viernes, agosto 31, 2018

Tormenta financiera ¿sólo de verano?


Ayer el Banco Central de Argentina subió el tipo de interés en aquel país al 60% (díganlo despacio, 60%) para tratar de contener el desplome del peso, pero de nada le sirvió, en una nueva jornada ruinosa para la economía albiceleste, que debe estar a punto de entrar en recesión en medio de otro de sus reiterados episodios de corralito. Las cifras de su economía dan vértigo, con una deuda pública que supera el 60% del PIB, déficits fiscales del 6% e inflación que ha roto la barrera del 20% anual y sube. El destrozo que estas variables generan en el entorno macroeconómico de un país se traducen en pobreza, desempleo e inestabilidad. El rescate acordado con el FMI puede ser insuficiente antes incluso de haberse empezado a desembolsar.

Esta ha sido la última puntilla de un mes que ha dejado al Ibex hecho un desastre, perdiendo ayer el nivel de los 9.500 puntos y con todas las grandes empresas españolas cayendo al unísono a la par que lo hacen monedas de mercados emergentes, como el citado peso argentino o la lira turca. A la espera de lo que suceda hoy, el Ibex pierde cerca de un 5% en este mes, que es inestable y peligroso como pocos, y deja abierta la puerta al final del año con una muy mala sensación. ¿Estamos ante una tormenta de verano, brusca y pasajera, o ante algo más serio? Tiene el problema agosto que la tradicional falta de liquidez derivada de las vacaciones de muchos inversores hace que los los movimientos se amplifiquen en exceso, sean de bajada o de subida, pero el mar de fondo, a mi entender, se está revolviendo. Hay dos frentes principales a los que poner atención, el externo y el interno. En el externo, ante el que poco podemos hacer, está dominado por esa citada debilidad en las monedas emergentes, en paralelo al fortalecimiento del dólar (ambos movimientos están ligados) y el destrozo que esas devaluaciones ocasionan en las cuentas de multinacionales españolas, bancarias sobre todo, que poseen intereses en países que se empobrecen con cada devaluación. A esto se debe sumar la sensación de que el ciclo de la economía norteamericana está demasiado maduro como para poder seguir tirando, con un aplanamiento cada vez mayor de la curva de tipos (menor diferencia entre el tipo a corto y el de largo) que suele ser síntoma de que la crisis está cerca. Las disputas comerciales y el aire enrarecido entre lo que antaño fueron socios de negocios no ayuda en nada. En el plano interno, la economía española suma otro año de crecimiento, menor que el pasado, en lo que es la continuación de un ciclo expansivo que ya empieza a ser muy largo y que muestra claros síntomas de agotamiento. La tasa de ahorro de las familias está en mínimos, lo que frena el consumo, el pico turístico alcanzado en 2017 no va a ser igualado en este 2018, y la devaluación de Turquía nos puede quitar numerosos visitantes de cara ya a los siguientes meses y, en general, las diferentes estadísticas muestran que las variables macroeconómicas se frenan, lo que también es algo natural. Las “burbujitas” creadas al calor de la recuperación, especialmente en lo que hace al alquiler y el mercado inmobiliario en las grandes ciudades, se mantienen, pero es de esperar que, si no han tocado techo, lo hagan en los próximos meses. Los precios empiezan a repuntar, aunque de manera muy desigual, encabezados por los alimentos frescos y la energía, con petróleo caro y electricidad que no da tregua, y esto supone un nuevo mordisco a la capacidad de gasto de los hogares, que no van a poder seguir tirando del carro. La demanda embalsada de bienes de consumo, que se acumuló en los años de crisis, parece haber sido ya agotada y, si exceptuamos el mercado de coches, afectado por el tema diésel y los nuevos protocolos anticontaminación (que entran en vigor mañana) las grandes ventas caen.

¿Globalmente vamos hacia una nueva crisis? Es muy pronto para decirlo, pero ya hay canarios en la mina que así lo aseguran. De producirse, nos pillaría a los españoles un poco desnudos, con un gobierno débil e inestable, incapaz de sacar reforma estructural alguna, y unos datos macro dispares, que sobre todo dan miedo en lo que hace a la deuda pública, que vive en ese límite del 100% del PIB de una manera tan cómoda como alarmante. Y a Europa le cogería en medio del marasmo de los populismos crecientes. A partir de septiembre vamos a tener que ver cada estadística con lupa, para ver qué forma adoptan las series y si ese frenazo que se intuye es algo leve y soportable o el síntoma de otra cosa mucho más seria.

jueves, agosto 30, 2018

Disturbios racistas en Chemnitz, Alemania


He tenido que buscar en Google Maps dónde se encuentra la localidad alemana de Chemnitz para ubicarla plenamente, porque la referencia de que se encuentra en la antigua Alemania del este no basta. Se ubica entre Leipzig y Dresde, un poco al sur de la línea horizontal que une estas dos ciudades, y es la tercera en tamaño del estado de Sajonia, tras las dos citadas y más conocidas. En esa ciudad se han producido graves disturbios alentados por la ultraderecha tras la muerte de un hombre a manos, al parecer, entre otros de varios inmigrantes. La violencia de lo sucedido ha dejado a cualquier suceso policial español de los últimos años convertido en riña de gatos.

Esta zona de Alemania, tan bonita como el resto del país, y relativamente próspera si la comparamos con la media europea, es la más pobre de la nación germánica, y es la cuna de Pegida, el movimiento antiinmigración que nació con fuera tras la llegada masiva de refugiados sirios, y que acabó cristalizando en Alternativa por Alemania, AfD, partido de corte extremista que en las pasadas elecciones federales logró ser la tercera fuerza más votada, y uno de los pilares del sistema político alemán. La pujanza de estos extremistas, el miedo a que siguieran en ascenso más bien, forzó la reedición de la gran coalición entre conservadores de la CDU y socialdemócratas del SPD, que están unidos ahora mismo sobre todo por el temor a los radicales. Sin embargo, el influjo de AfD no deja de crecer entre distintos sectores del electorado alemán, lo que resta votos a los partidos clásicos, y eso corroe día a día al gobierno de coalición de Merkel, que es mucho más débil de lo que lo fue en el pasado. Es en la Alemania del este donde este movimiento ha conseguido mayor implantación y fuerza, electoral y callejera. Rentas medias inferiores, pensiones más baja, tasa de paro superior, y estructuras económicas más obsoletas y un futuro más gris es lo que domina en esa zona frente a la pujanza irrefrenable del oeste, donde la economía sigue creciendo y el paro empieza a ser residual. Muchos habitantes del este no creo que añoren el pasado dictatorial, pero sí los tiempos de empleos abundantes y seguros, y el miedo ante un futuro que no controlan les hace decantarse por alternativas extremistas que les hablan de pasados gloriosos que pueden reverdecer, pero que no lo harán si Alemania es tierra de acogida de inmigrantes, que sólo traen pobreza y violencia. El discurso maniqueo de siempre, que es enarbolado en Hungría, Italia, EEUU y tantas otras naciones, que es falso en lo más profundo, pero que cala entre unas poblaciones que se ven sin muchas alternativas. Quiere Merkel y sus socios poner en marcha una intensa agenda social, quizás tratando de contrarrestar la sensación de abandono de estas zonas del país, y haciendo ver que el crecimiento de Alemania es inclusivo, pero está por ver que eso sea suficiente una vez que ha arraigado un virus extremista que, visto lo visto estos días, se desenvuelve muy bien frente a las fuerzas de seguridad. La eficiente policía alemana ha actuado sin la más mínima previsión, de una forma muy chapucera, y se ha visto completamente desbordada por unos incidentes mucho más graves de los que hubiera podido prever. Posteriores jornadas, con presencia de contramanifestantes, fueron escenario de más violencia, menor que al principio, pero porque la calles de Chemnitz ya estaban tomadas por las fuerzas del orden. Esta ciudad vuelve a mostrar que el polvorín populista, que adopta formas e ideologías extremistas distintas en cada nación, resucita de vez en cuando, porque sigue latente en el fondo de aquella, de nuestras sociedades.

¿Cómo aplacarlo? ¿Cómo vencerlo? No lo tengo nada claro. La economía que, de momento, crece, lo hace de una manera distinta a como lo hacía antes de la gran crisis, y es evidente que territorios y franjas de población han perdido el carro del avance ante otras zonas, y algunos países y regiones, como la misma UE, tenemos el riesgo de ser los perdedores frente a China y, en general, la pujante Asia. En un mundo de complejidad e incertidumbre crecientes, el populismo logra conseguir adeptos que buscan remedios directos a sus problemas, aunque sean recetas falsas. La pedagogía política debe mantenerse sin descanso para luchar contra este mal, pero quizás no sea suficiente. Italia, ya en manos populistas, es un ejemplo del problema que tenemos si triunfan movimientos de este tipo. Es un peligro creciente.

miércoles, agosto 29, 2018

Franco y el valle de los caídos


Creo que el valle de los caídos es uno de esos lugares que hay que visitar al menos una vez en la vida. Más allá de la magnificencia de su obra, de sus exageradas dimensiones, de la belleza natural del entorno en el que se sitúa y del arte que alberga, es una construcción que sirve de recuerdo de lo que fue la etapa más oscura de la España del siglo XX, y que remozado y con el trabajo necesario por parte de los historiadores, podría servir para aleccionar a las generaciones presentes y futuras de lo que no se debe hacer, de lo que ocurre cuando las ideologías totalitarias imponen su visión a una sociedad. Por ello, no lo derribaría nunca.

