Ayer,
durante gran parte de la mañana, todo el servicio de Alta Velocidad que
transcurre por Cataluña estuvo fuera de servicio por un corte de cableado en la
línea. En un principio se pensaba en el ya típico y triste robo de cobre,
que suele hacer que haya cortes en líneas ferroviarias y en suministro
eléctrico en función de la cotización del metal en los mercados internacionales
(sí, la globalización llega hasta las farolas de su barrio) pero luego se
comprobó que no era robe lo robado, sino fibra óptica, la que sirve para
comunicar al tren con las estaciones y puestos de control. El cable principal y
el auxiliar, en ambos sentidos.
A las velocidades a las que
circula el AVE la monitorización es obligatoria. Se debe saber en todo momento
dónde está el tren desde todos los puntos de control de la línea y estudiar los
parámetros que, en tiempo real, definen cómo evoluciona el trayecto para
anticipar o detectar posibles problemas. Es una cuestión de seguridad muy
importante y que no admite relajo alguno. Pudiera pensarse que una máquina tan
grande y potente, con una infraestructura tan poderosa como la del AVE, sea
invulnerable a incidencias “menores” como estas, pero nada más lejos de la
realidad. Empezando porque no es una incidencia menor. La comunicación es hoy
en día uno de los parámetros más importantes que imaginarse uno pueda en cualquier
actividad humana. Y sobre todo, el AVE, o un avión, o cualquier otro elemento
que alcance un alto grado de complejidad nos enseña, en todo momento, que su
funcionamiento exige que todas las piezas que trabajan al unísono,
innumerables, lo hagan de la manera más certera y precisa posible. Y a medida
que aumentamos el número de piezas o sistemas implicados, los riesgos de que
surjan problemas aumentan. Hay una viejo dicho, muy cierto, que afirma que una
cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. De nada sirve que
todos soporten tensiones de miles de kilos, si uno apenas aguanta cien, ese
será el máximo peso que se pueda elevar. Una de las características que definen
el mundo en el que vivimos, junto a su creciente aceleración, es su constante
aumento en la complejidad. Las cosas, los procesos, las máquinas, los
procedimientos, todo cada vez se vuelve más complicado, enrevesado, oscuro, o
al menos esa es la sensación que me da día a día. La dificultad de los
problemas que observamos en nuestra actualidad es cada vez mayor. Quizás se
deba a que ahora percibimos problemas que antes no éramos capaces de ver o,
visto por un lado muy optimista, que hemos solucionado los problemas sencillos
y los que afloran son los complejos. No lo se. La imagen de la mano invisible
de Adam Smith era una forma de asignar a la nada, al caos, la organización de
algo tan complejo como una sociedad humana, y sigue pareciendo que el nivel de “orden”
jerárquico que hace falta para que las sociedades funcionen no debe ser muy
alto, pero en estructuras que requieren coordinación y precisión, como todas
las relacionadas con la tecnología, la organización es necesaria, el diseño
también, y la puesta en marcha debe ser controlada. Para que el AVE arranque
tiene que verificarse cientos de parámetros y todos ellos deben estar
correctamente ajustados, para que el ordenador cargue Windows o cualquier otro
sistema operativo deben ejecutarse miles de secuencias sin que se produzcan
fallos, que llevan a pantallas azules o negras. El propio cuerpo humano, con
procesos que controlamos desde nuestra voluntad y muchos otros inconscientes,
es un ejemplo asombroso de precisión y coordinación, que funciona
perfectamente, pero en el que si algo falla, fallo que llamamos enfermedad, puede
ser debido a un pequeño órgano o variable al que no le damos demasiada
importancia, pero que puede ser crucial para, simplemente, seguir vivos.
Ayer se pudo comprobar que las comunicaciones en
el AVE son uno de sus puntos débiles, y que frente a otro tipo de ataque, más
bruto si se quiere, uno de este tipo ocasiona perjuicios y daños similares a
los de destruir un tramo de vía. Pensarán algunos “no hay problema, ponemos
vigilancia en la fibra óptica y la línea ya es invulnerable” y olvidarán la
historia del talón de Aquiles, que en este caso habrá pasado de la fibra a otro
punto que, relativamente, quedará más desprotegido. La historia de la cadena y
sus eslabones es muy cierta, y cada vez funciona en más entornos. Piensen ustedes
en ello, como ya lo hacen quienes buscan a esos débiles eslabones para
reventarlos.
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