miércoles, octubre 24, 2018

Bruselas rechaza los presupuestos italianos


Y un eurodiputado italiano de la Liga usa su zapato para pisotear el discurso del comisario Moscovici. La imagen hay que verla varias veces para creérsela y muestra hasta qué punto llega el populismo basura a usar formas obscenas en defensa de sus alocadas propuestas. Era un secreto a voces que los presupuestos italianos no podían ser respaldados por la Comisión, ni por nadie que sepa sumas y restas. Aumentar los gastos y reducir impuestos en un país con una economía que apenas crece y una deuda desorbitada es la receta perfecta para que las variables macro se desestabilicen aún más y hagan entrar a las finanzas romanas en un camino de perdición. El proyecto, como el iluminado del zapato, es irracional y lesivo para todos, italianos y europeos.

En este enfrentamiento entre la Comisión y el gobierno italiano saben los populistas romanos que a corto plazo tienen opciones de victoria y, a medio y largo, ninguna posibilidad. Recordemos, una mil,mil millones de veces, que la UE no es un ente caído del cielo, sino una unión de estados soberanos que ceden soberanía para crear algo diferente a ellos mismos, y por tanto el poder que posee la UE es el que los estados creadores le han otorgado, no menos pero tampoco más. Las armas que la Comisión tiene sobre un estado para hacerle cumplir los compromisos presupuestarios son, sobre todo, morales. Puede hacer declaraciones que dejan en evidencia la irresponsabilidad de los gobernantes, amenazar con la suspensión de los fondos estructurales, dinero que se invierte directamente en los países gracias a compromisos comunitarios, o imponer multas, que si un estado se niega a pagar poco se puede hacer para cobrarlas. Pareciera que la rebelión italiana goza de futuro próspero, pero ay, no es así. Si las cuentas italianas estuvieran saneadas podría experimentar con disparates como estos, pero no lo están. Su deuda es del orden del 130% del PIB, y desde hace muchos años presenta anémicos crecimientos. Posee fortalezas, como un superávit en balanza por cuenta corriente con el exterior y un superávit primario en los presupuestos (que ya lo quisiéramos nosotros) pero la enorme deuda le ahoga. Y esa deuda es su talón de Aquiles. Debe venderla, renegociarla y renovarla cada poco tiempo y acudir a los mercados para ello. Hasta ahora eso no era un problema porque el BCE compra deuda y todo lo que se le ponga a tiro para tratar de lograr crecimiento en la eurozona, pero la barra libre de compras de Draghi y sus chicos se acaba, y so hará tensar las primas de riesgo periféricas, empezando por una italiana que vive asentada en los caros trescientos puntos básicos. Todos señalan a que un disparo en esa prima por encima de los cuatrocientos haría insostenible al gobierno populista, y se espera con impaciencia la respuesta de los mercados, no tanto hoy, como en los próximos días o semanas. Italia, tercera economía de la UE tras la marcha de Reino Unido, es una de las grandes, es un país irrescatable en los términos de lo que se vivió en la época griega y posee tamaño suficiente como para llevarnos a todos por delante, es un “too big to fail” de libro, como lo fue España cuando se puso nuestra prima en el entorno de los seiscientos puntos y el guarismo acompañaba a las moscas de las cadenas televisivas. Esto quiere decir que la subida de las primas puede hacer volverse razonable al gobierno italiano, pero que no va a dejar indemnes a países como el nuestro, muy endeudado, que también necesitan el apoyo del BCE para renovar las emisiones y vencimientos de deuda. Italia es ya un gran factor de riesgo para la eurozona y, para la economía española, una de las principales amenazas de cara a su crecimiento potencial en este año y los siguientes. Nos pilla con los deberes presupuestarios sin hacer, con déficits que no dejan de incumplirse año tras año y con debilidad parlamentaria e institucional. Cóctel negativo.

¿Podría haber colado Italia unos presupuestos parecidos a la Comisión? Quizás sí, pero con mucha mano izquierda, negociándolos antes y jugando por debajo de la mesa cartas como su tamaño e influencia, pero no ha hecho eso. Ha optado por la confrontación directa, en un ardid populista de libro que permite a Salvini y demás impresentables (recordemos, el gobierno es algo así como una coalición entre Podemos y Le Pen) señalar a Bruselas como el gran culpable del estancamiento italiano, el perfecto agente exterior que obstaculiza al valiente y trabajador nacional que lucha contra fuerzas oscuras y poderosas. Un discurso basura hasta la nausea, pero que cosecha apoyos, y sirve de palanca a esos populistas (y a otros en todas partes) en su ascenso al poder. ¿Podrá la prima y el euro controlarlos? Veremos a ver, y que en la disputa no nos hagamos demasiado daño.

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