Sacar a Franco de su tumba, sita de manera caprichosa e improvisada en ese lugar, me parece una idea correcta. No dijo el dictador dónde quería ser enterrado, creyéndose quizás inmortal, y fue una decisión de Arias Navarro la que le llevó ante el altar de esa extraña basílica. Si el monumento del valle pretendía ser un lugar de recuerdo a las víctimas de la guerra civil, varios son los fallos que contiene en su diseño y decoración, por así llamarlo, pero el más obvio es que sea el ganador de la guerra el que presida ese lugar. Por ello, apoyo la decisión de sacar los restos de Franco de allí, aunque se que es una medida que nada tiene que ver con la reparación histórica sino con la eterna precampaña electoral en la que está embarcado el gobierno de Sánchez hasta el día en el que convoque elecciones. Seguramente en Moncloa tienen estimado el número de votos de anteriores seguidores de Podemos que ahora se inclinarán por el PSOE tras tomar esta medida, y esa es la medida de la misma, no otra. El asunto de fondo es bastante más interesante, necesario, costoso y, desde luego, menos rentable en votos. Resignificar el valle, hacer un proyecto museístico de verdad en el que se cuente el desarrollo de la guerra, nuestro gran fracaso del siglo, las atrocidades que en ella se produjeron por parte del bando fascista y comunista, las causas que nos llevaron a ella, nacionales e internacionales, el enorme destrozo humano, económico y social que supuso los años de contienda, el relato de la represión habida tras la victoria franquista y las venganzas cobradas por los vencedores en medio de una impunidad total… son cientos los aspectos tétricos y delicados que debieran ser expuestos en el valle, que posee el tamaño adecuado para convertirse en el museo de la guerra civil que este país necesita y requiere, pero como ven es un proyecto enorme en dimensión y en seriedad. No puede ser dejado al arbitrio de partidos políticos, que van a tratar de retratar lo sucedido como un burdo cuento de buenos contra malos, cuando lo que pasó fue, no nos gusta admitirlo pero así es, el fracaso completo de una sociedad, la polarización suicida de la misma, el exterminio continuado de unos sobre otros y, desde luego, la huida de una gran parte de esa sociedad del horror y la locura que se abatió en sus extremos. El papel de la iglesia en la actual gestión del valle también debiera analizarse con detalle. Es innegable el apoyo que tuvo el régimen franquista en los prelados, que siempre se apuntan con rapidez a las causas innobles, quizás atraídos por el poder terrenal, del que tanto abjuran: pasaron de pasear a Franco bajo palio a honrar a los etarras como luchadores por la liberta a, ahora mismo, defender los lazos amarillos de la locura independentista. Bonito currículum. ¿Debiera desacralizarse la basílica? Quizás, porque un proyecto expositivo global choca con la actual gestión católica del monumento, pero debieran ser los expertos los que opinen.

Ha comentado Ciudadanos que el valle podría convertirse en nuestro Arlington, como lugar de honra a los caídos, pero dudo que eso vaya a suceder. Por la guerra que vivimos y los restos que allí se acogen, y se encuentran casi a diario, el valle tiene más papeletas para convertirse en nuestra versión de los campos de concentración alemanes, un lugar de recuerdo del dolor y la pena, no de honra y homenaje. Pero reitero. Eso requiere tiempo, un proyecto sólido, gestionado por historiadores, que poseen sesgos, como todos, pero son profesionales, y un presupuesto no pequeño, destinado en primer lugar a arreglar las filtraciones y grietas que ahora llenan la basílica y su entorno, abandonados en la práctica desde hace décadas. Y recuerden, proyectos de estos no dan votos. ¿Se hará así?

martes, agosto 28, 2018

John McCain, un héroe americano


El viernes se conoció la noticia, mediante un comunicado familiar, de que John McCain abandonaba el tratamiento médico ante el cáncer cerebral que padecía y ya sólo esperaba el momento de su muerte. Confiaba yo en que esta tardaría algo más, pero cuando se pone eficiente, nadie vence a la parca, y el domingo por la mañana se conoció el fallecimiento del hombre, senador por Arizona, y uno de los políticos más respetados, admirados (por casi todos) y mediáticos del universo estadounidense. Su muerte ha conmocionado a (casi) toda la sociedad de aquella nación y, para el resto del mundo, también supone una gran pérdida, aunque no seamos muy conscientes de ello.

La vida de McCain parece sacada de una película. Hijo y nieto de almirantes navales de alta graduación, hizo carrera militar y sirvió como piloto en Vietnam, donde tuvo misiones exitosas y una, la última, en la que fue derribado. Consiguió sobrevivir pero fue capturado por las tropas del Vietcong, sufriendo torturas intensas y un cautiverio que se prolongó por cinco años, cinco, hasta que fue liberado fruto de un intercambio de presos que tuvo lugar entre las partes a principios de los setenta. A su vuelta Mccain tenía lesiones y traumas suficientes como para no poder seguir en su carrera militar, e hizo lo que muchos en aquel país, tratar de cambiar los galones por sillones políticos. Comenzó una exitosa carrera que le llevó a la cámara de Representantes, y luego se pasó al senado, donde revalidó su escaño por Arizona en numerosas ocasiones. Republicano clásico, defensor de la idea de EEUU como un destino manifiesto, empezó pronto a ganarse fama de duro en sus convicciones e impredecible en lo que hace a la disciplina del partido. Muchas de las iniciativas que debía respaldar por estar lideradas por los jefes de su formación no contaban con su voto, y su prestigio iba creciendo a la par que su fama de díscolo. Muchos europeos le conocimos en 2008, cuando fue elegido por los republicanos para enfrentarse en la carrera presidencial a un Obama que entonces también era muy desconocido para nosotros. En esa carrera, que perdió, McCain tomó una decisión muy errónea, que fue la incluir a Sarah Palin como pareja electoral, una candidata de un nivel ínfimo cuyo único mérito era representar una corriente del partido, el Tea Party, que había cogido mucha fuerza pero que era claramente extremista y tóxica para las aspiraciones presidenciales. Mccain perdió, pero antes y después mostró su talla como rival, acalló en un mitin a unos exaltados que acusaban a Obama de ser musulmán, defendiéndolo con una vehemencia con la que pocos demócratas se expresaban, y en su discurso de aceptación de la derrota dejó a todos admirados por su deportividad y por ser el primero en ponerse al servicio del nuevo presidente de todos los norteamericanos. A partir de ahí el enfrentamiento entre sus valores y los de un republicanismo decadente empezó a ser tan obvio como insalvable. Su voto fue el que sirvió para decidir la aprobación del llamado Obamacare, y en todo momento se mostró radicalmente en contra de la corriente populista que, cada vez era más fuerte en su formación. La selección de candidatos presidenciales para los comicios de 2016 y la irrupción de Trump se convirtió, no sólo para él, en una pesadilla. Desde el primer momento atacó al magnate sin piedad, acusándolo de violar los principios de su formación de y de la democracia del país. Trump le mandaba desprecios sin fin, y en esta contienda de palabras, la figura de McCain iba creciendo a medida que se acercaba lo que muchos  creíamos imposible. La victoria de Trump fue, también para él, una pesadilla.

Desde entonces ha sido constante su combate a las políticas, por llamarlas de alguna manera, del actual inquilino de la Casa Blanca. Hace un año anunció que le habían detectado un no muy frecuente y virulento cáncer cerebral, y ese es el tiempo que ha pasado tratándose y batallando, tanto contra la enfermedad como contra el populismo. Dejó claro que Trump no debía acudir a sus funerales, y en su carta de despedida vuelve a lanzar un mensaje de defensa del sueño americano, de las libertades que encarnan el espíritu de esa nación, y de la defensa tenaz que hay que ejercer cada día para mantenerlas y preservarlas. Su figura es enorme y, frente a ella, las mezquindades de un enano Trump. Descanse en Paz.

viernes, agosto 24, 2018

Trump y sus delincuentes socios


¿Está la presidencia de Trump al borde del abismo? Antes de darlo por sentado, no nos precipitemos. Nada de lo que sucedió en la campaña que llevó a Trump a la casa Blanca fue previsto y menos lo ha sido aún la desastrosa gestión que ejerce este personaje desde su escenario de poder, que degrada a cada día que pasa en él. Por ello, los que llevan casi dos años afirmando que esta puede ser la última semana de Trump en el poder debieran no seguir precipitándose en el vacío de sus deseos. El personaje ha demostrado tener aguante y ganas de seguir, y nadie, salvo unas elecciones, parece ser capaz de echarle. Esto va a ser muy largo.

Sí es verdad que las dos revelaciones judiciales de esta semana son explosivas, y suponen el mayor daño conocido hasta el momento no tanto a la imagen del presidente, sino a su manera de acceder al poder y comportarse. Los dos casos son muy distintos y tienen alcance diferente. El más leve, pero picante, hace refrencai a su exabogado, Michael Cohen. Cohen ha admitido ante el tribunal, para reducir su condena, que se pagó a un par de putillas con las que Trump se acostó para que mantuvieran su silencio, haciendo pasar esos pagos como gastos de campaña. Lo primero es infame, lo segundo es lo delictivo, a nivel federal, y puede llevar durante un tiempo a Cohen a la cárcel y servir para acusar a Trump de cometer un delito de financiación ilegal de campaña. ¿Cómo ha reaccionado Trump? Ciscándose en su abogado, ex, poniéndole a parir y admitiendo que se compró el silencio de “stormy Daniels” y alguna otra, pero con dinero de su propio bolsillo. Imagino a esa derecha cristiana exaltada, que apoya a Trump, cenando tras las bendiciones y oyendo a su líder diciendo que paga para compra el silencio de aquellas con las que se acuesta, y todo con un toque de orgullo tanto por el sexo practicado como por la chequera disponible. Trump trata así de eludir el delito de financiación ilegal, admitiendo los pagos y el sexo. ¿Qué opina Melania, la que me da más pena en esta historia, de todo esto? Ni se sabe ni, me temo, se sabrá. El otro escándalo es mucho más denso y profundo, tiene que ver con la trama rusa y afecta a Paul Manafort, el que fuera su jefe de campaña electoral en 2016. Manafort ha sido encontrado culpable de varios delitos financieros en los que aparecen pagos ucranianos y vías de financiación que están siendo investigadas por Robert Muller, el fiscal especial encargado de averiguar qué hay de cierto en las acusaciones sobre la manipulación rusa en las elecciones presidenciales que otorgaron la victoria a Trump. Como en el caso anterior, Manafort ha admitido delitos para tratar de rebajar su posible condena, que en este caso puede ser mucho mayor que la que le espera a cohen, y aquí la respuesta de Trump ha sido bastante diferente. Trump defiende a Manafort a ultranza, lo protege, acusa a los tribunales y a la prensa de haberse inventado historias falsas para acusarle y no duda en ningún momento de la honorabilidad del acusado y legalidad de todos sus actos. ¿indica esta diferencia de comportamiento que Trump sabe cuál es el caso mollar? ¿Qué es consciente de dónde se la juega realmente? Puede ser. El caso Manafort tiene de fondo una palabra, traición, que sobrevuela Washington desde el mismo día de la victoria de noviembre de 2016, y si bien es cierto que las acusaciones de financiación ilegal son serias y pueden poner en un brete a la presidencia, no son nada en comparación con unas pruebas que pudieran demostrar que Trump contó con apoyo ruso, directo o indirecto, financiero o no. Eso sería devastador, no sólo ya para su presidencia, sino para toda la política norteamericana. La idea de que Trump pueda usar su poder presidencial para indultar a Manafort indica hasta qué punto ese caso es el importante en esta historia.

