Solemos usar esta frase hecha para referirnos a situaciones
metafóricas en las que un triunfador, en ámbitos distintos, logra el aplauso y
el seguimiento de los demás. El político que gana las elecciones o el atleta
que vence la carrera tiene al estadio, a los electores y al mundo del que
hablemos a sus pies, es una maneras de expresas su, momentánea, superioridad.
Sin embargo este Domingo, por primera vez, un hombre tuvo realmente el mundo a
sus pies de manera literal, bajo la suela de sus zapatos. Ese
hombre se llama Félix Baumgartner, y lo que hizo fue lanzarse a por él.
Es difícil encontrar un adjetivo que defina correctamente lo
que hizo el amigo Félix el Domingo. Para unos es una proeza, y así lo pienso yo
también, tanto como que es una temeridad sin mucho sentido más allá del
espectáculo y la promoción de una conocida marca de bebidas energéticas. Pero
lo cierto es que la tarde del Domingo muchos estábamos mirando las pantallas de
televisión, en mi caso con unos amigos elorrianos en un local de Abadiano, y
allí estaba todo el mundo embobado viendo la imagen de la cápsula mientras
ascendía sin freno aparente, sumando pies y pies, metros y metros, hasta una
altura descomunal, de 39
kilómetros , que es desde donde se tiró el bueno, o el
loco, de Félix. La audiencia supongo que era tan masiva en aquel local como en
otros, y en miles de hogares de todo el mundo, observando algo extraño, que
difícilmente se puede calificar de deporte, pero que sí era todo un reto. En el
momento en el que se abre la escotilla de la cápsula y los espectadores vemos,
desde la espalda de Félix, el cielo azul y la negrura del espacio exterior,
muchos nos dimos cuenta de que eso iba en serio, de que ese colgado, nunca
mejor usada la expresión, se había aplantado en la estratosfera y de que a lo
mejor se iba a tirar desde allí. En ese momento la similitud entre el
habitáculo que veíamos en televisión y una cápsula espacial era total, y se me
iluminó el espíritu al pensar que, aunque fuera un remedo, un pastiche alejado
por completo de la grandeza del espacio, volvíamos por un instante a los
tiempos en los que los astronautas, los valientes, los intrépidos… los
colgados, se hacían con la atención de todo el mundo, congregaban delante del
televisor a millones de personas que, ansiosas por saber si alcanzarían sus
objetivos y llegarían sanos y salvos, animaban dese el jolgorio de sus casas el
absoluto y eterno silencio que reina en las alturas. Por un instante
Baumgartner se había convertido en astronauta, en un nuevo hito en una carrera
espacial necesitada de ellos como el campo abrasado de agua, y pensaba para mis
adentros en el impacto, inimaginable, que pudo tener en su momento la visión de
la llegad del hombre a la Luna, y del espectáculo salvaje y mediático que
supondría ese viaje hoy mismo, con los medios de comunicación y seguimiento que
rigen y controlan nuestras vidas. Las audiencias serían planetarias, inmensas,
los ingresos por publicidad y promoción de un alunizaje serían, valga el
chiste, alucinantes, y quizás darían para sufragar el coste de la misión,
auténtica y profunda causa por la que no se ha vuelto allá nunca más. Y luego
mi cabeza seguía soñando, y llegaba a mi querido Marte, y en ese caso, con un
largo viaje y de meses, volvía a pensar en patrocinadores que se lo tomarían
como un concurso, y que financiarían la estancia en el planeta rojo los meses
necesarios para traer de vuelta a los héroes, y lo veía tan posible y cierto
como el cada vez más hinchado globo de Félix…
2 comentarios:
Bienvenido de vuelta¡¡¡ ya me imaginaba yo que hablarías de este viaje.
Eso lo sabes porque eres brillante y sabes navegar en todas las aguas, gracias!!!
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