Ayer
tuvo lugar un extraño incidente yihadista en Cornellá, que parece un intento
frustrado de atentado, en el que falleció un individuo por disparos de los
Mossos d’Esquadra cuando atacó a los que se encontraban en una de las
comisarías de la localidad. El atacante entró en la sede policial, y al grito
de Alá es grande, sacó un cuchillo de grandes dimensiones y se dispuso a atacar
a la primera agente a la que vio. La agente respondió con fiereza, lógica dada
la situación en la que se encontraba, y abatió, que es como se dice ahora, al
exaltado de unos certeros disparos. El caso está siendo investigado como
terrorismo yihadista, aunque tiene aspectos cuanto menos extraños, como esa
declaración de la pareja alegando la homosexualidad reprimida.
A
los pocos días de la (cutre, desangelada, fría y politizada) conmemoración de
los atentados de Barcelona, podemos contemplar lo que llevamos de 2018 como un
año extrañamente tranquilo en lo que hace a ataques yihadistas. Han disminuido
tanto en frecuencia como en intensidad, y ha sido este de Cornellá, o el
intento de atropello y ataque a las defensas del parlamento británico de hace
unos días de las pocos sucesos de este tipo de los que hemos tenido constancia
en los últimos meses. Esto es, en sí mismo, una excelente noticia que debiera
alegrarnos a todos, y en casos como estos se descubre hasta qué punto es
injusto que las buenas noticias no lo sean. Cuánta cobertura reciben los
atentados terroristas y qué poca la sensación de seguridad en la que nos vemos
inmersos en estos últimos tiempos. ¿A qué se debe? Probablemente sean varias
las causas, y sin duda, la principal, es el incansable trabajo de cuerpos y
fuerzas de seguridad del estado, nacionales y extranjeras, que no cesan día a
día de analizar información, perseguir sospechosos, estudiar pistas y líneas de
investigación y desarticular comandos, tramas e intentonas, algunas en fase muy
preliminar, otras ya avanzadas. Tampoco tiene en las noticias la relevancia
debida todo ese trabajo policial y de seguridad. También los servicios de
inteligencia están cada vez más entrenados y su pericia a la hora de cazar a
estos terroristas mejora. Poco a poco el instinto de los que nos protegen se va
a afilando cada vez más frente al enemigo yihadista, al que empiezan a conocer
más en profundidad. También habrá contribuido, sin duda, la derrota del maldito
DAESH en Siria, lo que ha privado de recursos, ideario y santuario a muchos de
los indeseables que se dedicaban a captar terroristas y a los que querían
ejercer el martirio, allí y aquí. Es relativa la derrota de DAESH, cierta en
territorio sirio, pero empieza a coger fuerza en otras áreas como Afganistán o
el Sahel africano, y ya saben que para estos fanáticos el tiempo es algo mucho
más extenso y calmo que la prisa con la que los occidentales lo vivimos. La derrota
de DAESH en Siria ha sido mediante el exterminio de muchos de sus miembros, no
creo que haya muchos prisioneros, y un fanático muerto es poco probable que sea
capaz de atentar en ninguna parte. Esta es la causa más probable por la que uno
de los miedos de las policías europeas, el papel de los retornados que lucharon
en la guerra siria, sea menor del esperado. Al haber fallecido en su mayor
parte, el volumen de retornados es de esperar que sea mucho menor de lo
previsto inicialmente, y con ello los riesgos asociados. De todas maneras este
problema de los retornados sigue presente en países como Bélgica o Francia,
donde esas “reducidas” cifras alcanzan valores de centenares, suficientes como
para generar un ímprobo trabajo a cualquier cuerpo de seguridad y permitir que
alguno de ellos se pueda escapar de la vigilancia establecida.
Por
lo tanto, debemos felicitarnos ante la situación actual, pero no conformarnos
y, nunca, nunca, bajar la guardia. En este momento se puede estar planificando
otro atentado en cualquier parte de Europa y el constante trabajo de gato y ratón
entre terroristas e inteligencia debe desembocar, esperemos, en su frustración.
Pero tengamos siempre presente que, con que sólo una de las acciones yihadistas
tenga éxito, el daño estará hecho, y de poco servirá todo el trabajo previo de
seguridad si unas muertes lo contemplan. Sigamos trabajando, demos gracias y ánimos
(y recursos) a los que sin descanso trabajan para protegernos y que la racha de
detenciones y desarticulaciones no cese. Ese es el único, lento pero seguro,
camino para acabar con ellos.
1 comentario:
El ataque de Cornellá no era terrorismo: era gay y quiso suicidarse por "vergüenza"
https://www.elconfidencial.com/espana/2018-08-20/el-ataque-de-cornella-pone-a-prueba-la-coordinacion-entre-mossos-y-policia_1606342/
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