¿Está el impeachment, el proceso de destitución presidencial, más cerca? Sí, pero eso tampoco indica nada, dado que de arrancar ese procedimiento tardaría tiempo en llegar a alguna conclusión, por lo que no sería nada automático. Lo que sí están cerca son las elecciones de mitad de mandato, en noviembre. Ahora mismo los republicanos controlan el Senado y la Cámara de Representantes, y eso hace que las órdenes de Trump sean leyes al momento. Si pierden alguna de estas cámaras el poder presidencial quedaría tocado y sus posibilidades reales, mermadas. Pongan el ojo en lo que pase de aquí a esas elecciones, en lo que los desnortados demócratas sean capaces de logar, y en que algo d cordura vuelva a las instituciones norteamericanas, donde el sucio paso de Trump no deja de mancharlas a cada día que pasa.

Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo el lunes. Nos leemos el martes 28. Pásenlo bien.

jueves, agosto 23, 2018

Ventanas y vidas abiertas


Sigue haciendo calor en Madrid, superamos sin dificultad los treinta grados todas las tardes y, pese a que los días acortan con velocidad, la noche no permite aún refrescar las casas como es debido. Por eso, cuando se mete el sol, es instintivo el acto de levantar las persianas y dejar todas las ventanas abiertas de par en par, para que se ventile algo la vivienda, aunque en noches como las últimas no corra brisa y tengas la sensación de que ese refresco que buscas se obtiene por agotamiento del aire exterior, que se deja caer tras el calor, pero sin que haya nada más que lo sostenga. Haces la vida nocturna hasta que vas a la cama con toda tu casa expuesta al exterior.

En mi barrio los bloques están separados por zonas de jardín, que viven del riego natural de la lluvia, que estaban verdes hasta bien entrado el lluvioso mes de junio y ahora lucen yermas y desangeladas. En ellas varios árboles proporciona sombra y fronda, y por ello cada bloque no está pegado uno al otro, habrá unos veinte metros, así a ojo, entre ellos, pero nos vemos. Y cuando llega la anoche no queda más remedio que vernos. Todos los que pasamos agosto aquí, que no somos tan pocos, comenzamos el espectáculo de vivir de cara al exterior, de mostrar nuestras intimidades y vida personal en unas “jornadas de ventanas abiertas” que nada ocultan. Igual que ellos me ven a mi, yo veo sin hacer esfuerzo a cinco o seis pisos que cada noche se exhiben y mantienen sus propios ritos. Son viviendas iguales a la mía, pequeñas, modestas, en las que el salón es la gran pieza de la casa (el resto parecen de juguete) y es allí donde se desarrolla toda la existencia, donde la gente cena, charla, ve la tele, disfruta de ocio, se reúne y encuentra. Cada uno mantiene rutinas propias que parece desarrollar todas las noches, con horarios de cena y comportamientos clavados. Se asiste a un despliegue de lo que supongo serán platos, dado que se ve a personas sentadas en torno a una mesa. En una de las viviendas la cena es así, seria, como una comida de mediodía, nada frugal, sino reposada y con su ceremonial. En otra no, es la televisión la reina de la noche y su trino, no Mozartiano, llena sin duda el salón en el que se juntan al menos tres chicas, que esporádicamente se asoman a la ventana para fumar pero que parecen residir en el sofá que mira hacia la pantalla. ¿Cuántas plataformas tendrán contratadas? ¿Cuántas series serán capaces de ver a lo largo de este mes de agosto? En uno de los bajos de enfrente reside un señor sólo, como yo, que tiene varias pantallas de ordenador unidas, como si fuera el típico puesto de un bróker financiero, y que fuma algo y plancha muchas camisas, lo que quizás sea síntoma de que, en efecto, se dedica al mundo de las finanzas, o no. En otro de los pisos reside una señora mayor, junto con una pareja, siendo quizás la madre de uno de ellos. Esa señora mira mucho por la ventana, su piso da hacia Madrid, por así decirlo (resido en la zona este de la ciudad) y siempre se oye alguna de las llamadas que hacen los miembros de la pareja para que se separe de la ventana, desde la que contempla pasar la vida sentada en una silla o taburete, para que vaya a cenar. Casi todos los hombres de estos pisos llevan poca ropa de noche, un bañador y poco más, muy pocos camisetas. Ellas llevan camisetas o vestidos de verano, de esos que parecen cómodos y muy frescos, y es imposible captar conversaciones, salvo que se grite, cosa que a veces pasa, por lo que uno contempla el espectáculo como si de una película muda se tratase. Ve escenas pero no oye voces, de conversaciones que sí que existen, que se suponen, sin que haya subtítulos ni carteles que expliquen la escena que se desarrolla. La privacidad de lo que allí sucede se mantiene, la exhibición pública de los hechos no logra romper toda la carga de secretismo que se asocia a la vida interior de cada uno de los protagonistas.

Más allá de un recuerdo a “la ventana indiscreta”, tuve una sensación similar las dos veces que he visitado París, y no por las vistas desde mi hotel, sino por el trayecto en metro. Camino a casa la línea que usaba era elevada, no muy rápida y discurría entre avenidas a una altura del segundo o tercero, y en el viaje y paradas podías ver salones y habitaciones de los residentes en esa calle, y te asomabas a su intimidad, su decoración y enseres, con una facilidad pasmosa. Ahora, aquí, en agosto, la sensación es muy distinta, es mucho más larga y densa, y sobre todo, silenciosa, sin prisa. Por momentos las fachadas de enfrente se asemejan a un cuadro de museo, en el que el artista retratase vidas compartidas separadas por tabiques y pisos, y en cada una de las facetas en las que se dividiera la obra nos mostrase escenas de hogar, obligando a preguntarnos quiénes son los que allí figuran, cómo son sus vidas.

miércoles, agosto 22, 2018

Abusos sexuales, poder e impunidad


Ha publicado el Papa Francisco una carta en la que trata de poner un parche a la herida provocada por los últimos casos de abusos sexuales destapados en el seno de la iglesia católica, en este caso en el estado norteamericano de Pensilvania. La fiscalía local hizo público un informe en el que detalla las prácticas continuadas, a lo largo de décadas, de decenas, cientos de sacerdotes, que abusaron sexualmente de críos en las parroquias o colegios en los que trabajaban. Muchos de esos casos ya están prescritos legalmente, pero no moral ni sentimentalmente en el corazón de las víctimas, que nunca fueron tratadas como tales. El daño que se les provocó ya nadie va a ser capaz de repararlo.

¿Es la iglesia culpable de estos abusos? En gran parte, sí. ¿Lo es la religión? No, porque si así fuera sólo habría casos de este tipo asociados a religiosos, y no es lo que vemos en la realidad. ¿Solucionaría algo eliminar el celibato, como muchas voces sugieren? Lo dudo. Soy partidario de eliminarlo, de hacerlo voluntario, porque no le veo un sentido religioso a esa renuncia, pero nuevamente, los casos de abusos se dan entre depravados célibes y no, por lo que sospecho que no tardaríamos demasiado en ver las primeras acusaciones a sacerdotes casados por la presunta comisión de esos delitos. No, el problema de los abusos sexuales es bastante más profundo y retorcido, y difícil por tanto de erradicar. Hay mentes depravadas, enfermas, en el sentido clínico o figurado, que abusan y violan a menores porque disfrutan con ello, aunque eso sea algo que nos parezca inconcebible. Vemos cada día detenciones de pedófilos que comparten archivos informáticos con otros sujetos, y los perfiles sociales y vitales de todos ellos son de lo más heterogéneo. Los hay casados y solteros, pudientes y míseros, introvertidos o socialmente exitosos, no hay patrón. El mundo del espectáculo, el de los entrenadores deportivos, el de la educación reglada, ofrecen de cuando en cuando casos a cada cual más aberrante en los que un sujeto ha causado daños incalculables a niños y niñas abusando de ellos. ¿Por qué? No lo se, no soy capaz de encontrar respuesta a esa pregunta, pero sí observo que hay dos cosas que se repiten una y otra vez en cada uno de esos casos. Una es el poder, la autoridad que el mayor tiene sobre el niño, bien por su cargo o relación con él. El maestro, el entrenador, el cura, el responsable de la tienda, lo que sea, posee una autoridad que el niño reconoce, y tiende a obedecer. Esa autoridad hace que acepte comportamientos que pueden resultarle extraños, pero no malos por definición, dado que vienen de alguien que en otras ocasiones pasadas le ha ayudado y aconsejado. Ese poder por parte del adulto abre las puertas al mal. La otra característica suele ser la sensación de impunidad que asiste al delincuente, al abusador. Se sabe protegido por un sistema, estructura o entidad social que va a hacer caso a su palabra si hay denuncias, que lo va a amparar y resguardar de acusaciones, y que hará todo lo posible para protegerle en busca de protegerse a sí mismo, tratando de salvar el nombre de la institución. Cuando el abusador sabe que lo peor que le puede ocurrir es que le manden a otro lugar, pero manteniendo cargos, sueldos y prebendas, ¿cuáles son los frenos efectivos para que no lleve a cabo sus depravadas conductas? Todo queda en manos de su deseo e integridad personal que, obviamente, es lo más cercano a menos infinito que nos podamos imaginar.

Por ello, si el comportamiento de los individuos a veces es imposible de prever, las organizaciones sí deben tener claro que deben perseguir estos delitos hasta su exterminio, y nunca, nunca, ampararlos, ocultarlos, disimularlos o negarlos. Este es el error, el gravísimo error, delictivo, que se le puede achacar a la iglesia católica, o a la federación norteamericana de gimnasia, o a la academia de cine de Hollywood, o a tantas y tantas instituciones que, conociendo que en su seno habitan depredadores, nada han hecho para extirparlos. Y de mientras estas instituciones no cambien de conducta, o la ley no les obligue, no habrá nada que hacer no para acabar del todo con este mal, que me parece imposible, pero sí para limitarlo al máximo.

martes, agosto 21, 2018

Incidente yihadista en Cornellá


Ayer tuvo lugar un extraño incidente yihadista en Cornellá, que parece un intento frustrado de atentado, en el que falleció un individuo por disparos de los Mossos d’Esquadra cuando atacó a los que se encontraban en una de las comisarías de la localidad. El atacante entró en la sede policial, y al grito de Alá es grande, sacó un cuchillo de grandes dimensiones y se dispuso a atacar a la primera agente a la que vio. La agente respondió con fiereza, lógica dada la situación en la que se encontraba, y abatió, que es como se dice ahora, al exaltado de unos certeros disparos. El caso está siendo investigado como terrorismo yihadista, aunque tiene aspectos cuanto menos extraños, como esa declaración de la pareja alegando la homosexualidad reprimida.

A los pocos días de la (cutre, desangelada, fría y politizada) conmemoración de los atentados de Barcelona, podemos contemplar lo que llevamos de 2018 como un año extrañamente tranquilo en lo que hace a ataques yihadistas. Han disminuido tanto en frecuencia como en intensidad, y ha sido este de Cornellá, o el intento de atropello y ataque a las defensas del parlamento británico de hace unos días de las pocos sucesos de este tipo de los que hemos tenido constancia en los últimos meses. Esto es, en sí mismo, una excelente noticia que debiera alegrarnos a todos, y en casos como estos se descubre hasta qué punto es injusto que las buenas noticias no lo sean. Cuánta cobertura reciben los atentados terroristas y qué poca la sensación de seguridad en la que nos vemos inmersos en estos últimos tiempos. ¿A qué se debe? Probablemente sean varias las causas, y sin duda, la principal, es el incansable trabajo de cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, nacionales y extranjeras, que no cesan día a día de analizar información, perseguir sospechosos, estudiar pistas y líneas de investigación y desarticular comandos, tramas e intentonas, algunas en fase muy preliminar, otras ya avanzadas. Tampoco tiene en las noticias la relevancia debida todo ese trabajo policial y de seguridad. También los servicios de inteligencia están cada vez más entrenados y su pericia a la hora de cazar a estos terroristas mejora. Poco a poco el instinto de los que nos protegen se va a afilando cada vez más frente al enemigo yihadista, al que empiezan a conocer más en profundidad. También habrá contribuido, sin duda, la derrota del maldito DAESH en Siria, lo que ha privado de recursos, ideario y santuario a muchos de los indeseables que se dedicaban a captar terroristas y a los que querían ejercer el martirio, allí y aquí. Es relativa la derrota de DAESH, cierta en territorio sirio, pero empieza a coger fuerza en otras áreas como Afganistán o el Sahel africano, y ya saben que para estos fanáticos el tiempo es algo mucho más extenso y calmo que la prisa con la que los occidentales lo vivimos. La derrota de DAESH en Siria ha sido mediante el exterminio de muchos de sus miembros, no creo que haya muchos prisioneros, y un fanático muerto es poco probable que sea capaz de atentar en ninguna parte. Esta es la causa más probable por la que uno de los miedos de las policías europeas, el papel de los retornados que lucharon en la guerra siria, sea menor del esperado. Al haber fallecido en su mayor parte, el volumen de retornados es de esperar que sea mucho menor de lo previsto inicialmente, y con ello los riesgos asociados. De todas maneras este problema de los retornados sigue presente en países como Bélgica o Francia, donde esas “reducidas” cifras alcanzan valores de centenares, suficientes como para generar un ímprobo trabajo a cualquier cuerpo de seguridad y permitir que alguno de ellos se pueda escapar de la vigilancia establecida.

Por lo tanto, debemos felicitarnos ante la situación actual, pero no conformarnos y, nunca, nunca, bajar la guardia. En este momento se puede estar planificando otro atentado en cualquier parte de Europa y el constante trabajo de gato y ratón entre terroristas e inteligencia debe desembocar, esperemos, en su frustración. Pero tengamos siempre presente que, con que sólo una de las acciones yihadistas tenga éxito, el daño estará hecho, y de poco servirá todo el trabajo previo de seguridad si unas muertes lo contemplan. Sigamos trabajando, demos gracias y ánimos (y recursos) a los que sin descanso trabajan para protegernos y que la racha de detenciones y desarticulaciones no cese. Ese es el único, lento pero seguro, camino para acabar con ellos.

lunes, agosto 20, 2018

Mantener es caro, no hacerlo, mucho más


Con motivo del desastre del puente Morandi de Génova ha vuelto a la luz el viejo debate sobre el coste de mantenimiento de las infraestructuras, la posible dejadez en la que se ha caído durante estos últimos años en este aspecto y la vejez de muchos de los puentes y demás obras civiles que usamos a diario en los países occidentales, vejez que es menor en nuestro caso, dado que hemos hecho las obras más tarde, y más acusada en naciones como Italia, EEUU o Reino Unido, que desarrollaron muchas de esas infraestructuras cuando en España eran, sencillamente, inimaginables. Hay un poco de cierto en todos estos argumentos.

Inaugurar una obra es fácil, y rentable para los políticos. El día del corte de cinta es goloso, otorga fotos bonitas y, lo más buscado, votos. Pero a partir de ahí la obra empieza a funcionar y, a los costes que ha supuesto realizarla, muchos o pocos, inflados o no, se le deben añadir nuevos costes, principalmente de funcionamiento y de mantenimiento. Un nuevo polideportivo para el pueblo es una maravilla, pero no sirve de nada si el ayuntamiento se ha endeudado hasta las cejas y el día de su apertura no tiene un euro para contratar al personal necesario para que funcione o para pagar la luz, agua y otros gastos corrientes. Una nueva infraestructura supone una nueva fuente de costes para quien la gestiona, y debe tenerlo en cuenta. Es verdad que también supone ingresos, pero si estamos hablando de instalaciones públicas, normalmente los precios poseen un carácter social y no cubren la totalidad de los costes. Ante ello el gestor de la infraestructura puede hacer, en esencia, dos cosas. Ser responsable y detallar todos los costes e ingresos que va a obtener y estudiar cómo paliar los déficits que puedan surgir, o ser un baranda y hacerse trampas en el solitario. ¿Cómo? Lo más obvio es inflar los ingresos previstos (caso reciente de las radiales de Madrid) o disminuir los costes, bien mediante la prestación de un peor servicio (no contrato personal suficiente y no doy abasto a la demanda) o me ahorro dinero donde no se vea su gasto, y este último es el gran peligro asociado al mantenimiento, que es caro pero no luce, que supone dejarse dinero de manera continuada pero sólo en caso de catástrofe, como la de Génova, o de fallo muy visible, es imposible de obviar. Si el ayuntamiento tiene una piscina puede ahorrarse pasta contratando menos socorristas o gastando menos en la depuradora y el cloro. Lo primero se ve nada más llegar, lo segundo no tanto, y puede que no se aprecie hasta que el agua adquiera el tono verdoso típico de los estanques románticos, ideales para pasear por su entorno, pero no tanto para bañarse. Y no hablemos del mantenimiento del vaso de la piscina. Si se sueltan losetas del mismo puede que ni sean apreciadas por los bañistas, y ahí tenemos una evidente vía de ahorro no debida. Es poco probable que la piscina tenga fugas y se vacíe, pero uno puede imaginar una serie de aspectos en los que, en mantenimiento, se puede ahorrar, o directamente no hacer nada, e ir tirando. Progresivamente la calidad de la obra, en este caso piscina, se irá deteriorando con el uso, y llegará un momento en el que o se hacen determinadas obras de envergadura o el servicio no podrá prestarse. Esas obras no llevan cortes inaugurales de cinta, ni fotos, ni votos, y se postergan hasta el infinito. Y esa es la causa por la que muchas de las infraestructuras tienen una vida útil menor de la esperable. La multiplicación de las mismas (no es lo mismo tener cien kilómetros de AVE que cinco mil) y la existencia de distintas administraciones implicadas pueden generar un cóctel perfecto de desidias, pases de responsabilidad e inacción que, llegado el caso, se pueden convertir en catástrofe. En el puerto de Vigo hemos visto este “pasa la bola” entre el ayuntamiento del PSOE y la Autoridad Portuaria, dependiente de la Administración Central, con las consecuencias vistas por todos.

Piense usted en el AVE. Un kilómetro de vía de AVE tiene un coste de mantenimiento de muchos miles de euros al año, y sólo de lo que es carril, traviesas, plataforma, catenaria y comunicaciones, no estamos hablando de puentes y túneles asociados. En el caso del puente Morandi habrá que investigar si la falta de mantenimiento ha sido una de las causas del hundimiento, o el propio diseño del mismo era proclive a que pasase algo así (pocos tensores tenía para mi gusto) o los materiales con los que se construyó no eran los adecuados. Pero en todo caso recuerde. Mantener algo es caro, pero no mantenerlo puede salir carísimo.

viernes, agosto 17, 2018

Un año de los atentados de Barcelona


Hoy se cumple un año de los malditos atentados yihadistas de Barcelona. En un verano más cálido, menos tormentoso, y con el pulso soberanista elevando su tono hasta donde nunca imaginábamos (y lo que nos quedaba por ver) una célula yihadista con base en Ripoll y cuartel operativo en Alcanar, sembró el terror en el centro de Barcelona y, luego, en el paseo marítimo de Cambrils. Dieciséis fueron los asesinados en este acto fanático, absurdo, tan carente de explicación como todos los terroristas, y que fue el “plan b” alternativo de una célula que vio frustrados sus planes originales, mucho más crueles, al estallar el día anterior el laboratorio de Alcanar.

