Lo menos importante, lo último,
la carta y abandono de la formación de listas de Cayetana Álvarez de Toledo,
parlamentaria que en estos cuatro año sólo tuvo un minuto de gloria cuando le
pillaron insultando a los de la bancada contraria y a miles de españoles que
pasaban penalidades. A sabiendas de que no iba a ser llamada para conformar las
candidaturas, optó por renunciar un minuto antes, lo que tiene su cierto
mérito, viendo a tantos que debieran hacer lo mismo y no siguen su camino. Es
lo de menos, pero sí es relevante sobre lo agitadas que bajan las aguas por
Génova.
Tan agitadas que ayer Montoro
chapoteaba en ellas. En
una entrevista redactada, muy bien por cierto, se explayaba el Ministro de
Hacienda tras cuatro años de ser acusado de todo, a veces con razón, y
disparaba contra propios y extraños, sobre todo los primeros. Su labor en la
sombra tendrán que valorarla los hacendistas en los próximos años, pero su
imagen pública, nefasta, ha crecido a medida que los impuestos subían y la
empatía mostrada por su persona y jefe tendía a cero. Montoro podía haber
gestionado mejor su imagen, no haber dado la impresión de sadismo con la que ha
actuado a lo largo de estos años, y frente a protestas que tienen sus razones y
demagogias (el caso del IVA cultural, por ejemplo) adoptar una postura más
conciliadora o, en todo caso, inteligente. Lo cierto es que no ha sido así y el
Ministro ha visto como los suyos lo rechazaban, lo orillaban, no le llamaban
para los mítines porque su mera presencia enfadaba a todos los que iban a
escuchar el acto. Su sonrisita ahuyentaba votos y hacía llorar a los niños.
Muchos cargos del partido han cabalgado a lomos del ajuste presupuestario
diciendo eso de “a mi no me mires” a sabiendas de que era una decisión
respaldada por todos. Y Montoro, en el caserón del arranque de la calle Alcalá,
se ha sentido sólo, abandonado y, en muchas ocasiones, traicionado. La nefasta
gestión de la corrupción por parte del PP también le ha salpicado. No se puede
ir por la vida pidiendo a la gente que pague sus impuestos cuando compañeros
tuyos no lo hacen y otros compañeros les excusan o tratar de mirar para otro
lado. La corrupción, nefasta para todo, resulta letal a la hora de generar una
conciencia tributaria, y es evidente que en Hacienda casos como Bárcenas han
destrozado parte de la imagen de seriedad necesaria en toda administración
tributaria, tuviera dicha administración más o menos culpa en lo sucedido. El
último de los casos, el de Rato, le toca de lleno, en lo profesional y en lo
personal. Rato fue su jefe, su gran jefe, el chico listo y poderoso, frente a
él, pobre de cuna y sin imagen de liderazgo. Y ha resultado ser el listo y rico
el que hacía las trampas. Cuando le preguntan por este tema, Montoro antes de
hablar “chasquea la lengua, ladea la cabeza, baja la vista y al fin la vuelve a
alzar” y en ese intervalo de tiempo y gestos su cabeza debe tratar de frenar
el, sospecho, odio, que tiene a su ex jefe, a su mentor, a su padre político, a
su mayor traidor… “¿pero no estábamos todos jugando a lo mismo? ¿No se trataba
del país?” se pregunta, le pregunta, sin entender nada, sin ser capaz de asumir
que, como casi todos, él también fue engañado por la imagen del triunfo de
Rato. A cada párrafo de la conversación Montoro se ve libre, suelto, sin las
cadenas del cargo que sospecha abandonará para siempre en un par de meses. Y
arrea viajes sin freno, pero con tino, a un partido, el suyo, que supo ganar
unas elecciones pero no ha sabido gestionar una victoria, que ha tomado medidas
impopulares, algunas por voluntad, otras impuestas, muchas y necesarias no
adoptadas, y que en ningún momento se ha molestado en explicar ni justificar.
Montoro reparte estopa y dice muchas verdades, a dos meses de las elecciones.
Y lo de Arantza Quiroga, todo en un mismo día,
también entra dentro de lo importante. Jibarizado hasta el extremo tanto en Cataluña
como en el País Vasco, el PP es incapaz de enarbolar un discurso propio,
moderno, atractivo y de futuro. El intento de Quiroga de lograrlo se ha estrellado
contra las luchas internas del PP vasco y contra el intento de no avanzar hacia
ninguna parte, como si en Génova hubiese un deseo oculto de que sea Ciudadanos
el que, en masa, se lleve el voto, tal y como ha pasado en Cataluña. Quiroga ha
errado en su respuesta basada en el escondite, que le funciona a Rajoy porque
tiene todo el poder que a ella le falta, pero actuó de buena fe, y asaetada por
los suyos, dimitió ayer, el día en el que el PP perdió parte de las elecciones de
Diciembre.
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