Hoy, otra vez, toca huelga de metro en Madrid, por lo que
vienen la mitad de los trenes habituales, o menos, y los apretones de cada día
se convierten en estrujones mucho más serios. En cada parada se agolpan cientos
de personas y los retrasos y molestias se acumulan a medida que pasan las horas.
Muchos habrán optado por el coche y supongo que en las carreteras de
circunvalación y accesos el tráfico será mucho mayor que en un día normal.
Retrasos, enfados y algo de caos bajo un cielo azul y una temperatura de pocos
grados sobre cero.
Si todos estos inconvenientes los causa una huelga de metro
no quiero imaginarme lo que puede ser un
huracán abatiéndose sobre la ciudad de Nueva York, que es lo que más o
menos está a punto de suceder. Sandy, que así se llama la tormenta, posee
categoría uno en la escala de medición, que va hasta el 5, y mantiene vientos
sostenidos de poco más de cien kilómetros por hora y lleva una cantidad de
lluvia en su seno capaz de inundar todo lo que se le ponga por delante. Para
evitar males mayores, desde esta noche está suspendido el servicio de
transporte público en la ciudad, lo que significa que no hay metro ni autobuses
ni nada por el estilo. Algunos organismos como la ONU y la bolsa han decidido
cerrar o realizar su trabajo al mínimo imprescindible, y es probable que ni hoy
ni mañana haya mucha gente por las calles de Manhattan, en medio del viento y
la lluvia. Lo que si habrá serán coches, sumidos en un más que probable atasco,
intentando llegar a su trabajo o a citas que no eran aplazables, viendo llover
al otro lado de su parabrisas y bajo un cielo oscuro y amenazante. Una ciudad
es un organismo vivo, que posee su propio pulso, que tiene arterias y venas por
las que circulan sus habitantes, y que soporta muy mal interrupciones de este
tipo. Sandy actúa como una angina de pecho en el sistema circulatorio de Nueva
York, colapsándolo, derrumbándolo, poniendo la ciudad patas arriba, y
complicando de una manera indecible la vida a los residentes en el bosque de
edificios, de los que es mejor que no salgan mucho, y de donde no podrán
moverse porque es probable que no tengan medio para hacerlo. Pero no solo Nueva
York se ve a esta hora sumida en este probable caos. Toda la costa Este de
Estados Unidos, desde las Carolinas hasta Maine, está en alerta y con unas
indicaciones y restricciones similares a las de la gran manzana. Washington DC,
Richmond, Boston, Baltimore, y otras muchas ciudades han tomado medidas como
las antes mencionadas y, en conjunto, el tráfico aéreo de la zona se encuentra
bajo mínimos, sino completamente suspendido. Cerca de sesenta millones de
personas se ven afectadas por el paso de Sandy, residiendo todas ellas en
lugares que, gracias al cine o la televisión, nos son más familiares que el
barrio cercano a nuestra casa, por lo que si vemos imágenes de árboles caídos,
coches arrastrados por las aguas o eventos similares tendremos la tentación de
pensar que no es sino otra película, en este caso algo fuera de horario. Esperemos
que las consecuencias de la tormenta no sean graves, no se produzcan víctimas
de ningún tipo y que, a parte de remojones sorpresivos, todo se quede en un
susto, espectacular, sí, pero un mero susto sin consecuencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario