jueves, octubre 08, 2015

El cumpleaños de Putin

Ayer fue el cumpleaños de MLP, uno de mis mejores amigos, 40 otoños cayeron en su siempre primaveral vida, y casualidades de la vida, me enteré por la noche oyendo un informativo que también era el “día del nombre” de Vladimir Putin, en este caso 63 fríos otoños en la cuenta del oso ruso. Obsesionado por dar una imagen viril y mucho más joven, la calva delata a un Putin mayor, que sigue teniendo ojos acerados y, por lo que se ve, musculitos por doquier, a los que dedica bastante más tiempo que a su cerebro. Y pese a ello, me duele reconocerlo, su capacidad como estratega, a la par que como fuera maligna, es indudable.

Para celebrarlo, Putin jugó un partido de hockey sobre hielo, en el que la única duda es saber por cuánto ganó su equipo, ya que perder no entra en los parámetros vitales del mandatario ruso. No se si le regalaron una tarta para que soplase las velas o regalitos para agasajarlo, o tarjetas de descuento en la tienda de deportes más cercana, pero parece que el ejército, su ejército, decidió dedicarle unas salvas de honor, unos fuegos artificiales en toda la regla, y la flota rusa sita en el Mar Caspio entró a pleno pulmón, como un coro cosaco, en la guerra de Siria, lanzando desde sus barcos misiles que, con un alcance cercano a los 2.500 kilómetros, impactaron en las arenas de aquel torturado país, sin que se tenga claro contra qué objetivo. Se pudo ver ayer una bonita imagen en la que un militar contaba a Putin lo bien que lo estaba haciendo su ejército, mientras este, sentado en su silla del despacho presidencial, miraba a los ojos a su interlocutor, y, seguramente, no pensaba nada bueno. La guerra Siria le está sirviendo a Putin para sacar musculito, cosa que le encanta, y también, visto lo de ayer, para hacer exhibición de su tecnología militar, campo en el que la industria rusa es competitiva, quizás el último en el que lo sea, y ese musculito seguramente servirá para incrementar las ventas de misiles y otro tipo de juguetes con los que obtener divisas para dar respiro a una economía, la rusa, que desde luego luce mucho pero aspecto que los bíceps de su extraño presidente. Ha demostrado Putin a las claras que no es un personaje con el que se pueda jugar, salvo que salga ganando. Su estilo, imagen y presencia imponen y, dicho en plata, dan mal rollo. Tiene el aspecto perfecto de malo en una película de malos, y la verdad es que lo ejercita. A lo largo de los muchos años que lleva en el poder en Rusia ha dirigido ya varias guerras, en algunas con resultados positivos para el mantenimiento de su poder, otras no tanto, pero en todas ellas se ha mostrado despiadado, inmisericorde y deseoso de exterminar a todos los que, en el bando contrario, osasen a levantarse. Chechenia fue un ejemplo de guerra genocida en nuestro tiempo, sin que nadie moviera un dedo para denunciarla... Bueno, lo cierto es que algunos lo hicieron, como la periodista Ana Politovskaya, pero tanto ella como otras voces críticas fueron, directamente, asesinadas. El asesinato de Boris Nemtsov, sucedido en Moscú hace no demasiados meses, dejó a la oposición a Putin sin una de sus más relevantes figuras y, descabezada y perseguida, malvive en los extrarradios de la capital, sometida a un control y espionaje por parte del Kremlin digno de las mejores (en realidad peores) épocas soviéticas. Nada ni nadie se opone a Putin. Sólo la economía, petróleo dependiente, se muestra hundida, como el precio del barril, pero ni eso parece amargar la existencia al mayor de los oligarcas moscovitas, que es el que posee el país.

Hace tiempo, en una entrevista concedida a un periódico, afirmaba Putin que su percepción del riesgo es “inferior” a la habitual, y que por ello es más osado que otros dirigentes. Ese valor, suicida hasta cierto punto, y peligroso en todo caso, no se le puede negar. En estos días lo vuelve a demostrar, entrando en la guerra Siria sin ningún tipo de cortapisas ni disimulo, amparando a su aliado Asad y bombardeando cuándo, cómo y, sobre todo, donde quiere. Y el resto miramos entre asustados y sorprendidos. Sobre todo los europeos, que sabemos que esos misiles pueden llegar hasta nosotros sin muchos problemas. Y Ucrania sigue recordándonos que el oso ruso, y su implacable domador, siempre pueden dar zarpazos.

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