miércoles, agosto 01, 2018

El taxi, arrollado por la tecnología


Miro por la ventana de la oficina al paseo de la Castellana, me fijo al fono, hacia el centro de Madrid, y veo los carriles atestados de vehículos blancos, inmóviles, detenidos, que bloquean los sentidos de subida y bajada. Luces de la policía desvían el tráfico que, desde mi perspectiva, baja desde la zona norte de la ciudad y se ve obligado a desviarse ante el corte de la calle. Es una avenida muy ancha, de tres carriles por sentido y varias vías de servicio laterales y jardineras, lo que la convierte en una de las calles más anchas de la ciudad, casi en el río que atraviesa esta urbe, a falta de una corriente de agua digna de tal nombre. El taxi bloquea ahora ese río.

La huelga del taxi es, valga el símil, como las patadas y puñetazos al aire que da un animal en los estertores de su ya cercana muerte. El sector está gravemente herido por la tecnología, quiera verlo o no, y eso es algo que ya no tiene vuelta atrás. Hace ya un tiempo recomendé a los taxistas desde esta cutre columna que empezaran a estudiar o hacer algo para reciclarse, porque su negocio se extinguía, y estos movimientos de protesta no van a contribuir a que la vida del taxi se alargue mucho, sino quizás todo lo contrario. El sector tiene un monopolio fruto de una legislación que, en épocas pretéritas, le otorgó un derecho público en exclusiva, y eso ha convertido al taxi en un negocio cautivo, un extractor de rentas de primer orden y de comportamiento muy clásico, que viene descrito en los manuales de economía. Como todo monopolista, ante la ausencia de competencia, su tendencia es a elevar precios y disminuir la calidad frente a lo que sería un resultado fruto del equilibrio de mercado abierto. La existencia de licencias y la lucha para su control y no expansión ha generado su propio mercado negro en el que se pagan miles de euros para hacerse con una, siendo por tanto una prohibitiva barrera de entrada al negocio. Todo un lujo para los que en él trabajan y un imposible para los que quieren acceder. Bien, este modelo de negocio se extingue, lo siento mucho. La tecnología ha entrado en él y, como en otros tantos, ha generado efectos disruptivos, y de momento estamos hablando de tecnologías de comunicación y uso de los particulares usuarios del servicio, no de coches autónomos o similares, que convertirán al taxi en un recuerdo pintoresco del pasado. El coche compartido y los VTC han abierto una puerta a la competencia que los gestores del taxi no habían previsto, y eso reduce ingresos de su negocio matriz y, muy importante, devalúa el valor de las licencias, por las que muchos han pagado tanto. De ahí la rabia del sector que, como actúa unido y posee capacidad de presión y poder es capaz de generar situaciones como las que estamos viviendo. Los vendedores de pipas o los que, como yo, nos dedicamos al trabajo de oficina, ni tenemos poder ni nuestras huelgas generan efectos globales, además de que no tenemos barreras de entrada en nuestro trabajo, por lo que somos reemplazables y nos tenemos que aguantar o buscarnos la vida si las cosas van mal. No hay privilegio al que agarrarse. ¿Por qué los taxistas tienen derecho a ello? Las acciones violentas que vemos estos días, fruto de un comportamiento puramente mafioso, son muy contraproducentes para sus intereses, y ponen en contra sin cesar a un número creciente de usuarios, que los ven como un problema más que una solución, y eso es lo peor que puede pasar con un sector, negocio o profesión. El taxi debe ir reciclándose poco a poco y los que en él trabajan buscar alternativas de futuro, a sabiendas de que los privilegios en los que han vivido se van a terminar. Quizás no hoy o mañana, pero en un futuro cercano sí.

Dentro de algunos años quizás alguna plataforma de esas de pago por visión haga una serie que se llame “los chicos del taxi” en la que cuente las andanzas de unos profesionales de un sector que se extinguió por el avance de la tecnología. Como “las chicas del cable” mostrarán a un grupo de personas que en su momento vivían en torno a un trabajo de primera en su tiempo y con un aire de romanticismo y aventura propio de toda serie que se trate, pero al igual que las operadoras, la tecnología arrumbó sus carreras y les obligó a trabajar en otra cosa, y hoy son un recuerdo del pasado. Por cierto, no me consta que las operadoras quemasen o destrozasen máquinas de conmutación telefónica cuando empezaron a ser sustituidas por ellas. En eso también dan ejemplo.

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