Hoy, dentro de dos meses exactos,
tendrán lugar las elecciones generales más reñidas que se recuerdan, o al menos
vistas desde la perspectiva del presente. Los partidos afilan sus armas, lanzan
sus estrategias y colapsan medios de comunicación en una campaña infinita que
no ha cesado desde hace años y que irá aún a más hasta el colofón navideño. Si
es de los que no soporta esto, vaya buscando exilio durante un buen rato. El
fin de semana ha estado ocupado, principalmente, por dos focos informativos. El
debate Rivera Iglesias que ayer les comentaba y la presentación de las listas
del PSOE, que siempre dan mucho juego. Esta vez también.
Si ya hace una semana dio que
hablar la incorporación de Meritxell Batet, catalana y esposa de Jose María
Lasalle, actual secretario de Estado de Cultura, como número dos por Madrid, el
fichaje sorpresa de Irene Lozano como número cuatro de la lista madrileña ha
supuesto un notición que ha dejado a todos asombrados. Lo dio como exclusiva la
noche del miércoles Ignacio Escolar en eldiario.es
y muchos, al verlo, pensábamos que era broma. Lozano, competente diputada de
UPyD, azote de la corrupción y del bipartidismo, aspirante a presidir su
partido frente a Rosa Díez y martillo de corruptos y desvergonzados, pasaba, en
unas horas, de encabezar su escaño por una UPyD agónica a ser casi la mano
derecha de Pedro Sánchez ya garantizarse escaño por la lista más poderosa, la
que se vota en la capital: un triple mortal sin red que puede acabar en el
estrellato más absoluto, entendiéndose en este caso la figura astronómica como
sinónimo de porrazo, y de los gordos. No entiendo este movimiento. Todo lo que
Lozano ha hecho en esta legislatura es exactamente opuesto a su decisión de
pasarse al PSOE. De hecho saltar ahí es tan incoherente como si lo hubiera
hecho al PP. Se ha pasado cuatro años denunciando, muchas veces con toda la
razón, las faltas, componendas, acuerdos y demás errores en los que los dos
partidos mayoritarios han caído desde hace lustros. Su voz clamaba en contra de
ese viejo bipartidismo, ese PPSOE que ella y los suyos esgrimían como fuente de
todos los males, y objeto a derrotar. Bankia, Caja Castilla la Mancha, el caso
de Zaira cantera (también fichada para la lista de Madrid) y otros muchos han
sido los asuntos esgrimidos por Lozano desde la tribuna del Congreso y los
medios de comunicación para arremeter contra un binomio al que, de manera
sorpresiva, se une apenas a dos meses de perder su actual escaño. Conste que no
critico el hecho de que uno pueda cambiar de opinión. Es meritorio, valiente, y
muchas veces permite corregir errores pasados, pero esta pirueta realizada de
un día para otro es, como mínimo, carente de sentido. Nadie en la antigua y ya
casi muerta UPyD (qué pena, que manera más obtusa de gestionar un bonito
proyecto) entiende el movimiento de Lozano, lo mismo que en el propio PSOE,
donde la noticia sentó como una bomba, tanto por la pirueta en sí como por los
agravios recibidos por alguien que ahora resulta ser “compañera” como por el
hecho de que la entrada de una desconocida quita sitio en la lista a alguno que,
a buen seguro veterano, veía salvada su posición durante otra legislatura. Muchos
callos pisados en muy poco tiempo. Ante
peticiones de perdón por parte de dirigentes y militantes de base, Lozano se ha
negado a pedirlo y alaba la apertura de Pedro Sánchez a la sociedad. Es
seguro que Lozano conseguirá el escaño dentro de dos meses, pero no tengo seguridad
alguna de que se mantenga en él, o en el grupo que se lo ha otorgado, durante
toda la legislatura. Sospecho que será una convivencia muy tensa y, a buen
seguro, entretenida para los cronistas parlamentarios.
En general, y vista la experiencia pasada, PP y
PSOE debieran renunciar definitivamente a la política de fichajes. Los
populares presentaron hace ocho años a Pizarro como estrella económica y apenas
duró un año en la bancada. El “gatillazo” más sonado en este aspecto fue el del
PSOE con la inclusión de Baltasar Garzón en las listas de Felipe González de
los noventa, experiencia que acabó como el rosario de la aurora para el propio
Felipe y resto del PSOE. Hay muchas probabilidades de que el experimento Lozano
acabe igual de mal, con daños tanto para la marca que la ha acogido como para
ella misma. Visto en general, me parece que ambos arriesgan mucho y,
probablemente, pierdan en este extraño negocio.
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