apoyo financiero del centro para no
caer en una depresión por culpa del exceso de austeridad. Según Roubini, países
como España no tienen alternativas a las políticas de austeridad, deben
ejercerlas sí o también, pero a un ritmo y con unas componentes distintas a las
actuales. Tras
las noticias conocidas ayer sobre la revisión del déficit español de 2011 que
ha hecho públicas eurostat, situándolo en un terrible 9,4%, nadie puede
creerse que España pueda alcanzar el objetivo pactado del 3% en 2014, y eso
debe ser revisado. Además, en un momento en el que el sector privado sigue con
su proceso de desanpalancamiento (reducir deuda) a toda velocidad, una
actuación idéntica por parte del sector público no hace sino hundir aún más la
demanda y convertir la recesión en depresión. Por ello abogaba Nouriel porque
se estableciera un acuerdo de compromiso entre las naciones europeas para
mantener la senda de consolidación fiscal pero con un calendario mucho más
razonable, creíble y que permitiese levantar la cabeza a las hundidas economías
europeas. Sobre
el rescate, lo juzgo inevitable, aunque no sabe cuando se producirá, y afirmó
que si está bien diseñado será bien visto por los mercados. A preguntas del público, se negó a creer que Alemania esté
interesada en destruir el euro, porque ella sería una de las perjudicadas al no
poder cobrar sus deudas y ver su nueva moneda muy revalorizada.
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