Si no me equivoco Francisco Ibáñez
ya ha publicado un nuevo álbum de Mortadelo y Filemón, centrado en las próximas
elecciones generales de Diciembre, y seguramente sus ventas serán muy buenas,
pero es difícil que supere los registros alcanzado por el número anterior,
titulado “El Tesorero” en el que un señor atildado, de pelo engominado, abrigos
de estilo mafioso, amante de meter el dedo en el ojo de los demás y quedarse
con sus carteras, regenta las finanzas del Partido Papilar y trae por la calle
de la amargura a nuestros queridos agentes para descubrir si en sus tejemanejes
y viajes a Suiza y otros destinos exóticos se esconde una trama de corrupción.
Cualquier parecido con la realidad, ya saben, es pura coincidencia.
Ayer
cayó otro tesorero, llamado Andreu Viloca, en este caso de Convergencia. Es
un personaje mucho menos mediático, de pelo canoso, con entradas, gafas
moderadas y aspecto tranquilo, nada que ver con el apuesto Bárcenas, pero que
en el fondo resulta ser el mismo, el responsable, el urdidor, todo ello con el
consabido presunto por delante, de una trama destinada a cobrar mordidas para
beneficiar a las cuentas de su partido. Tanto el PP como Convergencia, y todos
los demás, lo nieguen o no, recurren a tretas y tácticas muy similares para
obtener unos ingresos que, por la vía legal, les serían completamente
imposibles, y que supondrían en fin de sus estrategias y campañas políticas por
sequía monetaria. La trama habitualmente se basa en el cobro de mordidas,
comisiones ilegales a contratistas púbicos, que durante el periodo de
permanencia del partido en el gobierno, requieren que éste se fije en ellos
para adjudicarles contratos. Muchos de estos contratos no son potestad
gubernativa, discurren por los cauces administrativos corrientes y apenas son
objeto de chanchulleo, pero otros, a veces los más relevantes en lo que hace al
presupuesto e importancia de la obra, si adquieren un carácter discrecional que
permite introducir “condiciones” externas. En el caso catalán es todo eso que
se engloba en “el 3%”, aquella acusación que Pascual Maragall dejó caer en el
Parlament cuando llegó al gobierno de la Generalitat y que causó no un gran
revuelo, no, sino un asombroso silencio, un silencio de los corderos, que les
retrataba como culpables. Nunca más Maragall hizo referencia a ese asunto, ni
la prensa catalana, que vive de las subvenciones del gobierno, investigó, ni la
prensa madrileña, a la que se le hizo ver que no convenía hurgar en aquella
herida, rebuscó entre los papeles ni contenedores para hallar prueba alguna. A
medida que el asunto soberanista se ha ido calentando, ha aumentado la presión judicial
en torno a Convergencia, en una situación extraña que me ha hecho pensar, desde
un principio, que lo que realmente se le había sugerido a Mas en las reuniones
que mantuvo hace meses con Rajoy y otros dirigentes era precisamente este
escenario. El de la persecución de sus conocidos delitos si seguía por la senda
de la ruptura, y el del “olvido” de los mismos, porque todos nos conocemos, a
cambio de la vuelta a la moderación. Mas, sospecho, sabedor de que tiene cosas
ilegales escondidas hasta en la montura de las gafas, decidió jugar un órdago,
y se lanzó a la carrera independentista para, a riesgo de fracturar la
sociedad, o incluso quebrarla, conseguir de ella un liderazgo mesiánico que le
sirviera como coartada para mantener intacto sus negocios, que es lo único que
realmente le importa. Lanzado a esta carrera, supongo que cada vez actúan menos
frenos para que las denuncias y actuaciones de la fiscalía lo enfilen, a él y a
su partido, y que casos como el del Palau, que deambulan sin rumbo por los
juzgados, encuentren un lugar en el que ser investigados como es debido.
Envuelto en la estelada, Mas trata de protegerse
a él mismo y a los suyos, y sobre todo al patrimonio amasado en común, y como
todo acusado de corrupción, se presenta como una víctima, un inocente
crucificado por un sistema que lo apalea en la plaza pública por atreverse a
exhibir la bandera de la democracia y la libertad… Si no fuera porque esto es
Europa diría que estamos ante un peronismo o un chavismo de libro, que pese a
ello consigue aún engañar a mucha población a la que, tras la bandera, se le
sigue birlando al menos el 3% de su dinero, porque recordemos que el
presupuesto público sale de nuestros impuestos, y la corrupción que lo esquilma
nos roba a todos, se llame ese presunto ladrón Bárcenas o Viloca, y sea cual
sea la bandera que enarbole
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