viernes, octubre 09, 2015

Qué fácil puede ser cortarle las alas al AVE

Ayer, durante gran parte de la mañana, todo el servicio de Alta Velocidad que transcurre por Cataluña estuvo fuera de servicio por un corte de cableado en la línea. En un principio se pensaba en el ya típico y triste robo de cobre, que suele hacer que haya cortes en líneas ferroviarias y en suministro eléctrico en función de la cotización del metal en los mercados internacionales (sí, la globalización llega hasta las farolas de su barrio) pero luego se comprobó que no era robe lo robado, sino fibra óptica, la que sirve para comunicar al tren con las estaciones y puestos de control. El cable principal y el auxiliar, en ambos sentidos.

A las velocidades a las que circula el AVE la monitorización es obligatoria. Se debe saber en todo momento dónde está el tren desde todos los puntos de control de la línea y estudiar los parámetros que, en tiempo real, definen cómo evoluciona el trayecto para anticipar o detectar posibles problemas. Es una cuestión de seguridad muy importante y que no admite relajo alguno. Pudiera pensarse que una máquina tan grande y potente, con una infraestructura tan poderosa como la del AVE, sea invulnerable a incidencias “menores” como estas, pero nada más lejos de la realidad. Empezando porque no es una incidencia menor. La comunicación es hoy en día uno de los parámetros más importantes que imaginarse uno pueda en cualquier actividad humana. Y sobre todo, el AVE, o un avión, o cualquier otro elemento que alcance un alto grado de complejidad nos enseña, en todo momento, que su funcionamiento exige que todas las piezas que trabajan al unísono, innumerables, lo hagan de la manera más certera y precisa posible. Y a medida que aumentamos el número de piezas o sistemas implicados, los riesgos de que surjan problemas aumentan. Hay una viejo dicho, muy cierto, que afirma que una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. De nada sirve que todos soporten tensiones de miles de kilos, si uno apenas aguanta cien, ese será el máximo peso que se pueda elevar. Una de las características que definen el mundo en el que vivimos, junto a su creciente aceleración, es su constante aumento en la complejidad. Las cosas, los procesos, las máquinas, los procedimientos, todo cada vez se vuelve más complicado, enrevesado, oscuro, o al menos esa es la sensación que me da día a día. La dificultad de los problemas que observamos en nuestra actualidad es cada vez mayor. Quizás se deba a que ahora percibimos problemas que antes no éramos capaces de ver o, visto por un lado muy optimista, que hemos solucionado los problemas sencillos y los que afloran son los complejos. No lo se. La imagen de la mano invisible de Adam Smith era una forma de asignar a la nada, al caos, la organización de algo tan complejo como una sociedad humana, y sigue pareciendo que el nivel de “orden” jerárquico que hace falta para que las sociedades funcionen no debe ser muy alto, pero en estructuras que requieren coordinación y precisión, como todas las relacionadas con la tecnología, la organización es necesaria, el diseño también, y la puesta en marcha debe ser controlada. Para que el AVE arranque tiene que verificarse cientos de parámetros y todos ellos deben estar correctamente ajustados, para que el ordenador cargue Windows o cualquier otro sistema operativo deben ejecutarse miles de secuencias sin que se produzcan fallos, que llevan a pantallas azules o negras. El propio cuerpo humano, con procesos que controlamos desde nuestra voluntad y muchos otros inconscientes, es un ejemplo asombroso de precisión y coordinación, que funciona perfectamente, pero en el que si algo falla, fallo que llamamos enfermedad, puede ser debido a un pequeño órgano o variable al que no le damos demasiada importancia, pero que puede ser crucial para, simplemente, seguir vivos.

Ayer se pudo comprobar que las comunicaciones en el AVE son uno de sus puntos débiles, y que frente a otro tipo de ataque, más bruto si se quiere, uno de este tipo ocasiona perjuicios y daños similares a los de destruir un tramo de vía. Pensarán algunos “no hay problema, ponemos vigilancia en la fibra óptica y la línea ya es invulnerable” y olvidarán la historia del talón de Aquiles, que en este caso habrá pasado de la fibra a otro punto que, relativamente, quedará más desprotegido. La historia de la cadena y sus eslabones es muy cierta, y cada vez funciona en más entornos. Piensen ustedes en ello, como ya lo hacen quienes buscan a esos débiles eslabones para reventarlos.

No hay comentarios: