Hace
el calor previsto, el que no habíamos tenido hasta ahora en un julio liviano y
llevadero como no se recordaba en el centro peninsular en años. Sombra y agua
fresca son el mejor remedio ante esta torridez, y encontrarlas puede ser
costoso. Ahora mismo España es un secarral donde el agua se acumula en pantanos
pero no brota por apenas otros lugares. En nuestro sistema solar tres son los
mundos en los que consta que existe agua. Encélado, Ganímedes y Europa, todos
ellos lunas de Júpiter y Saturno, siendo la primera de ellas la candidata a
albergar las mayores reservas. En Marte se tiene constancia de que la hubo en
la superficie, por la traza geológica del planeta, pero ahora ya no existe.
Una
de las noticias de este verano, y del año si me permiten, es que la afirmación
que cierra el párrafo anterior es falsa. Todos dábamos por sentado que el agua
en Marte era un fenómeno del pasado, que se dio hace millones d años en su
superficie pero que sólo queda de ella el recuerdo de los surcos que creo y los
sedimentos que depositó. La actual atmósfera marciana, liviana hasta el
extremo, impide la presencia de agua en ninguna forma y la elimina por
completo. Pero la noticia es que los últimos datos de la Mars Express, la sonda
europea que orbita en torno a aquel mundo y que lo estudia, ha detectado lo que
parece ser un lago subterráneo en al polo sur marciano, enterrado a más de un
kilómetro de profundidad. La noticia requiere algunas puntualizaciones, dado
que lo que sí es seguro es que la sonda ha detectado un reflejo en su radar
compatible con la presencia de humedad a esa profundidad, lo que permite un
amplio rango de opciones, desde un clásico lago subterráneo a rocas o barros
impregnados de humedad que se comporten como una especie de fango. En todo
caso, sí se confirma la presencia acuosa. ¿Cómo es posible que esa agua esté en
estado líquido en las condiciones marcianas? La presión a la que puede estar
sometida a esas profundidades, unida a las disoluciones de sales presentes en
el terreno hacen que el punto de congelación del agua baje muy pode debajo de
cero, por lo que puede encontrarse de forma líquida a los 80 o 90 grados
negativos que pueden reinar en ese ambiente marciano. En la Tierra tenemos
lugares más o menos equivalentes, y quizás sea el lago Vostok, sito a cerca
de cuatro kilómetros de profundidad bajo los hielos antárticos, el más famoso y
relevante de ellos. Ese lago permanece líquido gracias a los mismos
condicionantes que hemos señalado antes, presión y disoluciones salinas, y se
pudo acceder a él hace pocos años. La complejidad de la perforación y el
elevado riesgo de contaminar lo que se encuentre en ese oscuro lugar con restos
biológicos de la superficie mantienen abierta la polémica de si hay organismos
vivos, o trazas de ellos, en esas aguas subterráneas, pero todo parece indicar
que existe material orgánico procedente de vida. La odisea de acceder a Vostok nos
pone ya sobre aviso respecto a la imposibilidad, en la práctica, de llegar a la
zona en la que se encuentra el supuesto lago marciano. Nuestras sondas han avanzado
mucho y somos capaces de hacer con ellas cosas que hace años parecían
imposibles, pero perforar la superficie marciana hasta esas profundidades es,
simplemente, lejana ciencia ficción. Lo más interesante de este descubrimiento
es que confirma que SÍ hay agua en Marte, y que si la hemos encontrado en un
punto es muy probable que esté en otros muchos, por lo que urge avanzar en el
proceso de estudio del planeta, probablemente con orbitadores provistos de radares
mucho más potentes y precisos, que nos permitan obtener una especie de mapa de
lo que se esconde bajo la árida e inerte superficie marciana.
Escuchar “agua en Marte”
ha hecho que muchos directamente pasen al escalón de “vida en Marte”, y lo
siento, pero debemos ser muy prudentes en este aspecto. Cierto es que descubrimientos
de este tipo abren opciones que no contemplábamos, y la probabilidad de que
escondan orgánulos o restos vivos ya no es cero, pero aun así, cautela. De
hecho, dado que la expulsa al espacio, es más sencillo analizar el agua que se
esconde bajo el lejano Encélado que la que reside en Marte, por lo que nada
podemos decir al respecto, salvo que hay mucho y prometedor trabajo por
delante. Para
ampliar este descubrimiento, una buena referencia es el artículo escrito por
los planetólogos Laura Parro y Javier Ruíz, de la UCM
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