Al
borde de la tragedia, al borde del mar, alguna de las vírgenes a las que rezan
los marineros, una trainera llena de cármenes se les apareció a los cientos de
personas que, disfrutando del último concierto del festival “O Marisquiño” se
vieron en unos instantes convertidas en despojos arrojados al agua, al fallar
la plataforma en la que se encontraban, una especie de prolongación del
muelle del puerto, construido en paralelo al mismo, pegado a él, y con el suelo
de madera. El peso ejercido por tanta gente, presumiblemente en movimiento,
junto con el estado de la infraestructura, parecen ser las causas de un
derrumbe que, milagrosamente, deja cientos de heridos pero ninguna víctima.
Era
cuestión de tiempo que alguno de los infinitos festivales que se celebran a lo
largo del verano en España fuera noticia por un suceso, y ha tenido que ser en
este de Vigo. La proliferación de festivales en los que, cada vez más, las
masas convocadas no dejan de crecer, se convierten en lugares perfectos para
que se produzcan accidentes por el mero hecho de la concentración humana, que de
por sí es un factor de riesgo de primer orden. Este verano hemos visto
denuncias referidas al Mad Cool y al concierto que, unos días antes, ofreció
Vetusta Morla en el entorno de la Caja Mágica, al sur de Madrid. Todas ellas
incidían en la aglomeración, en los problemas para desalojar el espacio, en
escenas de tensión y nervios, que afortunadamente se quedaron sólo en eso, pero
que mostraban que, ante una situación convencional, la logística del evento no
daba de sí. Si en uno de esos conciertos llega a producirse un hecho no
deseable, fortuito o intencionado, las consecuencias podrían haber sido
nefastas. ¿Piensan en ello los responsables y organizadores de estos eventos?
Tengo mis dudas. Los festivales se han convertido en fabulosas máquinas de
recaudar dinero, tanto para la organización como para los grupos asistentes,
que encuentran en los directos la fuente de dinero que ya no existe en la venta
de canciones, y claro, cuanta más gente consigamos reunir mayores serán los
ingresos para todos. La tendencia de los festivales a agigantarse es clara, y
con ello los riesgos se disparan. Muchos se siguen realizando en recintos
similares o cercanos a donde nacieron, y en algunos casos dejan ver que esos
lugares ya no dan de sí para poder albergarlos. Otros, como el siempre nombrado
Mad Cool, cambian de ubicación en busca, se dice, de mejores condiciones, pero
lo que se intenta es aumentar la capacidad de aforo del recinto. Como en el
secarral que rodea Madrid sigue habiendo espacio de sobra para lo que uno pueda
imaginar, se escoge uno cualquier y se ponen allí escenarios, alcohol y
palmeras, naturales o de goma, qué más da, y los accesos y evacuaciones ya se
estudiarán una vez que pase el primer día de festival y se vea cómo funcionan. Hace
no mucho en Madrid vivimos el desastroso acontecimiento del Madrid Arena, en la
noche de todos los santos, que se saldó con la muerte de cinco chicas en un
escenario de pesadilla en el que se incumplían todo tipo de normativas, sea
cual sea la que pudiera afectar al acto. Todo era ilegal, todo se transgredió,
y el resultado, cinco fallecidos, parecía poco una vez que se empezaba a
descubrir lo que era aquel acto y cómo estaba organizado (es un decir) ¿Aprendimos
algo de lo que pasó allí? ¿Sacamos algunas lecciones de ese desastre? Pocas,
visto lo visto.
Ahora,
pasado el susto en Vigo, con los heridos recuperándose, y sin tener que
lamentar víctima alguna (viendo las crónicas, me reitero, es milagroso que así
sea) comienza
la batalla política, entre el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria, que se acusan
el uno al otro de ser el responsable de la dejación en la que se encontraba
esa plataforma, aunque a buen seguro ambas autoridades estarían dispuesta a
cobrar el día anterior al suceso por el uso de la misma, quizás repartiéndose
los ingresos. El PP local denunció hace pocas semanas el inadecuado estado de
aquel lugar para acoger concentraciones y, por una vez, una denuncia política
fue premonitoria. Habrá que investigar lo sucedido y quién era el responsable
de mantener aquello. Quizás sepamos lo primero, pero dudo mucho que logremos
averiguar lo segundo.
Mañana
es fiesta, así que nos leemos el jueves. Pásenlo bien y descansen
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