Sólo he estado una vez en
Portugal, y por pocos kilómetros. Hace unos cuatro años, en un verano en el que
estaba de visita a unos amigos que tienen casa en Extremadura, cogimos el coche
y pasamos la frontera a la altura de Valencia de Alcántara. Visitamos Marvao,
una pequeña localidad sita a más o menos diez kilómetros de la raya, que posee
un promontorio inmenso en el que se encuentra edificada una especie de
Alhambra, muy bella, junto con un pequeño casco urbano, desde la que las vistas
son espectaculares. El lugar es de gran belleza, posee un gusto y estilo muy
agradable, y merece la pena visitarlo.
En cierto sentido, en este
aspecto, soy un español típico, que como refleja la geografía, doy la espalda a
mi vecino. El desconocimiento y la escasa relación que existe entre España y
Portugal es algo que habría que hacérselo mirar. Toda su frontera terrestre es
con nosotros, y si exceptuamos los municipios y regiones fronterizas, poco o
nada compartimos con Portugal, y creo que mejor nos iría si cambiásemos de
actitud. De pequeño veía el mapa de la península y consideraba a Portugal como
un pobre colgajo, una anomalía sin sentido geográfico. ¿Qué hace ese pedazo
desgajado? ¿Por qué no toda la península es un solo país? Luego al estudiar
historia descubre uno lo que pasó, pero sigue son comprenderlo, y los siglos de
recorrido desde nuestra separación son siglos de darnos la espalda, de
obviarnos, de olvidarnos unos a otros, de relaciones cordiales en la frontera,
pero casi desprecio mutuo. Portugal se lanzó al Atlántico, su única salida
posible, y mantiene buenas relaciones con las que fueron sus colonias, mucho
mayores desde siempre que la metrópoli en población e influencia global. Su
vinculación histórica con Reino Unido fue otro motivo para que desde España se
le viera con ojos torcidos, dado que la “pérfida Albión” siempre ha sido
enemigo histórico de la monarquía española. Con el paso del tiempo, las
guerras, dictaduras y democracias, la aspiración española de entrar en Europa
era casi equivalente al deseo de no mirar atrás y fijarnos siempre en el norte,
y Portugal, a nuestra espalda, era un ejemplo de lo que no queríamos ser, de un
residuo del sur, de un despojo. El español medio apenas conoce algunos de los
hechos fundamentales de la historia de su vecino, quién les gobierna, y
detalles por el estilo. Hagan una encuesta por la calle y pregunten por nombres
de escritores portugueses, cabeceras de periódicos o revistas, cantantes,
programas de moda en la televisión de allí u otras cuestiones de la actualidad,
y la respuesta más probable sea el silencio del desconocimiento. El que aún sea
un país más pobre que el nuestro ha hecho que no nos fijemos en ellos para
nada, pero no es sólo el dinero lo que nos debiera llamar la atención, ni mucho
menos. Su nivel cultural, el que sepan muchos más idiomas que nosotros, su modestia,
su forma silenciosa de hablar… Portugal sigue siendo un enorme misterio para
casi todos nosotros, y es una de las asignaturas pendientes que tenemos como
sociedad. Decía Saramago que soñaba con una Iberia que unificase a España y
Portugal, que cerrase medio milenio de incomprensión y empezara a sellar
acuerdos, abrazos y puentes para saldar esa deuda incomparable. En los años en
los que España crecía con la fuerza de la burbuja y Portugal, sin ella, no
remontaba, cerca de un tercio de los portugueses veían con buenos ojos una
integración de ese tipo. Hoy en día no se cuáles serían los valores de ese
sondeo, ni se el porcentaje que otorgarían si se realizase entre nosotros, pero
creo que, aunque suene a descabellada, crear esa Iberia no es una idea tan
peregrina, y sí algo lleno de sentido.
Ayer, durante apenas unos minutos, Portugal salió
en nuestros informativos con motivo de las elecciones generales allí
celebradas. Se
cumplieron las encuestas y el gobierno de centro derecha de Passos Coelho ganó
los comicios, pero perdió la mayoría absoluta. Con ello Coelho se convierte
en el primer dirigente europeo que, tras aplicar recortes y rescates, resulta
reelegido, lo que ya es un hecho noticioso en sí mismo. Pero ni estas
elecciones lograron que los informativos nocturnos abrieran con Portugal .A saber
cuándo una nueva noticia procedente del vecino logra atravesar la maraña
informativa y alcanzar puestos de portada. Otro signo, por si faltaban pocos,
de esa incomprensión carente de sentido.
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