martes, octubre 02, 2012

Quién mató a Gadafi


Este mes de Octubre se cumple el primer aniversario del derrocamiento y asesinato de Gadafi en el marco de la revolución o guerra libia, que como vimos hace unas semanas tras el asalto al consulado norteamericano en Trípoli sigue siendo un hecho complejo, violento y descontrolado. Y ya han pasado doce meses desde que vimos aquellas imágenes temblorosas y de poca definición, en la que un Gadafi ensangrentado es encontrado por milicianos opositores y, zarandeado, vejado y golpeado, muere en medio de la turba, que lo celebra como un trofeo de caza, como la pieza más preciada.

Era una escena típica de linchamiento en al que el autor final de la muerte del hombre no tiene nombre, es la turba la que le mata. O eso pensábamos hasta ayer, cuando se hizo pública una información que, de ser cierta, no sólo cambiaría por completo la interpretación de esa escena, sino que dejaría a la mayor parte de los guionistas de Hollywood a la altura de meros aprendices. Resulta que el que mató a Gadafi pudo ser un agente de los servicios secretos franceses, que llevaba mucho tiempo infiltrado en el entorno local y que esperó su oportunidad hasta que se presentó junto a aquellos desagües en los que se encontraba el dictador. La historia es tremenda y algo compleja, y empieza en los rumores que, ya hace algunos años, vinculaban a Gadafi con la financiación de la campaña de las presidenciales de Sarkozy (todavía se acuerdan de él, verdad?) en una época en la que muchos dirigentes occidentales veían en el tirano de Trípoli a un aliado fiel y a un suministrador fiable de petróleo y gas de muy alta calidad. Para que la historia cuadre esos rumores de financiación ilegal de la campaña debieran describir un hecho real, y grave, y ante la posibilidad de que en algún momento dado Gadafi usara esta información para chantajear al presidente de Francia, o que la historia en sí saliera a la luz, Sarkozy organiza un plan cuyo objetivo es matar al dictador, y así acallar la principal fuente de la noticia, y envía a Trípoli uno o varios agentes secretos con el objeto de infiltrarse en las estructuras de poder de Gadafi y, cerca de su entorno, aprovechar la mejor oportunidad posible para matarlo. Y así están las cosas cuando surge el estallido de la guerra libia, espontáneo o no, y Francia ve allí la oportunidad de oro de no sólo acabar con el dictador sino con todo su régimen de una tacada, y se pone el frente de los países occidentales que reclaman la intervención militar, consiguiendo movilizar al Consejo de Seguridad de la ONU en su empeño y sustituyendo a unos indolentes EEUU al frente de la operación de vigilancia del espacio aéreo. Esto permite que los rebeldes no sean masacrados por el ejército del dictador y su avance se cierne sobre Trípoli a cada vez mayor velocidad. Sin embargo Gadafi, que lleva huyendo y escondiéndose toda la vida, es listo y se vuelve muy difícil hallar su paradero real, y aquí aparece un giro aún más rocambolesco en la historia, que la vuelve apasionante y aún más asquerosa si cabe, y es que Gadafi es traicionado por Bashar al Asad, el dictador sirio, a cambio de que Francia reduzca la presión sobre su régimen y no apoyen a los rebeldes que hostigan Damasco. Según esta fuente Al Asad vende a Sarkozy el teléfono por satélite de Gadafi, y esto permite localizar en el terreno libio a nada que lo use un instante. Puede que así es como se supiera la posición del convoy en el que viajaba el dictador y que resulto ser atacado por aire por parte de aviones de la OTAN. Y por allí, desde hace mucho tiempo, se encontraba, junto al dictador, el agente encubierto, que vio su gran oportunidad, la aprovechó y, entre el tumulto, mató al dictador.

¿Todo este guión de película es cierto? Es muy difícil saberlo, dada la intrincada relación entre servicios de espionaje que se dan y lo que supone para las altas esferas e instituciones de un país, en este caso Francia, la idea de que se han dedicado a orquestar un plan para asesinar a alguien, aunque ese alguien fuera el repugnante y miserable Gadafi. Es probable que las miradas se dirijan tarde o temprano a Sarkozy, el único que ha salido vivo de este posible montaje y que, de ser cierto, debiera dar explicaciones detalladas del mismo. En todo caso, la vida de Gadafi, que durante muchos años fue más propia de un guión de película de espías o de terror, acabó de una manera nauseabunda, como era el personaje, pero está por ver si no fue aquello la última escena de una película en la que él, por vez primera, no era el protagonista.

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