Marty piensa que todo se ha
acabado. Deja a Jennifer durmiendo en el balancín de su casa y, tras haber
salido indemne de una aventura en el pasado, se encamina a su hogar cuando un
trueno retumba en la calle y el Delorian aparece de la nada. De él sale Doc,
vestido con una túnica metálica, algo aturdido, pero buscándole con urgencia.
Coge a Marty y le explica que hay un problema que deben arreglar. De mientras
habla atropelladamente escarba en la basura y recoge algunas piezas de fruta
podridas que introduce en un extraño dispositivo sito en la parte trasera del
coche, que sirve para alimentar el generador de Fluzo. Marty, llevando a
Jennifer aún dormida, y Doc se suben al Delorian, que ahora vuela… hacia el
futuro!!!!
La segunda de las películas de Regreso
al futuro transcurre en el futuro, concretamente en la tarde del 21 de
octubre de 2015. Y ese día es hoy. La película, rodada en 1989 y ambientada en
1985 plantea, tras el salto de la primera hasta mediados de los cincuenta, un
viaje a un futuro en el que se juega con la réplica de las escenas que tuvieron
mucho éxito en la primera parte, pero dotadas de más tecnología y guiños
futuristas. Los patinetes vuelan, los coches vuelan (siempre imaginamos que en
el futuro todo vuela) el 3D es real como la vida misma, la comida se vende
deshidratada y la comunicación se ha extendido por todas partes en inmensas
pantallas planas que dominan los hogares. Más allá de aciertos y errores, que
de todo hay, la trama se sucede con interés y la excursión al futuro, que logra
solucionar los problemas que iba a tener el hijo de Marty, provoca un desastre
en la línea temporal que condicionará todo el resto de la trama, en la que se produce
una vuelta al presente 1985 (muy distinto de cómo era, y una nueva vuelta al
pasado, al 1955 que dominó casi toda la primera entrega. Es difícil que alguien
no haya visto las películas y se lo haya pasado en grande con ellas, que no
haya disfrutado de los toques de guitarra de un adolescente Marty en la primera
parte, o de las locuras de Doc en todas ellas, en la perfecta encarnación del
científico chiflado, en un conjunto que desborda imaginación, humor, ritmo y
gusto. Hay escenas tiernas e hilarantes, como esa en la que en la primera de
las películas, al llegar Marty al Doc del pasado este le hace una serie de
preguntas para saber si, como dice, realmente viene del futuro. Y todos
recordamos una escena dada de esas tres películas que nos llegó en su momento,
o que nos lo hizo pasar muy bien. De hecho creo que el éxito de esa trilogía, más
allá de su temática científica que nos encanta a muchos, es su constante humor,
el tomarse a guasa la trascendencia del espacio tiempo, en juntar a caracteres
completamente opuestos pero que se ven inmersos en una aventura que les
desborda, y la complicidad que en ellos debe surgir para solucionar los
entuertos que surgen a su paso y los que ellos mismos van provocando. Siempre
me ha dado la sensación de que los que las protagonizaron y trabajaron en ellas
se lo pasaron, al menos, tan bien, como los espectadores que rieron sus gracias
y se movieron de sus asientos (y eras) y ese creo que es el secreto de su éxito.
No entiendo cómo ni por qué, pero cada vez que las echan en la tele me siento a
verlas. Me las conozco de memoria, he perdido la cuenta de cuántas veces las he
visto, pero sigo haciéndolo, como si viviera atrapado en su línea temporal y,
sin nada que alimentar al condensador de Fluzo ni gasolina en los depósitos, no
pudiera escapar a mi tiempo cada vez que son emitidas. Al final la máquina del
tiempo resulta que no es ninguna máquina. Es la imaginación y lo que el cine,
encarnado en estas películas, logra crear en el espectador.
Termino el artículo y antes miro por la ventana
de mi oficina. Son las 8:11 de la mañana y tengo Madrid a mis pies. Queda poco
para amanecer y las luces de la ciudad lo llenan todo, sin que haga falta que
los coches vuelen para que todo lo llenen. En 1985, cuando se sitúa la trama,
yo estaba en séptimo de EGB y desde mi cuarto de Elorrio veía las cuatro
farolas que aún permanecen ahí y el resplandor de unas fábricas cercanas que se
apagó hace ya muchos años. No se lo que veré dentro de otros treinta años, el
21 de octubre de 2045, ni si estaré aquí para poder experimentarlo, pero si
puedo, prometo relatárselo. Y entre tanto, disfrutemos del tiempo que se nos ha
dado, del futuro no escrito y de las pelis…. Y que alguien me lleve a dar una
vuelta en el Delorian!!!!!
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