martes, agosto 28, 2018

John McCain, un héroe americano


El viernes se conoció la noticia, mediante un comunicado familiar, de que John McCain abandonaba el tratamiento médico ante el cáncer cerebral que padecía y ya sólo esperaba el momento de su muerte. Confiaba yo en que esta tardaría algo más, pero cuando se pone eficiente, nadie vence a la parca, y el domingo por la mañana se conoció el fallecimiento del hombre, senador por Arizona, y uno de los políticos más respetados, admirados (por casi todos) y mediáticos del universo estadounidense. Su muerte ha conmocionado a (casi) toda la sociedad de aquella nación y, para el resto del mundo, también supone una gran pérdida, aunque no seamos muy conscientes de ello.

La vida de McCain parece sacada de una película. Hijo y nieto de almirantes navales de alta graduación, hizo carrera militar y sirvió como piloto en Vietnam, donde tuvo misiones exitosas y una, la última, en la que fue derribado. Consiguió sobrevivir pero fue capturado por las tropas del Vietcong, sufriendo torturas intensas y un cautiverio que se prolongó por cinco años, cinco, hasta que fue liberado fruto de un intercambio de presos que tuvo lugar entre las partes a principios de los setenta. A su vuelta Mccain tenía lesiones y traumas suficientes como para no poder seguir en su carrera militar, e hizo lo que muchos en aquel país, tratar de cambiar los galones por sillones políticos. Comenzó una exitosa carrera que le llevó a la cámara de Representantes, y luego se pasó al senado, donde revalidó su escaño por Arizona en numerosas ocasiones. Republicano clásico, defensor de la idea de EEUU como un destino manifiesto, empezó pronto a ganarse fama de duro en sus convicciones e impredecible en lo que hace a la disciplina del partido. Muchas de las iniciativas que debía respaldar por estar lideradas por los jefes de su formación no contaban con su voto, y su prestigio iba creciendo a la par que su fama de díscolo. Muchos europeos le conocimos en 2008, cuando fue elegido por los republicanos para enfrentarse en la carrera presidencial a un Obama que entonces también era muy desconocido para nosotros. En esa carrera, que perdió, McCain tomó una decisión muy errónea, que fue la incluir a Sarah Palin como pareja electoral, una candidata de un nivel ínfimo cuyo único mérito era representar una corriente del partido, el Tea Party, que había cogido mucha fuerza pero que era claramente extremista y tóxica para las aspiraciones presidenciales. Mccain perdió, pero antes y después mostró su talla como rival, acalló en un mitin a unos exaltados que acusaban a Obama de ser musulmán, defendiéndolo con una vehemencia con la que pocos demócratas se expresaban, y en su discurso de aceptación de la derrota dejó a todos admirados por su deportividad y por ser el primero en ponerse al servicio del nuevo presidente de todos los norteamericanos. A partir de ahí el enfrentamiento entre sus valores y los de un republicanismo decadente empezó a ser tan obvio como insalvable. Su voto fue el que sirvió para decidir la aprobación del llamado Obamacare, y en todo momento se mostró radicalmente en contra de la corriente populista que, cada vez era más fuerte en su formación. La selección de candidatos presidenciales para los comicios de 2016 y la irrupción de Trump se convirtió, no sólo para él, en una pesadilla. Desde el primer momento atacó al magnate sin piedad, acusándolo de violar los principios de su formación de y de la democracia del país. Trump le mandaba desprecios sin fin, y en esta contienda de palabras, la figura de McCain iba creciendo a medida que se acercaba lo que muchos  creíamos imposible. La victoria de Trump fue, también para él, una pesadilla.

Desde entonces ha sido constante su combate a las políticas, por llamarlas de alguna manera, del actual inquilino de la Casa Blanca. Hace un año anunció que le habían detectado un no muy frecuente y virulento cáncer cerebral, y ese es el tiempo que ha pasado tratándose y batallando, tanto contra la enfermedad como contra el populismo. Dejó claro que Trump no debía acudir a sus funerales, y en su carta de despedida vuelve a lanzar un mensaje de defensa del sueño americano, de las libertades que encarnan el espíritu de esa nación, y de la defensa tenaz que hay que ejercer cada día para mantenerlas y preservarlas. Su figura es enorme y, frente a ella, las mezquindades de un enano Trump. Descanse en Paz.

No hay comentarios: