miércoles, octubre 28, 2015

El drama de los refugiados empeora día a día

De mientras en España seguimos con nuestros problemas de ombliguismo y desatado egoísmo nacionalista, ahí fuera pasan cosas serias, a las que ni nosotros ni nadie parece hacer mucho caso. Se acerca el invierno, y más que el lema de una famosa serie televisiva, concretamente de un menguante grupo de personajes de la misma, el frío, al lluvia y la nieve son sinónimos de problemas para los pobres y necesitados. Y para los miles de refugiados de la guerra de Siria que deambulan por una Europa que juega con ellos a pasarse la pelota, el invierno es, directamente, un enemigo mortal.

Y en medio de esta coyuntura se ha publicado una encuesta sobre la percepción que existe en las principales naciones europeas sobre este asunto de los refugiados, sobre lo que opinamos sobre su asilo, integración o rechazo y otros temas de interés. Es, que yo tenga noticia, la primera que se realiza al respecto, y más en el conjunto del continente, por lo que sus conclusiones deben ser puestas un poco en barbecho hasta saber si realmente lo que dicen corresponde a la realidad, pero de una revisión de los datos publicados se deducen cosas muy interesantes, sorprendentes y, hasta cierto punto, alarmantes. El país que ve con mejores ojos que los inmigrantes se instalen en él es, como era de esperar, Alemania, con un 55% de su población a favor, pero no deja de señalar la encuesta que la percepción de los alemanes ante este asunto está cambiando rápidamente, y que del entusiasmo inicial se está pasando a un sordo rumor que critica a Merkel por su política de acogida y a un rechazo al inmigrante. ¿Cuál pensarían ustedes que es el país que menos apoya acogerlos? Pues resulta ser Francia, con sólo el 29% de la población mostrándose favorable a la acogida. Francia, supuesta cuna de las ideas ilustradas, lleva ya bastante tiempo destacando en todo tipo de encuestas, mostrando porcentajes muy abultados de apoyo a una visión de la vida sumamente conservadora, anclada en una especie de pasado imperial, y de rechazo al mundo moderno. Ese porcentaje tan bajo de acogida resulta coherente con la alta intención de voto que presentan formaciones extremistas, como el Frente Nacional, que ha cogido la bandera de los refugiados como estandarte para advertir al francés de la calle de los riesgos que le vienen de fuera, y de la necesidad imperiosa de protegerse ante ellos. Así, la rígida y distante Alemania, como algunos siguen queriendo verla, sigue mostrando ante este problema una actitud de brazos abiertos y comprensión, la moderna y luminosa Francia, como muchos aún sueñan que es, aparece como una nación egoísta, rencorosa y, sobre todo, asustada ante lo que sucede fuera de sus fronteras. En el caso de la propuesta comunitaria de reparto de los inmigrantes por cuotas, resulta ser nuevamente Alemania, en este caso por auténtico interés, la que se muestra más partidaria y, junto al Reino Unido, vuelve a ser Francia la más reticente, sobre todo porque siendo el segundo país más poblado y rico de la Unión le iban a tocar más. En general la encuesta transmite la sensación de que, pasado el efecto emocional de ciertas fotos y la atención de los medios ante el asunto, la opinión pública europea se ha desentendido en parte del drama de los refugiados y, sobre todo, empieza a percibirlos más como una amenaza y un problema que como una urgencia humanitaria u oportunidad de futuro. Y quizás por ello, sabiendo que esta percepción negativa cala más en la población, los dirigentes políticos, que se deben a los votos, tratan de dilatar y disolver el asunto en cumbres que no llevan a nada, aparentemente destinadas a que el problema traspase sus propias fronteras.


Y de mientras tanto son miles de personas las que, en condiciones cada vez más penosas, y con la amenaza de la meteorología sobre sus cabezas, vagan por campos y caminos europeos en una lastimosa procesión hacia ninguna parte. Si uno observa esas imágenes y las ve en blanco y negro es incapaz de distinguir si pertenecen a nuestra época o a los años cuarenta del siglo pasado. Ahora, eso sí, las podemos ver en detalle porque los drones los sobrevuelan y graban, pero en lo importante, que es el sufrimiento y abandono en el que viven todas esas personas, nada parece haber cambiado en estos tres cuartos de siglo transcurridos. Y este es uno de esos asuntos importantes de los que debiéramos ocuparnos, no de pataletas.

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