¿Está
la presidencia de Trump al borde del abismo? Antes de darlo por sentado, no nos
precipitemos. Nada de lo que sucedió en la campaña que llevó a Trump a la casa
Blanca fue previsto y menos lo ha sido aún la desastrosa gestión que ejerce
este personaje desde su escenario de poder, que degrada a cada día que pasa en
él. Por ello, los que llevan casi dos años afirmando que esta puede ser la
última semana de Trump en el poder debieran no seguir precipitándose en el
vacío de sus deseos. El personaje ha demostrado tener aguante y ganas de
seguir, y nadie, salvo unas elecciones, parece ser capaz de echarle. Esto va a
ser muy largo.
Sí
es verdad que las dos revelaciones judiciales de esta semana son explosivas, y
suponen el mayor daño conocido hasta el momento no tanto a la imagen del
presidente, sino a su manera de acceder al poder y comportarse. Los dos casos
son muy distintos y tienen alcance diferente. El más leve, pero picante, hace
refrencai a su exabogado, Michael Cohen. Cohen ha admitido ante el tribunal,
para reducir su condena, que se pagó a un par de putillas con las que Trump se
acostó para que mantuvieran su silencio, haciendo pasar esos pagos como gastos
de campaña. Lo primero es infame, lo segundo es lo delictivo, a nivel federal,
y puede llevar durante un tiempo a Cohen a la cárcel y servir para acusar a
Trump de cometer un delito de financiación ilegal de campaña. ¿Cómo ha
reaccionado Trump? Ciscándose en su abogado, ex, poniéndole a parir y admitiendo
que se compró el silencio de “stormy Daniels” y alguna otra, pero con dinero de
su propio bolsillo. Imagino a esa derecha cristiana exaltada, que apoya a
Trump, cenando tras las bendiciones y oyendo a su líder diciendo que paga para
compra el silencio de aquellas con las que se acuesta, y todo con un toque de
orgullo tanto por el sexo practicado como por la chequera disponible. Trump
trata así de eludir el delito de financiación ilegal, admitiendo los pagos y el
sexo. ¿Qué opina Melania, la que me da más pena en esta historia, de todo esto?
Ni se sabe ni, me temo, se sabrá. El otro escándalo es mucho más denso y
profundo, tiene que ver con la trama rusa y afecta a Paul Manafort, el que
fuera su jefe de campaña electoral en 2016. Manafort ha sido encontrado
culpable de varios delitos financieros en los que aparecen pagos ucranianos y
vías de financiación que están siendo investigadas por Robert Muller, el fiscal
especial encargado de averiguar qué hay de cierto en las acusaciones sobre la
manipulación rusa en las elecciones presidenciales que otorgaron la victoria a
Trump. Como en el caso anterior, Manafort ha admitido delitos para tratar de
rebajar su posible condena, que en este caso puede ser mucho mayor que la que
le espera a cohen, y aquí la respuesta de Trump ha sido bastante diferente.
Trump defiende a Manafort a ultranza, lo protege, acusa a los tribunales y a la
prensa de haberse inventado historias falsas para acusarle y no duda en ningún
momento de la honorabilidad del acusado y legalidad de todos sus actos. ¿indica
esta diferencia de comportamiento que Trump sabe cuál es el caso mollar? ¿Qué es
consciente de dónde se la juega realmente? Puede ser. El caso Manafort tiene de
fondo una palabra, traición, que sobrevuela Washington desde el mismo día de la
victoria de noviembre de 2016, y si bien es cierto que las acusaciones de
financiación ilegal son serias y pueden poner en un brete a la presidencia, no
son nada en comparación con unas pruebas que pudieran demostrar que Trump contó
con apoyo ruso, directo o indirecto, financiero o no. Eso sería devastador, no
sólo ya para su presidencia, sino para toda la política norteamericana. La
idea de que Trump pueda usar su poder presidencial para indultar a Manafort indica
hasta qué punto ese caso es el importante en esta historia.
¿Está
el impeachment, el proceso de destitución presidencial, más cerca? Sí, pero eso
tampoco indica nada, dado que de arrancar ese procedimiento tardaría tiempo en
llegar a alguna conclusión, por lo que no sería nada automático. Lo que sí están
cerca son las elecciones de mitad de mandato, en noviembre. Ahora mismo los
republicanos controlan el Senado y la Cámara de Representantes, y eso hace que
las órdenes de Trump sean leyes al momento. Si pierden alguna de estas cámaras
el poder presidencial quedaría tocado y sus posibilidades reales, mermadas.
Pongan el ojo en lo que pase de aquí a esas elecciones, en lo que los desnortados
demócratas sean capaces de logar, y en que algo d cordura vuelva a las
instituciones norteamericanas, donde el sucio paso de Trump no deja de
mancharlas a cada día que pasa.
Subo
a Elorrio el fin de semana y me cojo el lunes. Nos leemos el martes 28. Pásenlo
bien.
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