viernes, agosto 31, 2018

Tormenta financiera ¿sólo de verano?


Ayer el Banco Central de Argentina subió el tipo de interés en aquel país al 60% (díganlo despacio, 60%) para tratar de contener el desplome del peso, pero de nada le sirvió, en una nueva jornada ruinosa para la economía albiceleste, que debe estar a punto de entrar en recesión en medio de otro de sus reiterados episodios de corralito. Las cifras de su economía dan vértigo, con una deuda pública que supera el 60% del PIB, déficits fiscales del 6% e inflación que ha roto la barrera del 20% anual y sube. El destrozo que estas variables generan en el entorno macroeconómico de un país se traducen en pobreza, desempleo e inestabilidad. El rescate acordado con el FMI puede ser insuficiente antes incluso de haberse empezado a desembolsar.

Esta ha sido la última puntilla de un mes que ha dejado al Ibex hecho un desastre, perdiendo ayer el nivel de los 9.500 puntos y con todas las grandes empresas españolas cayendo al unísono a la par que lo hacen monedas de mercados emergentes, como el citado peso argentino o la lira turca. A la espera de lo que suceda hoy, el Ibex pierde cerca de un 5% en este mes, que es inestable y peligroso como pocos, y deja abierta la puerta al final del año con una muy mala sensación. ¿Estamos ante una tormenta de verano, brusca y pasajera, o ante algo más serio? Tiene el problema agosto que la tradicional falta de liquidez derivada de las vacaciones de muchos inversores hace que los los movimientos se amplifiquen en exceso, sean de bajada o de subida, pero el mar de fondo, a mi entender, se está revolviendo. Hay dos frentes principales a los que poner atención, el externo y el interno. En el externo, ante el que poco podemos hacer, está dominado por esa citada debilidad en las monedas emergentes, en paralelo al fortalecimiento del dólar (ambos movimientos están ligados) y el destrozo que esas devaluaciones ocasionan en las cuentas de multinacionales españolas, bancarias sobre todo, que poseen intereses en países que se empobrecen con cada devaluación. A esto se debe sumar la sensación de que el ciclo de la economía norteamericana está demasiado maduro como para poder seguir tirando, con un aplanamiento cada vez mayor de la curva de tipos (menor diferencia entre el tipo a corto y el de largo) que suele ser síntoma de que la crisis está cerca. Las disputas comerciales y el aire enrarecido entre lo que antaño fueron socios de negocios no ayuda en nada. En el plano interno, la economía española suma otro año de crecimiento, menor que el pasado, en lo que es la continuación de un ciclo expansivo que ya empieza a ser muy largo y que muestra claros síntomas de agotamiento. La tasa de ahorro de las familias está en mínimos, lo que frena el consumo, el pico turístico alcanzado en 2017 no va a ser igualado en este 2018, y la devaluación de Turquía nos puede quitar numerosos visitantes de cara ya a los siguientes meses y, en general, las diferentes estadísticas muestran que las variables macroeconómicas se frenan, lo que también es algo natural. Las “burbujitas” creadas al calor de la recuperación, especialmente en lo que hace al alquiler y el mercado inmobiliario en las grandes ciudades, se mantienen, pero es de esperar que, si no han tocado techo, lo hagan en los próximos meses. Los precios empiezan a repuntar, aunque de manera muy desigual, encabezados por los alimentos frescos y la energía, con petróleo caro y electricidad que no da tregua, y esto supone un nuevo mordisco a la capacidad de gasto de los hogares, que no van a poder seguir tirando del carro. La demanda embalsada de bienes de consumo, que se acumuló en los años de crisis, parece haber sido ya agotada y, si exceptuamos el mercado de coches, afectado por el tema diésel y los nuevos protocolos anticontaminación (que entran en vigor mañana) las grandes ventas caen.

¿Globalmente vamos hacia una nueva crisis? Es muy pronto para decirlo, pero ya hay canarios en la mina que así lo aseguran. De producirse, nos pillaría a los españoles un poco desnudos, con un gobierno débil e inestable, incapaz de sacar reforma estructural alguna, y unos datos macro dispares, que sobre todo dan miedo en lo que hace a la deuda pública, que vive en ese límite del 100% del PIB de una manera tan cómoda como alarmante. Y a Europa le cogería en medio del marasmo de los populismos crecientes. A partir de septiembre vamos a tener que ver cada estadística con lupa, para ver qué forma adoptan las series y si ese frenazo que se intuye es algo leve y soportable o el síntoma de otra cosa mucho más seria.

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