Y
un eurodiputado italiano de la Liga usa su zapato para pisotear el discurso del
comisario Moscovici. La imagen hay que verla varias veces para creérsela y
muestra hasta qué punto llega el populismo basura a usar formas obscenas en
defensa de sus alocadas propuestas. Era un secreto a voces que los presupuestos
italianos no podían ser respaldados por la Comisión, ni por nadie que sepa
sumas y restas. Aumentar los gastos y reducir impuestos en un país con una
economía que apenas crece y una deuda desorbitada es la receta perfecta para
que las variables macro se desestabilicen aún más y hagan entrar a las finanzas
romanas en un camino de perdición. El proyecto, como el iluminado del zapato,
es irracional y lesivo para todos, italianos y europeos.
En
este enfrentamiento entre la Comisión y el gobierno italiano saben los
populistas romanos que a corto plazo tienen opciones de victoria y, a medio y
largo, ninguna posibilidad. Recordemos, una mil,mil millones de veces, que la
UE no es un ente caído del cielo, sino una unión de estados soberanos que ceden
soberanía para crear algo diferente a ellos mismos, y por tanto el poder que
posee la UE es el que los estados creadores le han otorgado, no menos pero
tampoco más. Las armas que la Comisión tiene sobre un estado para hacerle
cumplir los compromisos presupuestarios son, sobre todo, morales. Puede hacer
declaraciones que dejan en evidencia la irresponsabilidad de los gobernantes,
amenazar con la suspensión de los fondos estructurales, dinero que se invierte
directamente en los países gracias a compromisos comunitarios, o imponer
multas, que si un estado se niega a pagar poco se puede hacer para cobrarlas.
Pareciera que la rebelión italiana goza de futuro próspero, pero ay, no es así.
Si las cuentas italianas estuvieran saneadas podría experimentar con disparates
como estos, pero no lo están. Su deuda es del orden del 130% del PIB, y desde
hace muchos años presenta anémicos crecimientos. Posee fortalezas, como un superávit
en balanza por cuenta corriente con el exterior y un superávit primario en los
presupuestos (que ya lo quisiéramos nosotros) pero la enorme deuda le ahoga. Y
esa deuda es su talón de Aquiles. Debe venderla, renegociarla y renovarla cada
poco tiempo y acudir a los mercados para ello. Hasta ahora eso no era un
problema porque el BCE compra deuda y todo lo que se le ponga a tiro para tratar
de lograr crecimiento en la eurozona, pero la barra libre de compras de Draghi
y sus chicos se acaba, y so hará tensar las primas de riesgo periféricas, empezando
por una italiana que vive asentada en los caros trescientos puntos básicos. Todos
señalan a que un disparo en esa prima por encima de los cuatrocientos haría
insostenible al gobierno populista, y se espera con impaciencia la respuesta de
los mercados, no tanto hoy, como en los próximos días o semanas. Italia,
tercera economía de la UE tras la marcha de Reino Unido, es una de las grandes,
es un país irrescatable en los términos de lo que se vivió en la época griega y
posee tamaño suficiente como para llevarnos a todos por delante, es un “too big
to fail” de libro, como lo fue España cuando se puso nuestra prima en el
entorno de los seiscientos puntos y el guarismo acompañaba a las moscas de las
cadenas televisivas. Esto quiere decir que la subida de las primas puede hacer
volverse razonable al gobierno italiano, pero que no va a dejar indemnes a países
como el nuestro, muy endeudado, que también necesitan el apoyo del BCE para
renovar las emisiones y vencimientos de deuda. Italia es ya un gran factor de
riesgo para la eurozona y, para la economía española, una de las principales amenazas
de cara a su crecimiento potencial en este año y los siguientes. Nos pilla con
los deberes presupuestarios sin hacer, con déficits que no dejan de incumplirse
año tras año y con debilidad parlamentaria e institucional. Cóctel negativo.
¿Podría
haber colado Italia unos presupuestos parecidos a la Comisión? Quizás sí, pero
con mucha mano izquierda, negociándolos antes y jugando por debajo de la mesa
cartas como su tamaño e influencia, pero no ha hecho eso. Ha optado por la
confrontación directa, en un ardid populista de libro que permite a Salvini y
demás impresentables (recordemos, el gobierno es algo así como una coalición
entre Podemos y Le Pen) señalar a Bruselas como el gran culpable del
estancamiento italiano, el perfecto agente exterior que obstaculiza al valiente
y trabajador nacional que lucha contra fuerzas oscuras y poderosas. Un discurso
basura hasta la nausea, pero que cosecha apoyos, y sirve de palanca a esos
populistas (y a otros en todas partes) en su ascenso al poder. ¿Podrá la prima
y el euro controlarlos? Veremos a ver, y que en la disputa no nos hagamos
demasiado daño.
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