Si desde el principio de los hechos quedó claro el origen e inspiración yihadistya de la matanza, también resultaba obvio que el independentismo, ya lanzado en su cruzada, iba a pasar por encima de las víctimas para explotarlas. En esto, los independentistas catalanes han demostrado ser muy españoles, porque el olvido y desprecio de la víctima es algo muy propio de nuestro país, sin que tenga aún muy claras las causas de ese ruin y generalizado comportamiento. Al día siguiente se celebraron ya actos de condena que fueron exhibiciones esteladas, y la gran manifestación de repulsa a los atentados, celebrada en Barcelona, con la presencia de todas las autoridades de la nación, fue objeto de una instrumentalización partidista que rozó los mejores tiempos del nacionalismo vasco. No la vi por completo por televisión porque no podía aguantarla. Me recordaba mucho a cosas vividas. Era total el paralelismo con aquella manifestación, en la que estuve, celebrada en Vitoria tras el asesinato perpetrado por ETA de Fernando Buesa y su escolta, el ertzaina Jorge Díaz Elorza, manifestación que el PNV trató de convertir en defensa de un Lehendakari Ibarretxe que sólo miraba por los que consideraba suyos (en eso era coherente, así realmente los sentía) y sus socios del pacto de Estella. La manifestación de Barcelona fue un fracaso y mostró cómo el sectarismo, cuando anida en un sector de la sociedad, es irrefrenable, nada puede hacerle cambiar de punto de vista. A los pocos días el atentado estaba ya olvidado por casi todo el mundo y la bronca separatista lo volvió a llenar todo, de la mano de un Puigdemont, entonces Presidente de la Generalitat, que vio aquellos sucesos como un mero incidente en el desarrollo de su hoja de ruta soberanista. El conjunto de la sociedad española, inmersa en el ruido independentista, no supo empatizar, no supimos, con las víctimas de aquel atentado, y fueron olvidadas a una velocidad tan rápida como vergonzante. Había que tapar todo aquello, hacer como si no hubiera sucedido, gritar un falso “no tenemos miedo” que escondía el acojone colectivo ante el yihadismo, sus métodos de crueldad infinita y la aleatoriedad absurda de unas muertes prácticamente inevitables. El atentado de Barcelona fue, otra vez, un fracaso colectivo de nuestra sociedad, no tanto por el hecho de que pudiera haber sido evitado o no, porque a posteriori siempre las pistas de lo que va a suceder parecen mucho más evidentes de lo que lo son a priori, y esto engaña nuestras capacidades de racionamiento, sino por la respuesta social y política que se dio. Se buscaba en todo momento no ofender a una comunidad musulmana que no tiene culpa del terrorismo, pero que debe combatirlo con la misma entrega y rabia con la que lo hacen todos los demás, denunciando los procesos de radicalización que se producen en su seno y que no son visibles por casi nadie más. Se trató de no tensar las relaciones entre gobierno central y Generalitat, relaciones que estaban rotas desde hacía tiempo y era notorio que no iban a arreglarse. Se trató de disimular, hacer como si no hubiera sucedido la inmensa tragedia que sí pasó. Y así, los atentados se devaluaron y sus víctimas, por supuesto, fueron orilladas.

Que ayer, ayer, varias de ellas salieran para exigir que hoy no se politicen las movilizaciones en recuerdo de lo sucedido y a demandar respeto y atención es algo que nos debiera avergonzar a todos, aunque tengo por seguro que a muchos en nada afectará. Puede que el ánimo independentista se haya desinflado algo, pero no descarto nuevas escenas de infamia en la mañana barcelonesa de hoy, en la que el riesgo de tormenta permanece presente. Lo que es seguro es que por la tarde, cuando los medios ya estén con otra cosa, las víctimas volverán al olvido, sus traumas seguirán ahí, abandonados, dejados sólo para ellas y sus familias, y muy pocos serán los que les presten el cariño, atención, recursos y tiempo necesario.

jueves, agosto 16, 2018

El derrumbe del puente Morandi en Génova


Quizás sean los puentes la obra de la ingeniería que más fascina. Los túneles parecen también muy difíciles de construir, pero no los vemos en su totalidad y, por definición, las inmensas obras necesarias para construirlos suceden de manera oculta. En los puentes no. Todos hemos visto construir alguno, pequeño o grande, y maravilla la forma en la que los tableros, pilares y demás estructuras son erguidas, venciendo a su propia fuerza de la gravedad, logrando autosostenerse y soportar el peso de los que por ellos pasan. Son logos científicos y, en muchos casos, obras de arte.

Los puentes también se caen. Si no se les dedicara un mimo y mantenimiento continuo, todos lo harían, porque la gravedad no cesa de realizar su trabajo de tiro hacia el suelo. Cuando un puente se cae la catástrofe anda cerca. No son demasiados los casos habidos en estos últimos años, pero es evidente que con el número de puentes crecientes que hay en nuestro mundo, y de unas dimensiones cada vez más asombrosas, el riesgo existe. A media mañana del 14 de agosto, en medio de una fuerte tormenta, se desplomó el puente Morandi en Génova, obra que surcaba parte de la ciudad y que formaba parte de la autopista A10, que enlaza la costa azul francesa con Milán, pasando por la ciudad portuaria. No conocía esa obra, no me sonaba su estructura y forma cuando vi las primeras noticas que anunciaban el desplome, pero su dimensión, enorme, y el más que concurrido tráfico que se supone albergaba hacía temer lo peor. Y ese “lo peor” se cifra ahora mismo en cerca de cuarenta muertos, una ciudad colapsada, un país en shock y un montón de preguntas que se lanzan entre la incredulidad y el desasosiego. ¿Era seguro el puente? Esa es quizás la más importante de todas, y no esperen respuesta alguna por mi parte, porque ni soy ingeniero ni especialista en estos temas. Hay multitud de artículos por ahí que relatan como las estructuras de Morandi, el ingeniero que lo diseñó han sufrido una mala vida y peor destino tanto por los materiales empleados como por el inadecuado diseño de las mismas. ¿Estamos ante un desastre previsible? No me arriesgaré a afirmar algo así sin saberlo con certeza, porque los accidentes de este tipo se parecen bastante a los de la aviación. Normalmente no falla un solo punto de la estructura, sino que se producen una serie de fallos concatenados que acaban haciendo mella en el puente y lo condenan al colapso. El estado de la cimentación, las obras de reforma que se hicieron en el pasado y que se estaban desarrollando en la actualidad, los materiales que se utilizaron en su momento para levantarlo y los que se han ido añadiendo con el tiempo, el diseño de reparto de cargas y el de la estructura en sí.. todo deberá ser analizado por los técnicos en un proceso de carácter muy forense que tendrá que dar respuestas a lo sucedido, y en función de ellas, podremos establecer acusaciones a la empresa concesionaria de la autopista, al gobiernos regional o nacional, a las ingenierías y constructoras implicadas en todas las obras que se hayan desarrollado en el puente en los últimos meses y años. Lanzar acusaciones a la brava sin tener información segura es muy precipitado, y más aún cuando todavía estamos asistiendo a la recuperación de víctimas de la tragedia. Lo peor, en estos momentos de dolor, en la incoherencia y las declaraciones salidas de tono.

Y en este sentido, el comportamiento de Mateo Salvini, el ministro de interior y hombre fuerte de La Liga y el gobierno italiano, ha superado todas las cotas de la infamia. Acusar a las políticas de austeridad de la UE de ser las responsables de este desastre es tan falso como mezquino, tan erróneo como nauseabundo, y es un nuevo ejemplo del maldito populismo que nos rodea por todas partes, que no duda en usar a las víctimas de esta desgracia como munición para alimentar sus discursos falsos y cobardes. Todas las infraestructuras acabarán cayendo si no se mantienen adecuadamente, pero en manos de infames populistas como Salvini, las instituciones lo harán mucho antes gracias a su denodado trabajo de derrumbe y poda. Desgracia tras desgracia.

martes, agosto 14, 2018

Al borde de la tragedia en Vigo


Al borde de la tragedia, al borde del mar, alguna de las vírgenes a las que rezan los marineros, una trainera llena de cármenes se les apareció a los cientos de personas que, disfrutando del último concierto del festival “O Marisquiño” se vieron en unos instantes convertidas en despojos arrojados al agua, al fallar la plataforma en la que se encontraban, una especie de prolongación del muelle del puerto, construido en paralelo al mismo, pegado a él, y con el suelo de madera. El peso ejercido por tanta gente, presumiblemente en movimiento, junto con el estado de la infraestructura, parecen ser las causas de un derrumbe que, milagrosamente, deja cientos de heridos pero ninguna víctima.

Era cuestión de tiempo que alguno de los infinitos festivales que se celebran a lo largo del verano en España fuera noticia por un suceso, y ha tenido que ser en este de Vigo. La proliferación de festivales en los que, cada vez más, las masas convocadas no dejan de crecer, se convierten en lugares perfectos para que se produzcan accidentes por el mero hecho de la concentración humana, que de por sí es un factor de riesgo de primer orden. Este verano hemos visto denuncias referidas al Mad Cool y al concierto que, unos días antes, ofreció Vetusta Morla en el entorno de la Caja Mágica, al sur de Madrid. Todas ellas incidían en la aglomeración, en los problemas para desalojar el espacio, en escenas de tensión y nervios, que afortunadamente se quedaron sólo en eso, pero que mostraban que, ante una situación convencional, la logística del evento no daba de sí. Si en uno de esos conciertos llega a producirse un hecho no deseable, fortuito o intencionado, las consecuencias podrían haber sido nefastas. ¿Piensan en ello los responsables y organizadores de estos eventos? Tengo mis dudas. Los festivales se han convertido en fabulosas máquinas de recaudar dinero, tanto para la organización como para los grupos asistentes, que encuentran en los directos la fuente de dinero que ya no existe en la venta de canciones, y claro, cuanta más gente consigamos reunir mayores serán los ingresos para todos. La tendencia de los festivales a agigantarse es clara, y con ello los riesgos se disparan. Muchos se siguen realizando en recintos similares o cercanos a donde nacieron, y en algunos casos dejan ver que esos lugares ya no dan de sí para poder albergarlos. Otros, como el siempre nombrado Mad Cool, cambian de ubicación en busca, se dice, de mejores condiciones, pero lo que se intenta es aumentar la capacidad de aforo del recinto. Como en el secarral que rodea Madrid sigue habiendo espacio de sobra para lo que uno pueda imaginar, se escoge uno cualquier y se ponen allí escenarios, alcohol y palmeras, naturales o de goma, qué más da, y los accesos y evacuaciones ya se estudiarán una vez que pase el primer día de festival y se vea cómo funcionan. Hace no mucho en Madrid vivimos el desastroso acontecimiento del Madrid Arena, en la noche de todos los santos, que se saldó con la muerte de cinco chicas en un escenario de pesadilla en el que se incumplían todo tipo de normativas, sea cual sea la que pudiera afectar al acto. Todo era ilegal, todo se transgredió, y el resultado, cinco fallecidos, parecía poco una vez que se empezaba a descubrir lo que era aquel acto y cómo estaba organizado (es un decir) ¿Aprendimos algo de lo que pasó allí? ¿Sacamos algunas lecciones de ese desastre? Pocas, visto lo visto.

