Si se dan cuenta, esta semana ha
estado muy marcada por el cine. El miércoles tuvimos la celebración de la
llegada al futuro de Marty y Doc, y de ser cierta, una de las cosas que les
hubieran asombrado es que en un par de meses se fuera a estrenar el episodio
VII de la Guerra de las Galaxias, cuyo tráiler, absorbente y que no desvela
casi nada de la trama, ha sido estrenado mundialmente esta misma semana. Y para
redondear la jugada de las películas de ciencia ficción, tenemos el estreno de “el
Marciano” que es como debiera haberse titulado en castellano la peli de Marte
que el pasado viernes llegó a las carteleras, y que les recomiendo
encarecidamente que vayan a verla.
La historia de la película tiene
su aquel. Andy Weir, el autor de la novela, la escribió sin aspiración alguna.
Mandándola por entregas vía correo electrónico a sus amigos, al acabó colgando
en Amazon autoeditada a un precio ridículo, de 0,5 dólares o algo así. Quiso la
casualidad que Ridley Scot la viera, leyera, y quedase asombrado ante el
material que tenía delante, un guion en potencia. No tardó nada en comprar los
derechos y en ponerse manos a la obra para rodar la película. Y se puede decir
que, tras trastazos bastante considerables, que nos han decepcionado a casi
todos, Scot ha fabricado una perfecta película de aventuras en la que la acción,
la emoción, el humor y la aventura están presentes en todo momento. No es esta
la película sobre trascendencia espacial que pudieran ustedes imaginar, estilo
Interstellar, no, esto es una “peli” de aventuras para pasar algo más de dos
horas de manera muy entretenida. El argumento es bastante sencillo. En un
futuro cercano los humanos hemos logrado llegar a Marte y tenemos un pequeño
habitáculo en la superficie que sirve de alojamiento a las misiones que realizan
el viaje de ida y vuelta. Tras una tormenta de arena que se abate sobre la base
marciana, la tripulación debe abandonar a toda prisa la misión y volver a la
nave nodriza que orbita en torno al planeta rojo, cancelarlo todo y volver para
casa. Sin embargo, uno de los astronautas resulta golpeado por objetos
desplazados por la tormenta y no logra acceder al cohete salvador. La tripulación,
ya a salvo, ve como uno de los suyos ha muerto y emprende un triste viaje de
regreso. Sin embargo Mark Watney, que así se llama el astronauta perdido, no ha
muerto. Tras la tormenta se encuentra inconsciente y, al despertar, logra
volver a la base marciana. Y trata de sobrevivir y comunicarse con la tierra
para hacerles saber que sigue vivo y que espera una misión de rescate. Y el
resto de la película consiste en, por un lado, las peripecias de este “marciano”
que, en plan nuevo Robinson, debe sobrevivir en el hostil ambiente del planeta,
y los avatares de la tripulación y todo el personal de la NASA en la tierra
para lograr mandar suministros o misiones que puedan llegar hasta Mark antes de
que, de hambre o de cualquier cosa, fallezca. La acción va saltando
continuamente del escenario planetario a lo que sucede en La Tierra y, si
tienen vista la película de Apollo XIII, cosa que les recomiendo, en todo
momento parece que nos encontramos en esa escena, que fue real, en la que los
astronautas lunares tuvieron que ingeniárselas para convertir su módulo de
mando en módulo de supervivencia, una vez abortado el alunizaje, y lo que a
Houston y resto del mundo se les ocurrió para ayudarles. Imaginación, ingenio,
ideas audaces, desesperadas, carambolas, accidentes, de todo un poco, con un
grado de realismo muy logrado y, desde luego, con un sentido del ritmo y la
emoción que logran que uno se lo pase en grande viendo la historia del náufrago
Mark.
La producción no ha reparado en gastos, y se
nota, y el plantel de actores se luce, con mención especial a un Matt Damon,
que encarna al solitario Mark, que carga con gran parte del peso de la película,
y que logra imprimir a su personaje mucha fuerza, estilo, humor y credibilidad.
Su actuación es excelente, y le acompaña un reparto de secundarios, porque
frente a él todos lo son, que bordan sus escenas. Con
gran rigor científico respecto a lo que sería una misión a Marte y las
condiciones de vida en aquel planeta (quizás la tormenta, demasiado
virulenta para la bajísima presión marciana sea la mayor “fantasmada” de todas)
El marciano ofrece más de dos horas de entretenimiento de calidad, ocio del
bueno, risas y ratos muy agradables. ¿Qué más se puede pedir?
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