Ayer fue el cumpleaños de MLP,
uno de mis mejores amigos, 40 otoños cayeron en su siempre primaveral vida, y
casualidades de la vida, me enteré por la noche oyendo un informativo que
también era el “día del nombre” de Vladimir Putin, en este caso 63 fríos otoños
en la cuenta del oso ruso. Obsesionado por dar una imagen viril y mucho más
joven, la calva delata a un Putin mayor, que sigue teniendo ojos acerados y,
por lo que se ve, musculitos por doquier, a los que dedica bastante más tiempo
que a su cerebro. Y pese a ello, me duele reconocerlo, su capacidad como
estratega, a la par que como fuera maligna, es indudable.
Para celebrarlo, Putin jugó un
partido de hockey sobre hielo, en el que la única duda es saber por cuánto ganó
su equipo, ya que perder no entra en los parámetros vitales del mandatario
ruso. No se si le regalaron una tarta para que soplase las velas o regalitos
para agasajarlo, o tarjetas de descuento en la tienda de deportes más cercana,
pero parece que el ejército, su ejército, decidió dedicarle unas salvas de
honor, unos fuegos artificiales en toda la regla, y
la flota rusa sita en el Mar Caspio entró a pleno pulmón, como un coro cosaco,
en la guerra de Siria, lanzando desde sus barcos misiles que, con un
alcance cercano a los 2.500 kilómetros, impactaron en las arenas de aquel
torturado país, sin que se tenga claro contra qué objetivo. Se pudo ver ayer
una bonita imagen en la que un militar contaba a Putin lo bien que lo estaba
haciendo su ejército, mientras este, sentado en su silla del despacho
presidencial, miraba a los ojos a su interlocutor, y, seguramente, no pensaba
nada bueno. La guerra Siria le está sirviendo a Putin para sacar musculito,
cosa que le encanta, y también, visto lo de ayer, para hacer exhibición de su
tecnología militar, campo en el que la industria rusa es competitiva, quizás el
último en el que lo sea, y ese musculito seguramente servirá para incrementar
las ventas de misiles y otro tipo de juguetes con los que obtener divisas para
dar respiro a una economía, la rusa, que desde luego luce mucho pero aspecto
que los bíceps de su extraño presidente. Ha demostrado Putin a las claras que
no es un personaje con el que se pueda jugar, salvo que salga ganando. Su
estilo, imagen y presencia imponen y, dicho en plata, dan mal rollo. Tiene el
aspecto perfecto de malo en una película de malos, y la verdad es que lo
ejercita. A lo largo de los muchos años que lleva en el poder en Rusia ha
dirigido ya varias guerras, en algunas con resultados positivos para el
mantenimiento de su poder, otras no tanto, pero en todas ellas se ha mostrado
despiadado, inmisericorde y deseoso de exterminar a todos los que, en el bando
contrario, osasen a levantarse. Chechenia fue un ejemplo de guerra genocida en
nuestro tiempo, sin que nadie moviera un dedo para denunciarla... Bueno, lo
cierto es que algunos lo hicieron, como la periodista Ana Politovskaya, pero
tanto ella como otras voces críticas fueron, directamente, asesinadas. El
asesinato de Boris Nemtsov, sucedido en Moscú hace no demasiados meses, dejó a
la oposición a Putin sin una de sus más relevantes figuras y, descabezada y
perseguida, malvive en los extrarradios de la capital, sometida a un control y espionaje
por parte del Kremlin digno de las mejores (en realidad peores) épocas soviéticas.
Nada ni nadie se opone a Putin. Sólo la economía, petróleo dependiente, se
muestra hundida, como el precio del barril, pero ni eso parece amargar la
existencia al mayor de los oligarcas moscovitas, que es el que posee el país.
Hace tiempo, en una entrevista concedida a un
periódico, afirmaba Putin que su percepción del riesgo es “inferior” a la
habitual, y que por ello es más osado que otros dirigentes. Ese valor, suicida
hasta cierto punto, y peligroso en todo caso, no se le puede negar. En estos días
lo vuelve a demostrar, entrando en la guerra Siria sin ningún tipo de
cortapisas ni disimulo, amparando a su aliado Asad y bombardeando cuándo, cómo
y, sobre todo, donde quiere. Y el resto miramos entre asustados y sorprendidos.
Sobre todo los europeos, que sabemos que esos misiles pueden llegar hasta
nosotros sin muchos problemas. Y Ucrania sigue recordándonos que el oso ruso, y
su implacable domador, siempre pueden dar zarpazos.
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