miércoles, octubre 07, 2015

Volkswagen recorta, Martorell tiembla

El escándalo de los motores trucados de Volkswagen, lejos de amainar, se encrespa, y empieza a adquirir proporciones muy preocupantes para el propio futuro de la empresa, uno de los símbolos intocables del “Made in Germany” que está sufriendo un deterioro de imagen tan intenso como merecido tras sus amaños. Resulta asombroso ver como en pocas semanas hemos pasado de que esa empresa sólo apareciese en prensa por batir récords de ventas y facturación a leer titulares en los que se estima el riesgo de quiebra del consorcio, y se valora el mismo en un inmenso 23%. El cisne negro le ha cagado a la empresa de Wolfsburg.

En lo que más nos puede afectar a la economía doméstica, más allá de los inconvenientes para el propietario de un vehículo de la empresa, es en lo que hace a las plantas de producción de coches que el consorcio tiene en nuestro país. Son dos, una, más pequeña, de la propia planta Volkswagen, en la localidad navarra de Landaben. Da trabajo directo a unas cinco mil personas, indirecto a muchas más. Se centra en la producción del modelo Polo y exporta más o menos un 80% de su producción al extranjero. La otra, inmensa, la mayor planta automovilística de España, es Martorell, en Barcelona, la sede de SEAT, en la que se montan todos los vehículos de la antigua marca española y, desde hace poco, el modelo Q3 de Audi. Es una empresa gigantesca, que da empleo directo a unas catorce mil personas e indirecto a muchísimas más. En años pasados hubo dudas sobre la viabilidad parcial de la planta y l llegada del Q3 se vio como el revulsivo para salvarla. Para lograrlo, y en competencia con plantas situadas en el este de Europa, se acordó entre la empresa y los sindicatos una rebaja salarial y de categorías de los empleados para que el margen del complejo aumentase. Y se obtuvo el premio, el Q3 fue para Martorell y el futuro de la planta quedó garantizado. La fabricación de ese modelo, de alta gama, exigía un plan de inversiones a medio plazo para modernizar y cambiar algunas de las características de la empresa, y la matriz alemana se comprometió a ello, cifrando en más de tres mil millones la inversión a realizar, en el plazo de los próximos años. Tras las palabras pronunciadas ayer en Wolfsburg, sede del consorcio, por el nuevo consejero delegado, anunciado la cancelación de todas aquellas inversiones que no sean prioritarias ante los costes financieros, que no dejan de crecer, que tendrá que afrontar el grupo para paliar el desastre, una sombra asomó en el horizonte de todos los trabajadores de Martorell y, en general, de los que trabajan en el grupo y sus proveedores. La mera idea de que las inversiones previstas en la planta no se lleven a cabo puede traducirse en puestos de trabajo perdidos, no uno ni dos, sino muchos, y un serio, muy serio problema para la economía de Cataluña y el resto de España. A lo largo de los años de crisis, las plantas de montaje de coches españolas, de las más productivas y eficientes del mundo, han logrado acuerdos salariales para contener costes a cambio de mantener producción, y el resultado ahora mismo es que estas fábricas (Citröen en Vigo, Renault en Valladolid Palencia, Ford en Almusafes, Opel en Figueruelas, etc) rinden a toda máquina y exportan cifras de vehículos y facturación que dejan asombrado a cualquiera que las vea. Son muy buenas plantas y muy rentables, y han sido, en su conjunto, un ejemplo de responsabilidad y colaboración entre empresa, sindicatos y trabajadores para, en los momentos de mayor dureza de la crisis, tratar de salvar el empleo y negocio. Ese sector y todos los implicados en él han dado un ejemplo al país de cómo afrontar la crisis con seriedad, rigor y sacrificio. No todos conocen el esfuerzo realizado, pero debiera ser pregonado porque ha dado fruto.


Ahora, la estafa producida en la matriz de una de esas empresas, y cuyos detalles de organización y entramado aún desconocemos, amenaza la viabilidad de una de las plantas más destacadas del país. Dicen los mal pensados que el anuncio de recorte de inversiones de ayer es un órdago que pone Volkswagen encima de la mesa para que las autoridades nacionales se piensen lo de ponerle multas, y así tratar de ahorrarse penalizaciones y costes, pero en todo caso las demandas civiles y de particulares que se van a multiplicar por todas partes van a suponer un destrozo en las cuentas del gigante alemán que, con muy pocas dudas, le obligará a recortar inversión. El objetivo final debe ser salvar Martorell. Ese, a mi modo de ver, es el más grave y urgente desafío que tenemos en Cataluña.

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