Parecía que esta vez sí era posible, que un nuevo candidato,
Enrique Capriles, joven e impulsivo, había logrado unir a al dispersa oposición
venezolana y que iba a ser capaz de derrotar a Chávez, pero no, otra vez no. Chávez
ha ganado las elecciones más complicadas a las que se ha enfrentado tras
catorce años de mandato y, si su enfermedad lo permite, estará al frente
del poder en Venezuela otros seis años más, dejando a la oposición en la cuneta
dolorida y frustrada nuevamente. Esperaba la derrota del caudillo como una vía
para poder solucionar los problemas de Venezuela, pero me temo que tendré que
seguir esperando.
Y es que ese país latinoamericano, pese a ser portada en los
medios casi en exclusiva por las brabuconadas y esperpentos que organiza su
presidente, vive una grave crisis económica y social, endémica desde hace
muchos años, y frente a la cual el chavismo, el régimen, no ha hecho más que
extender su discurso de aires libertarios y marxistas, pero sin llevar a cabo
política alguna que realmente arregle los graves problemas de la nación. En un
país rico hasta decir basta en recursos naturales, y con una producción de
petróleo inmensa, los ingresos derivados de las exportaciones de crudo se
dedican en su mayor parte a subvencionar productos de consumo diario y a
financiar el aparato de propaganda del régimen. Así, al economía presenta unos
precios que nada tienen que ver con el coste real de producirlos, las divisas
se evaporan nada más ser obtenidas y la pobreza de la clase media es cada vez
mayor, siendo seguramente el porcentaje de población que vive a cuenta de los
subsidios el más numeroso de todos. Pese a venderlo como socialista y de
izquierdas, esta es la actitud que han desarrollado muchas dictaduras para mantenerse
en el poder. Sin ir más lejos ya lo hacía franco en España en los setenta con
los subsidios a la gasolina, idea lunática que sólo sirvió para que la crisis
petrolera de esa década llegara más tarde a España y fuera más cruda y
persistente. El amigo iraní de Chávez también lleva a cabo medidas muy
similares, y ambos necesitan para mantenerse en pie y sostener esa red de
subvenciones un petróleo caro y tenso, como el que se vende ahora en los
mercados, que no baja de los 100 dólares. Si bien Irán, tras el embargo a sus
exportaciones petrolíferas, se enfrenta a un dilema financiero que puede ser la
puntilla al régimen de los ayatolás, Venezuela no ha visto en ningún momento
restringidas sus exportaciones, ni siquiera las que tienen como destino al enemigo
norteamericano, que es tan odiado en público como agasajado en privado a base
de miles de barriles. Con esos ingresos sostenidos Chávez alimenta a parte de
la nación y le hace creer en la riqueza y proferidas de su país, y es en ese
caladero en el que el presidente pesca sus votos y, arropado en la imagen de
caudillo salvador, saca sus mejores resultados. La demagogia, la teatralidad de
sus apariciones no son sino una manera muy burda de populismo, que sin el
soporte financiero del petróleo se quedarían en hueco humo. La oposición lleva
años denunciando esta práctica que, además de irreal e improductiva, no hace
sino sumir al estado en una corrupción salvaje, dados los flujos de dinero que
se mueven entre las instituciones que son controladas por completo por Chávez y
sus afines. Sin embargo, parece que a la hora de votar el ciudadano venezolano
es agradecido al régimen que le da dinero pese a que le quite libertad y,
nuevamente, ha depositado su confianza en un personaje histriónico y
autoritario como Chávez. Una mala noticia para el país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario