Raudo,
y más para ser seis de agosto, convocó Pablo Casado una rueda de prensa, en la
que hubo una audiencia periodística muy alta, para nada la de un soñado agosto,
para explicarse y opinar sobre la decisión judicial que le complica su carrera
política. La jueza que instruye el caso del máster cree que hay delitos que
Casado puede haber cometido, pero como es aforado, se inhibe ante el Supremo.
Ella seguirá llevado la causa de los compañeros de clase, sujetos a las mismas
sospechas, pero será el Supremo el que investigue a Casado. Es un tema
secundario, sí, pero en este caso el aforamiento vuelve a dar ventaja al cargo
público frente al ciudadano de a pie. Esto habría que revisarlo profundamente.
El
meollo del asunto es que, quiera reconocerlo o no, Casado
tiene un serio problema con ese máster, y no sólo derivado de su actitud en
aquel momento de estudio, cosa que serán los jueces los que tendrán que
investigar, sino por todo lo relacionado con el organismo de la Universidad Rey
Juan Carlos que detentaba el profesor Álvarez Conde. Visto desde fuera, ese
instituto público adscrito a la universidad tenía todo el aspecto de ser un
chiringuito destinado a expedir títulos a quienes debían tenerlos por una u
otra causa, pago mediante. Son varias las causas abiertas al respecto, en las
que no sólo está implicado Casado, ni mucho menos, pero que le acabarían
afectando desde el momento en el que se ha convertido en una figura de gran
exposición mediática. La imagen de regeneración que quiere vender el PP casa
mal con un tema tan turbio, menor si se quiere en comparación a otros casos
corruptos que todos tenemos en la cabeza, pero que indica unas prácticas, una
forma de hacer las cosas, que nos lleva nuevamente al mundo de lo oscuro, lo
podrido, lo otorgado por lo que soy y el cargo que ocupo, no por mi mérito.
Casado y su equipo van a intentar, como todos los políticos, jugar a la baza
del victimismo, la persecución, la cacería, que a veces funciona y a veces no,
pero que siempre es enarbolado por aquel que ha sido pillado en falso. Si logra
convencer a sus votantes para que no tenga efecto el caso logrará el control de
daños que aspira alcanzar, pero con sus votantes en exclusiva sabe Casado que
no puede volver a ganar elecciones. Sólo un sobreseimiento por parte del
Supremo de este asunto le dejaría limpio de polvo y paja ante los suyos y los
demás, y con las puertas abiertas para poder disputar el voto del espectro no
socialista. Pero de mientras el caso esté en trámite podemos desayunarnos cada
día con novedades al respecto, algunas ciertas, otras no, que pongan su figura
y la del PP en entredicho. Esa debilidad ofrece una ventana de oportunidad aún
mayor al PSOE para caer en la tentación de adelantar las elecciones. Imaginemos
que, en un escenario negativo para Casado, el Supremo le imputa y le llama a
declarar. Su imagen pública quedaría tocada, más allá de lo que puedan
amortiguar las estrategias de comunicación del partido, y en ese caso una
convocatoria electoral pillaría al PP en un estado cercano a la interinidad,
con el líder debilitado y la formación dudosa sobre qué hacer. Sánchez ha dicho
que no quiere adelantar las elecciones, pero esa es otra de las mentiras que todo
político, y más siendo presidente, debe decir para no perder el privilegio y oportunidad
de ser el que las convoque. Y más allá de especulaciones, parece seguro un adelanto
electoral en Andalucía para octubre o enero, según lo que uno lea. El caso del
máster no va a ser breve, me temo, y se puede convertir en un serio dolor de
cabeza para el PP.
Una
reflexión final sobre el valor de los estudios. Casado ha demostrado en las
primarias tener más olfato (y colmillo) político que Soraya, pese a que las
carreras académicas de ambos son opuestas. Vemos las dudas en torno a la de él,
mientras que ella es licenciada y titular de una durísima oposición a abogacía
del estado, en la que demostró su valía intelectual y memorística. ¿Quién tiene
ahora mismo mejor carrera política? La respuesta ahora mismo parece obvia,
aunque está por ver qué sucederá en unos meses, dada la afición de la política
española a darnos sorpresas. En todo caso, padres, menuda papeleta tenéis para convencer
a los hijos de que estudiar les dará un futuro más próspero, porque como se
pongan a comparar entre uno y otra…
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