Ahora, pasado el susto en Vigo, con los heridos recuperándose, y sin tener que lamentar víctima alguna (viendo las crónicas, me reitero, es milagroso que así sea) comienza la batalla política, entre el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria, que se acusan el uno al otro de ser el responsable de la dejación en la que se encontraba esa plataforma, aunque a buen seguro ambas autoridades estarían dispuesta a cobrar el día anterior al suceso por el uso de la misma, quizás repartiéndose los ingresos. El PP local denunció hace pocas semanas el inadecuado estado de aquel lugar para acoger concentraciones y, por una vez, una denuncia política fue premonitoria. Habrá que investigar lo sucedido y quién era el responsable de mantener aquello. Quizás sepamos lo primero, pero dudo mucho que logremos averiguar lo segundo.

Mañana es fiesta, así que nos leemos el jueves. Pásenlo bien y descansen

lunes, agosto 13, 2018

La lira turca hunde el mercado


No fue el viernes un día tranquilo en los mercados, sino uno de esos que recordaba a los agostos fatídicos que algunos pensaban ya olvidados. La lira turca siguió cayendo, como lo hizo en sesiones precedentes, y por fin, las acciones y el resto de mercados respondieron como era de esperar, con caídas, tras unos días en los que ese movimiento apenas había tenido consecuencias en las plazas financieras. Todas fueron afectadas, y nuestro Ibex más, por la exposición de bancos como el BBVA al mercado turco. Su cotización cayó algo más del 5% y tiñó de rojo casi todos los valores en una sesión de viernes que fue de mal en peor.

¿Qué pasa ahora en Turquía? Que una serie de problemas viejos y nuevos se han plantado encima de la mesa y han convertido a la economía, y a ese país, en un quebradero de cabeza. La deuda e inflación turca ya eran problemas conocidos, pero se sustentaban en crecimientos de PIB vigorosos, que han flaqueado en estos últimos años. El drenaje de divisas fruto de la desbandada de turistas, por los atentados y el golpe de hace un par de veranos, supusieron un dolor muy serio para las finanzas turcas, y la inestabilidad política de estos últimos tiempos no le ha sentado bien al país. Con Erdogan convertido en sultán autoritario la seguridad jurídica de la nación se ha derrumbado y la imagen de que el nepotismo presidencial lo ocupa todo ha generado muchos recelos entre los inversores. El reciente nombramiento del propio yerno de Erdogan como ministro de economía ha sido una clara señal a los mercados de que la nación está en manos de su familia y que la seriedad se ha esfumado. A todo esto debemos añadir cuestiones geopolíticas. Las tensiones entre Turquía y occidente no han hecho nada más que crecer a medida que ha avanzado la guerra siria y que, de facto, se ha organizado una alianza entre Ankara y Moscú para combatir a kurdos (financiados por EEUU) y sunitas. Las acusaciones cruzadas entre Ankara y Washington han subido mucho de tono en los últimos tiempos y existen clérigos cruzados, retenidos en ambos países, que son exhibidos como piezas de canje en una negociación en la que Trump y Erdogan actúan como dos machos encabritados, indiferentes ante los destrozos que puede originar su pelea en las economías de ambos países, especialmente en al turca, que es la más débil. La explosión de la lira del viernes, que continúa ahora mismo, ha sido la más aparatosa de las consecuencias de estos enfrentamientos, y la que ha logrado poner sobre el tapete las debilidades de la economía turca y sus riesgos. En aquel país los tipos de interés viven en el 17%, y aun así se descapitaliza. Compárelos con la nula rentabilidad de nuestro sistema de depósitos y la atonía en la que vive la zona euro y se dará cuenta de que vivir en un paraíso es algo que sólo se percibe cuando se sale y pisa el infierno. Los llamamientos del viernes de un patético Erdogan para que la gente de su país convirtiera euros, dólares u oro en liras turcas eran la viva imagen de la impotencia. Un dictador derrotado por su propia moneda, no me digan que, aunque es sangrante, no tiene su gracia.

En el plano local, la banca europea, y especialmente el BBVA, es la directamente afectada por todo esto. El banco de Francisco González obtiene cerca de un 15% de su beneficio del mercado turco, y este derrumbe de la lira puede hacer que esas ganancias se evaporen en una gran parte. La apuesta turca, a través del banco Garanti, es una inversión estratégica para la entidad, y de largo recorrido, que lleva tiempo dando frutos. En medio de este marasmo es difícil saber qué va a hacer el banco para controlar daños, más allá de elevar previsiones, lanzar avisos de bajadas de beneficios (profit warnings) y esperar a que la tormenta amaine. Y de mientras, el dólar se encarece, el euro cae a 1,13 y los aranceles de Trump crecen a medida que el resto de monedas se debilitan, y se hacen más competitivas, contra la norteamericana. Menudo lío.

viernes, agosto 10, 2018

Sigue la cruel guerra de Yemen


Esta vez ha sido un autobús en el que viajaban muchos niños la víctima de los bombardeos que los aliados del régimen han alcanzado en su última ofensiva. El balance de víctimas es provisional, pero se habla de cerca de las cincuenta, la mitad de ellas niños, aunque ya se sabe que en las guerras hay que desconfiar de lo que cuentan las fuentes de parte. Las pocas imágenes que nos han llegado relatan angustia, dolor y muerte, en un escenario polvoriento y desolado, roído por los bombardeos de una guerra que se arrastra desde hace años y que ha dejado el país reducido en gran parte a escombros y a su economía completamente devastada.

¿De qué nación estoy hablando? Casi todos pensaríamos en Siria, dado que el relato anterior cuadra con lo que hemos vito estos últimos años. Y sí, podría ser Siria, pero no, es Yemen. Y al nombrar Yemen seguramente muchos preguntarán qué es eso, y luego quizás dónde está, y por último, si pasa algo allí, en ese lugar ignoto y perdido. Yemen está en la península arábiga, en su extremo sur, es un país montañoso que está rodeado de ricos vecinos como Omán y Arabia Saudí. Por desgracia para los yemeníes, bajo sus montañas y el trozo de desierto arábigo que les ha tocado sólo se esconde más piedra y arena, ni rastro de petróleo, y por ello el país siempre ha sido pobre, y ha contado con regímenes autoritarios que en nada han ayudado a su desarrollo. Profundamente dividido entre chiíes y suníes, hace unos tres años se produjo una revuelta de una de las etnias locales, los hutíes, en contra del gobierno de Saná, la capital. Los hutíes chiíes fueron apoyados desde el principio por Irán, y el poderoso vecino saudí contempló con estupor como era posible que una revuelta de sus odiados chiíes se pudiera estar dando en el patio trasero de su nación, y sin pensárselo dos veces, empezó a actuar militarmente en apoyo del gobierno que hasta entonces regía en el país. De una manera no prevista, el alzamiento hutí se convirtió en toda una guerra civil y en una guerra “proxy” entre Irán y Arabia Saudí, como las que libraban en sus tiempos EEUU y la URSS en Afganistán o en muchos de los conflictos africanos y centroamericanos. Las pocas noticias que llegan desde Yemen son siempre horrendas, y es en parte esa misma opacidad, síntoma de indiferencia, lo que está permitiendo a los contendientes elevar el grado de crueldad de su enfrentamiento y abocar a la población civil yemení a aun situación de crisis realmente aterradora. Varios han sido los brotes de cólera que se han desatado en el país en estos años y, se cree, han causado más víctimas que la propia guerra. En lo que hace al conflicto bélico la situación es de un angustioso empate en el que ninguna de las partes ha llegado a imponerse a la otra. Pese a la implicación saudí, los hutíes resisten y desde hace un tiempo el gobierno de Saná no es sino una farsa en una nación que se ha convertido en el caos, con zonas controladas por ambas partes y sin que esté nada claro cuál va a ser el final de este conflicto. El aumento del poder en Riad del príncipe MBS se ha traducido en mayores bombardeos por parte de los saudíes en Yemen, con el objeto de dar por liquidado un conflicto que se prolonga en el tiempo mucho más de lo que nadie hubiera esperado, pero el sobreesfuerzo saudí no está logrando resultados prácticos. Incluso se han producido respuestas hutíes en forma de lanzamientos de misiles sobre Riad, que hace unos meses obligaron a cerrar el aeropuerto internacional por unas horas, en lo que fue un episodio bochornoso para la potencia saudí.

En esta guerra, cruel hasta el extremo, se juntan todas las maldades posibles, y en lo que nos toca a nosotros se junta la indiferencia ante lo que sucede en un lugar remoto, del que apenas tenemos referencias visuales o emocionales, junto con el deseo de mirar hacia otra parte cuando es Arabia saudí, el controlador del precio del crudo, quien soporta a una de las partes. Los saudíes representan una visión medieval, dictatorial y oscurantista del islam y los derechos humanos son para ellos algo que se puede pisotear cuando se desee. No nos enfrentamos a Riad porque nuestros surtidores, en el fondo, dependen de ellos, y lo sabemos. Los iraníes no son mucho mejores. Y en medio de este desastre, los yemeníes y su patrimonio mueren. Y a (casi) nadie le importa.

jueves, agosto 09, 2018

Sánches, presidentes y primeros ministros


Han sido varios los titulares de prensa que, en las últimas semanas, han hecho alusión a Pedro Sánchez criticándole por ser un presidente del gobierno no votado, y por ello quitando legitimidad a su mandato. Lo cierto es que a Sánchez se le puede criticar por muchas cosas, y más veremos aún con el paso del tiempo, pero no precisamente por su forma de elección ni por la legitimidad de la misma, que es plena. Sánchez es un presidente del gobierno tan legítimo como todos los que han ocupado ese cargo durante de la democracia española, dado que ninguno de ellos ha sido elegido por voto popular. En el fondo, ninguno son presidentes, sino primeros ministros.

Asociamos la figura del presidente al cargo con más poder, y al resultado de una elección directa de voto popular, como sucede en nuestro entorno en Francia o, por ejemplo, en casi todas las naciones de América, pero el caso de España es distinto. De hecho en España no hay una sola institución o cargo cuya figura dirigente sea escogida por voto popular directo. Cuando votamos en las elecciones del tipo que sea, lo hacemos a una lista de nombres dada restringida a una circunscripción, sea la provincia, el ayuntamiento o, como el caso de las europeas, todo el país. Esa lista tiene una serie de nombres que ocupan los escaños del parlamento que se trate en orden del primero al último hasta agotar los escaños que la formación que imprime la lista obtiene en la circunscripción (sí, el senado es un poco distinto, pero para lo que lo utilizamos podemos obviarlo). Por ello, todos los miembros seleccionados en esa lista han recibido el mismo número de votos en esa circunscripción, y sólo en esa. En las elecciones generales, la tradición dicta que los candidatos a presidente se presentan por Madrid, por lo que sólo los empadronados en esta provincia pueden votarles. Toda la familia pontevedresa de Rajoy jamás pudo votar la lista que encabezaba su familiar. Esos votos asignan escaños y esos escaños se agrupan en formaciones políticas, que han recibido X votos, miles o millones, en el conjunto del país, pero el voto ha sido a la marca política, no a la persona. La elección del presidente del gobierno se realiza en el Congreso por parte de los 350 diputados, y para ser escogido por ellos, que son los que han sido votados, se requiere ser español y mayor de edad. Nada más. Si usted, querido lector, convence a 176 diputados para que le voten, se convertirá automáticamente en lo que mal llamamos presidente del gobierno. Curioso, pero así es. Este sistema es el mismo que impera en, por ejemplo, Reino Unido, Italia o Alemania, donde ha sido habitual, especialmente en los dos primeros países, la elección de primeros ministros que no se habían presentado anteriormente a elecciones o que no eran cabeza de cartel de su formación. En Reino Unido, por ejemplo, tras la dimisión de Cameron por su maldito referéndum del brexit, los conservadores escogieron a Theresa May como primera ministra. May era una parlamentaria de los Comunes, y llegó a Ministra, pero nada más que eso. No encabezó contienda electoral alguna. Al año, convocó elecciones para, ya como cabeza de cartel, reforzar su posición, y todos sabemos lo mal que le salió el negocio, perdiendo la mayoría absoluta que le dejó el desastre de Cameron. ¿Era May una primera ministra carente de legitimidad? Lo fueron Letta, Monti, Gentiloni y otros tantos que se han sucedido en Italia en estos años? No. Tampoco es ilegítimo Sánchez.

Fijémonos que ni siquiera para la elección de alcalde votamos nominativamente al candidato. Escogemos listas que, en este caso, sí pueden ser votadas por todo el censo afectado por la decisión, el municipio, pero luego el alcalde saldrá elegido en la votación que hagan los concejales, no siendo por tanto un alcalde presidente. En Francia, presidencialistas hasta el extremo, se realiza una segunda vuelta entre los candidatos más votados, y en ese caso el escogido sí lo es en cada municipio por voto popular. Cada vez que hay mociones de censura y cambios de alcaldes en los ayuntamientos españoles se produce un “efecto Sánchez” por así llamarlo, y los hay de todos los signos políticos. ¿Es ilegítimo? No. Critiquemos a los cargos por sus actos y decisiones, pero no por cómo han llegado al poder que, en nuestro país, es por vías legales y por todos acordadas.

miércoles, agosto 08, 2018

Incendios sin culpables


El suave, liviano, desacostumbrado inicio de verano de este año nos había proporcionado una tregua en el tema de los incendios. Un julio de calor moderado y la humedad derivada de las intensas lluvias de primavera y de las tormentas imparables en el este habían dejado el terreno húmedo y difícil para los malvados que prenden los montes, pero todo llega, también la sequedad, y agosto nos ha saludado con una ola de calor, que ya remite, que ha disparado los termómetros y calentado el terreno para que, por accidente, descuido o terrorismo ambiental, el fuego pueda hacerse con todo. España y Portugal, junto con la siempre doliente california, vuelven a ser escenarios de graves incendios.

No quiero esta vez extenderme en la descripción del mal absoluto que es el incendio, la peor de las catástrofes naturales, sino la profunda indiferencia que sigue existiendo en nuestras sociedades sobre este tema y, derivada de ella, la impunidad de los pirómanos. Hace unas semanas era en Grecia donde, presuntamente provocados, unos incendios arrasaban una zona turística y causaban la muerte de más de noventa personas, el año pasado en Portugal fueron cerca de sesenta las víctimas de los incendios, y en california ya van ocho o nueve en el voraz incendio que, como todo lo norteamericano, posee unas dimensiones inimaginables. Y ni por esas. Ni acudiendo al balance de víctimas logramos que la sociedad se percate de lo grave que es un incendio. Pensemos ahora mismo en los vecinos valencianos que viven el incendio de Llutxent, que sigue descontrolado. El perjuicio económico y el trastorno, la pura angustia, de vivir el desalojo de su pueblo al verse cercados por las llamas, de convertirse en refugiados en su comarca. Cuando el fuego se extinga, que todo al final se acaba, volverán a un entorno destruido, desvalorizado, arrasado, en el que tardarán años en volver a ver riqueza vegetal y belleza en el paisaje. Parece que este incendio ha sido provocado por un rayo, pero los que la semana pasada se sucedieron en Huelva han sido provocados. ¿Cuántos han sido detenidos por ello? Quizás recuerden los pavorosos incendios gallegos del año pasado, que arrasaron comarcas enteras y estuvieron a punto de rodear la ciudad de Vigo. La inmensa mayoría de los mismos fue provocada. Se vivieron días horribles en la zona, con escenas propias de una guerra, y con un impacto posterior digno, sí, de una conflagración bélica. Las acusaciones de provocación y de intereses tras los fuegos fueron múltiples ¿A cuántos se detuvo y procesó por aquello? Creo recordar que sí se capturó a una anciana que, hojas de periódico en mano, iba prendiendo fuego a los montes de su pueblo, pero es evidente que un desastre como aquel no lo provocó sola aquella señora, por muy punible que sea su actitud. ¿Hay noticias al respecto? ¿Se sabe algo sobre las investigaciones que, “sin falta y lo más rigurosas posibles” se iban a poner en marcha por parte de todas las administraciones para detener a los culpables del desastre? Sospecho que la ausencia de noticias revela la ausencia de resultados, y no se qué es peor, el vacío de respuestas o la indiferencia social ante ello. En el momento del fuego todos nos alarmamos pero, tras él, nos da igual lo que pase en el monte, si ha ardido o no, si el desastre es total o parcial. Vivimos de espaldas a la naturaleza, que usamos como vía de promoción de artículos y objeto de postureo, pero nos da igual si nuestro entorno, en el que vivimos, se destruye por un fuego que se pudo evitar. No será así en todos los casos, pero es lo que percibo.

El martes comprobé como, al igual que todos los años por estas fechas, ha vuelto a arder el trozo de la cuña verde de O’donell que está junto a mi casa, el último tramo de dicha cuña, que es el más cercano a la M30 y la M23, y es el que falta por adecentar para convertirlo en un parque disfrutable, como ya lo es el resto de la cuña hasta la M40. Es una zona irregular, donde crecen los matojos cuando llueve, con árboles dispersos y una hondonada en la que viven unos chabolistas que acumulan desperdicios y enseres. Todos los años en primavera esa zona muestra una cara amable y verde, y al llegar el verano alguien le prende fuego y la convierte en un chamuscado erial. Así siempre, sin que nadie haga nada ni para adecentar el terreno ni, desde luego, impedir el fuego o buscar a quien lo ha provocado.

martes, agosto 07, 2018

El master persigue a Casado


Raudo, y más para ser seis de agosto, convocó Pablo Casado una rueda de prensa, en la que hubo una audiencia periodística muy alta, para nada la de un soñado agosto, para explicarse y opinar sobre la decisión judicial que le complica su carrera política. La jueza que instruye el caso del máster cree que hay delitos que Casado puede haber cometido, pero como es aforado, se inhibe ante el Supremo. Ella seguirá llevado la causa de los compañeros de clase, sujetos a las mismas sospechas, pero será el Supremo el que investigue a Casado. Es un tema secundario, sí, pero en este caso el aforamiento vuelve a dar ventaja al cargo público frente al ciudadano de a pie. Esto habría que revisarlo profundamente.

El meollo del asunto es que, quiera reconocerlo o no, Casado tiene un serio problema con ese máster, y no sólo derivado de su actitud en aquel momento de estudio, cosa que serán los jueces los que tendrán que investigar, sino por todo lo relacionado con el organismo de la Universidad Rey Juan Carlos que detentaba el profesor Álvarez Conde. Visto desde fuera, ese instituto público adscrito a la universidad tenía todo el aspecto de ser un chiringuito destinado a expedir títulos a quienes debían tenerlos por una u otra causa, pago mediante. Son varias las causas abiertas al respecto, en las que no sólo está implicado Casado, ni mucho menos, pero que le acabarían afectando desde el momento en el que se ha convertido en una figura de gran exposición mediática. La imagen de regeneración que quiere vender el PP casa mal con un tema tan turbio, menor si se quiere en comparación a otros casos corruptos que todos tenemos en la cabeza, pero que indica unas prácticas, una forma de hacer las cosas, que nos lleva nuevamente al mundo de lo oscuro, lo podrido, lo otorgado por lo que soy y el cargo que ocupo, no por mi mérito. Casado y su equipo van a intentar, como todos los políticos, jugar a la baza del victimismo, la persecución, la cacería, que a veces funciona y a veces no, pero que siempre es enarbolado por aquel que ha sido pillado en falso. Si logra convencer a sus votantes para que no tenga efecto el caso logrará el control de daños que aspira alcanzar, pero con sus votantes en exclusiva sabe Casado que no puede volver a ganar elecciones. Sólo un sobreseimiento por parte del Supremo de este asunto le dejaría limpio de polvo y paja ante los suyos y los demás, y con las puertas abiertas para poder disputar el voto del espectro no socialista. Pero de mientras el caso esté en trámite podemos desayunarnos cada día con novedades al respecto, algunas ciertas, otras no, que pongan su figura y la del PP en entredicho. Esa debilidad ofrece una ventana de oportunidad aún mayor al PSOE para caer en la tentación de adelantar las elecciones. Imaginemos que, en un escenario negativo para Casado, el Supremo le imputa y le llama a declarar. Su imagen pública quedaría tocada, más allá de lo que puedan amortiguar las estrategias de comunicación del partido, y en ese caso una convocatoria electoral pillaría al PP en un estado cercano a la interinidad, con el líder debilitado y la formación dudosa sobre qué hacer. Sánchez ha dicho que no quiere adelantar las elecciones, pero esa es otra de las mentiras que todo político, y más siendo presidente, debe decir para no perder el privilegio y oportunidad de ser el que las convoque. Y más allá de especulaciones, parece seguro un adelanto electoral en Andalucía para octubre o enero, según lo que uno lea. El caso del máster no va a ser breve, me temo, y se puede convertir en un serio dolor de cabeza para el PP.

