lunes, agosto 06, 2018

Supuesto atentado contra Maduro


Es difícil saber qué es lo que pasó ayer en Venezuela, en un atentado contra Maduro que es, como mínimo, extraño. No se si es la primera vez que se usan drones en un intento de magnicidio, pero esa es mi sensación. Las imágenes revelan confusión, nervios, carreras y desbandadas en un “rompan filas” de lo más caótico, pero en ningún momento nos ofrecen la vista de lo que Maduro y su séquito ven desde la tribuna, ni se aprecian los objetos voladores que puedan servir para calificarlos de atacantes. Hay una presunta reivindicación de un grupo de militares, de franela o algo así se hacen llamar, completamente desconocidos, que afirman haber fallado esta vez, pero que en sucesivos intentos lo lograrán.

Lo único cierto de lo que pasó ayer en Venezuela, o lo que sucede hoy mismo en sus calles, es que el país está en un estado de descomposición total, sumido en un profunda crisis económica y social en la que el régimen chavista, encarnado en un Maduro caricatura de sí mismo y la corte de militares que le sostienen sigue haciendo todo lo posible para aferrarse al poder, a costa de la destrucción de la vida y la hacienda de los venezolanos. Cada día llegan noticias de lo absurda que es allí la vida debido a la hiperinflación que se sufre, un proceso similar al que se vivió en la Alemania de los años veinte y de idénticas y nefastas consecuencias. La más obvia es la destrucción del valor, el ahorro y la propiedad, pero la más profunda es la ruptura de la sociedad. La moneda no vale nada, el mercado no funciona y la supervivencia, lo único importante, provoca situaciones de colapso, acaparamiento y egoísmo en las que muy pocos son capaces de medrar y casi todos se hunden en el fango de la miseria. Es Venezuela uno de los países más ricos del mundo en recursos naturales, poseedor de una de las mayores reseras de petróleo conocidas, y actualmente sus habitantes apenas pueden comprar la poca gasolina que el colapsado monopolio público de explotación de hidrocarburos, la antaño mítica PVSA, es capaz de bombear y refinar. Pero el petróleo es lo de menos. Comida, transporte, medicinas, servicios básicos, bienes de primera necesidad… Venezuela es el reino de la escasez y la angustia, allá donde nada existe y todo posee precios imposibles. El proceso de depauperización de la clase media venezolana, que ya comenzó con los corruptos gobiernos anteriores, ha llegado a su perfección más siniestra de la mano del chavismo y el madurismo, un régimen dictatorial que ha sumido al país en la crisis absoluta. El que puede escapa de Venezuela. Los menos pudientes, a través de la frontera física de Colombia, convertida en una especie de versión latinoamericana del tránsito de refugiados que vimos en Europa hace un par de veranos. Los que más medios tienen cogen vuelos y se largan a EEUU o a Europa, siendo Madrid uno de los destinos preferidos por parte de pudientes venezolanos que han escapado con lo puesto y sus ahorros, antes de que sean destrozados del todo por la inflación galopante. El que no puede salir del país vive en una cárcel ideológica y en una prisión económica, uno de los desastres más perfectos y profundos de los que ahora existen en Latinoamérica y que no tiene visos de mejorar en el corto plazo, sino más viene seguir empeorando. Sabe Maduro que si pierde el poder su cabeza está en peligro, porque serán muchos los que quieran pasarle factura por este desastre, y por ello se agarra como puede a su silla del Palacio de Miraflores, sin importarle nada ni nadie. Y los que menos, sus compatriotas.

La intentona de atentado de ayer, fuera lo que fuese, y sea quien sea el autor, beneficia a corto plazo a Maduro y su régimen, al proporcionarle un presunto enemigo interno, excusa perfecta para aumentar las represalias sobre opositores y todo lo que huela a disidencia. ¿Vio Maduro lo bien que le vino a Erdogan el fracasado golpe de hace dos veranos para instaurar su régimen de poder absoluto y trata de hacer lo mismo? Quién sabe. En todo caso, las acusaciones contra Colombia demuestran, una vez más la paranoia y mentira constante en la que vive ese sujeto, y las nulas posibilidades de que, de su mano, se de paso a un proceso de transición en el país, y el desastre económico sin fin aumenta las probabilidades de revueltas y enfrentamientos. Pobre Venezuela, poco más se me ocurre decir.

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