Quizás
sean los puentes la obra de la ingeniería que más fascina. Los túneles parecen
también muy difíciles de construir, pero no los vemos en su totalidad y, por
definición, las inmensas obras necesarias para construirlos suceden de manera
oculta. En los puentes no. Todos hemos visto construir alguno, pequeño o
grande, y maravilla la forma en la que los tableros, pilares y demás
estructuras son erguidas, venciendo a su propia fuerza de la gravedad, logrando
autosostenerse y soportar el peso de los que por ellos pasan. Son logos
científicos y, en muchos casos, obras de arte.
Los
puentes también se caen. Si no se les dedicara un mimo y mantenimiento
continuo, todos lo harían, porque la gravedad no cesa de realizar su trabajo de
tiro hacia el suelo. Cuando un puente se cae la catástrofe anda cerca. No son
demasiados los casos habidos en estos últimos años, pero es evidente que con el
número de puentes crecientes que hay en nuestro mundo, y de unas dimensiones
cada vez más asombrosas, el riesgo existe. A
media mañana del 14 de agosto, en medio de una fuerte tormenta, se desplomó el
puente Morandi en Génova, obra que surcaba parte de la ciudad y que formaba
parte de la autopista A10, que enlaza la costa azul francesa con Milán, pasando
por la ciudad portuaria. No conocía esa obra, no me sonaba su estructura y
forma cuando vi las primeras noticas que anunciaban el desplome, pero su
dimensión, enorme, y el más que concurrido tráfico que se supone albergaba
hacía temer lo peor. Y ese “lo peor” se cifra ahora mismo en cerca de cuarenta
muertos, una ciudad colapsada, un país en shock y un montón de preguntas que se
lanzan entre la incredulidad y el desasosiego. ¿Era seguro el puente? Esa es
quizás la más importante de todas, y no esperen respuesta alguna por mi parte,
porque ni soy ingeniero ni especialista en estos temas. Hay
multitud de artículos por ahí que relatan como las estructuras de Morandi, el
ingeniero que lo diseñó han sufrido una mala vida y peor destino tanto por
los materiales empleados como por el inadecuado diseño de las mismas. ¿Estamos
ante un desastre previsible? No me arriesgaré a afirmar algo así sin saberlo
con certeza, porque los accidentes de este tipo se parecen bastante a los de la
aviación. Normalmente no falla un solo punto de la estructura, sino que se
producen una serie de fallos concatenados que acaban haciendo mella en el
puente y lo condenan al colapso. El estado de la cimentación, las obras de
reforma que se hicieron en el pasado y que se estaban desarrollando en la
actualidad, los materiales que se utilizaron en su momento para levantarlo y
los que se han ido añadiendo con el tiempo, el diseño de reparto de cargas y el
de la estructura en sí.. todo deberá ser analizado por los técnicos en un
proceso de carácter muy forense que tendrá que dar respuestas a lo sucedido, y
en función de ellas, podremos establecer acusaciones a la empresa concesionaria
de la autopista, al gobiernos regional o nacional, a las ingenierías y constructoras
implicadas en todas las obras que se hayan desarrollado en el puente en los últimos
meses y años. Lanzar acusaciones a la brava sin tener información segura es muy
precipitado, y más aún cuando todavía estamos asistiendo a la recuperación de víctimas
de la tragedia. Lo peor, en estos momentos de dolor, en la incoherencia y las
declaraciones salidas de tono.
Y
en este sentido, el comportamiento de Mateo Salvini, el ministro de interior y
hombre fuerte de La Liga y el gobierno italiano, ha superado todas las cotas de
la infamia. Acusar
a las políticas de austeridad de la UE de ser las responsables de este desastre
es tan falso como mezquino, tan erróneo como nauseabundo, y es un nuevo
ejemplo del maldito populismo que nos rodea por todas partes, que no duda en
usar a las víctimas de esta desgracia como munición para alimentar sus
discursos falsos y cobardes. Todas las infraestructuras acabarán cayendo si no
se mantienen adecuadamente, pero en manos de infames populistas como Salvini,
las instituciones lo harán mucho antes gracias a su denodado trabajo de
derrumbe y poda. Desgracia tras desgracia.
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