Una reflexión final sobre el valor de los estudios. Casado ha demostrado en las primarias tener más olfato (y colmillo) político que Soraya, pese a que las carreras académicas de ambos son opuestas. Vemos las dudas en torno a la de él, mientras que ella es licenciada y titular de una durísima oposición a abogacía del estado, en la que demostró su valía intelectual y memorística. ¿Quién tiene ahora mismo mejor carrera política? La respuesta ahora mismo parece obvia, aunque está por ver qué sucederá en unos meses, dada la afición de la política española a darnos sorpresas. En todo caso, padres, menuda papeleta tenéis para convencer a los hijos de que estudiar les dará un futuro más próspero, porque como se pongan a comparar entre uno y otra…

lunes, agosto 06, 2018

Supuesto atentado contra Maduro


Es difícil saber qué es lo que pasó ayer en Venezuela, en un atentado contra Maduro que es, como mínimo, extraño. No se si es la primera vez que se usan drones en un intento de magnicidio, pero esa es mi sensación. Las imágenes revelan confusión, nervios, carreras y desbandadas en un “rompan filas” de lo más caótico, pero en ningún momento nos ofrecen la vista de lo que Maduro y su séquito ven desde la tribuna, ni se aprecian los objetos voladores que puedan servir para calificarlos de atacantes. Hay una presunta reivindicación de un grupo de militares, de franela o algo así se hacen llamar, completamente desconocidos, que afirman haber fallado esta vez, pero que en sucesivos intentos lo lograrán.

Lo único cierto de lo que pasó ayer en Venezuela, o lo que sucede hoy mismo en sus calles, es que el país está en un estado de descomposición total, sumido en un profunda crisis económica y social en la que el régimen chavista, encarnado en un Maduro caricatura de sí mismo y la corte de militares que le sostienen sigue haciendo todo lo posible para aferrarse al poder, a costa de la destrucción de la vida y la hacienda de los venezolanos. Cada día llegan noticias de lo absurda que es allí la vida debido a la hiperinflación que se sufre, un proceso similar al que se vivió en la Alemania de los años veinte y de idénticas y nefastas consecuencias. La más obvia es la destrucción del valor, el ahorro y la propiedad, pero la más profunda es la ruptura de la sociedad. La moneda no vale nada, el mercado no funciona y la supervivencia, lo único importante, provoca situaciones de colapso, acaparamiento y egoísmo en las que muy pocos son capaces de medrar y casi todos se hunden en el fango de la miseria. Es Venezuela uno de los países más ricos del mundo en recursos naturales, poseedor de una de las mayores reseras de petróleo conocidas, y actualmente sus habitantes apenas pueden comprar la poca gasolina que el colapsado monopolio público de explotación de hidrocarburos, la antaño mítica PVSA, es capaz de bombear y refinar. Pero el petróleo es lo de menos. Comida, transporte, medicinas, servicios básicos, bienes de primera necesidad… Venezuela es el reino de la escasez y la angustia, allá donde nada existe y todo posee precios imposibles. El proceso de depauperización de la clase media venezolana, que ya comenzó con los corruptos gobiernos anteriores, ha llegado a su perfección más siniestra de la mano del chavismo y el madurismo, un régimen dictatorial que ha sumido al país en la crisis absoluta. El que puede escapa de Venezuela. Los menos pudientes, a través de la frontera física de Colombia, convertida en una especie de versión latinoamericana del tránsito de refugiados que vimos en Europa hace un par de veranos. Los que más medios tienen cogen vuelos y se largan a EEUU o a Europa, siendo Madrid uno de los destinos preferidos por parte de pudientes venezolanos que han escapado con lo puesto y sus ahorros, antes de que sean destrozados del todo por la inflación galopante. El que no puede salir del país vive en una cárcel ideológica y en una prisión económica, uno de los desastres más perfectos y profundos de los que ahora existen en Latinoamérica y que no tiene visos de mejorar en el corto plazo, sino más viene seguir empeorando. Sabe Maduro que si pierde el poder su cabeza está en peligro, porque serán muchos los que quieran pasarle factura por este desastre, y por ello se agarra como puede a su silla del Palacio de Miraflores, sin importarle nada ni nadie. Y los que menos, sus compatriotas.

La intentona de atentado de ayer, fuera lo que fuese, y sea quien sea el autor, beneficia a corto plazo a Maduro y su régimen, al proporcionarle un presunto enemigo interno, excusa perfecta para aumentar las represalias sobre opositores y todo lo que huela a disidencia. ¿Vio Maduro lo bien que le vino a Erdogan el fracasado golpe de hace dos veranos para instaurar su régimen de poder absoluto y trata de hacer lo mismo? Quién sabe. En todo caso, las acusaciones contra Colombia demuestran, una vez más la paranoia y mentira constante en la que vive ese sujeto, y las nulas posibilidades de que, de su mano, se de paso a un proceso de transición en el país, y el desastre económico sin fin aumenta las probabilidades de revueltas y enfrentamientos. Pobre Venezuela, poco más se me ocurre decir.

viernes, agosto 03, 2018

40 en Madrid y agua en Marte

Hace el calor previsto, el que no habíamos tenido hasta ahora en un julio liviano y llevadero como no se recordaba en el centro peninsular en años. Sombra y agua fresca son el mejor remedio ante esta torridez, y encontrarlas puede ser costoso. Ahora mismo España es un secarral donde el agua se acumula en pantanos pero no brota por apenas otros lugares. En nuestro sistema solar tres son los mundos en los que consta que existe agua. Encélado, Ganímedes y Europa, todos ellos lunas de Júpiter y Saturno, siendo la primera de ellas la candidata a albergar las mayores reservas. En Marte se tiene constancia de que la hubo en la superficie, por la traza geológica del planeta, pero ahora ya no existe.

Una de las noticias de este verano, y del año si me permiten, es que la afirmación que cierra el párrafo anterior es falsa. Todos dábamos por sentado que el agua en Marte era un fenómeno del pasado, que se dio hace millones d años en su superficie pero que sólo queda de ella el recuerdo de los surcos que creo y los sedimentos que depositó. La actual atmósfera marciana, liviana hasta el extremo, impide la presencia de agua en ninguna forma y la elimina por completo. Pero la noticia es que los últimos datos de la Mars Express, la sonda europea que orbita en torno a aquel mundo y que lo estudia, ha detectado lo que parece ser un lago subterráneo en al polo sur marciano, enterrado a más de un kilómetro de profundidad. La noticia requiere algunas puntualizaciones, dado que lo que sí es seguro es que la sonda ha detectado un reflejo en su radar compatible con la presencia de humedad a esa profundidad, lo que permite un amplio rango de opciones, desde un clásico lago subterráneo a rocas o barros impregnados de humedad que se comporten como una especie de fango. En todo caso, sí se confirma la presencia acuosa. ¿Cómo es posible que esa agua esté en estado líquido en las condiciones marcianas? La presión a la que puede estar sometida a esas profundidades, unida a las disoluciones de sales presentes en el terreno hacen que el punto de congelación del agua baje muy pode debajo de cero, por lo que puede encontrarse de forma líquida a los 80 o 90 grados negativos que pueden reinar en ese ambiente marciano. En la Tierra tenemos lugares más o menos equivalentes, y quizás sea el lago Vostok, sito a cerca de cuatro kilómetros de profundidad bajo los hielos antárticos, el más famoso y relevante de ellos. Ese lago permanece líquido gracias a los mismos condicionantes que hemos señalado antes, presión y disoluciones salinas, y se pudo acceder a él hace pocos años. La complejidad de la perforación y el elevado riesgo de contaminar lo que se encuentre en ese oscuro lugar con restos biológicos de la superficie mantienen abierta la polémica de si hay organismos vivos, o trazas de ellos, en esas aguas subterráneas, pero todo parece indicar que existe material orgánico procedente de vida. La odisea de acceder a Vostok nos pone ya sobre aviso respecto a la imposibilidad, en la práctica, de llegar a la zona en la que se encuentra el supuesto lago marciano. Nuestras sondas han avanzado mucho y somos capaces de hacer con ellas cosas que hace años parecían imposibles, pero perforar la superficie marciana hasta esas profundidades es, simplemente, lejana ciencia ficción. Lo más interesante de este descubrimiento es que confirma que SÍ hay agua en Marte, y que si la hemos encontrado en un punto es muy probable que esté en otros muchos, por lo que urge avanzar en el proceso de estudio del planeta, probablemente con orbitadores provistos de radares mucho más potentes y precisos, que nos permitan obtener una especie de mapa de lo que se esconde bajo la árida e inerte superficie marciana.

Escuchar “agua en Marte” ha hecho que muchos directamente pasen al escalón de “vida en Marte”, y lo siento, pero debemos ser muy prudentes en este aspecto. Cierto es que descubrimientos de este tipo abren opciones que no contemplábamos, y la probabilidad de que escondan orgánulos o restos vivos ya no es cero, pero aun así, cautela. De hecho, dado que la expulsa al espacio, es más sencillo analizar el agua que se esconde bajo el lejano Encélado que la que reside en Marte, por lo que nada podemos decir al respecto, salvo que hay mucho y prometedor trabajo por delante. Para ampliar este descubrimiento, una buena referencia es el artículo escrito por los planetólogos Laura Parro y Javier Ruíz, de la UCM