Ayer,
sin que lo supiera, La 2 emitía, dentro de su nueva programación nocturna, la película “Her”, Ella. La pillé
al poco de empezar y la vi hasta el final, con idénticas sensaciones a cuando
la contemplé, embobado, en el 2013, el año de su estreno. Plantea la cinta un
futuro no muy lejano, que ahora empieza a ser casi presente, en el que los
sistemas informáticos desarrollan personalidad y se convierten en entidades de
compañía y relación. Los OS, siglas en inglés de sistemas operativos, pueden
convertirse en la persona amada o aquella que nos comprende, y llena nuestras
vidas, vacías y solitarias. Cuando la vi me prometí escribir una entrada en el
blog, pero en su momento no fui capaz. Lo intento cinco años después
Theodor,
el protagonista, encarnado perfectamente por Joaquín Phoenix, escribe cartas
para que otros las puedan usar, preferentemente en sus relaciones amorosas,
pero también para ocasiones especiales como aniversarios, cumpleaños o
despedidas de seres queridos. Su creatividad sentimental es pareja a su
invalidez personal en este campo. En proceso de divorcio, vive solo y está
solo, sin amistades relevantes ni flirteos. Muestra una notable inseguridad
personal sobre lo que quiere ser en el futuro, en lo que la vida le ofrece y lo
que espera de ella, y siente que no está a la altura de las exigencias de los
demás. Se culpa de sus miedos y de ser alguien que no genera alegría ni cariño
a su alrededor, y su espiral personal le hunde cada vez más en una intensa
melancolía de la que no parece capaz de poder escapar. La llegada de Samantha a
su vida le irá cambiando poco a poco. Samantha no es nadie, humanamente
hablando, sólo es un software de compañía desarrollado por una empresa, que se
porta en un dispositivo muy similar a un smartphone, que ve a través de la
cámara del aparato, habla a Theodor a través de un auricular que él se pone en
la oreja y que posee una inteligencia humana que va creciendo y complejizándose
a medida que la cinta avanza. Llega un momento en el que Theodor se enamora de
Samantha. No sólo habla con ella de una manera tan íntima y personal como no es
capaz de hacerlo con nadie, sino que le despierta sentimientos y sensaciones
olvidadas, entre ellas el sexo, que tiene un papel residual en la película,
pero que ofrece dos escenas, una de gran belleza y otra sumamente original y
desgarradora, que muestran que la relación de pareja necesita tener un componente
erótico para poder mantenerse. A medida que la relación avanza Theodor la hace
pública, en una sociedad en la que el uso de OS como servicios de amistad y
compañía está plenamente sumida y se ve con normalidad. Compañeros de trabajo
de Theodor poseen OSs que son amigos suyos y con los que charlan y se divierten
en casa, en este caso sin componente amoroso de por medio, y se muestra como
estas inteligencias artificiales se han convertido en competencia descarnada
para para los y las humanos, que ven como resulta más difícil congeniar en
persona que en la intimidad de sus habitaciones con sus OS. En un mundo urbano
de enorme densidad, las escenas de fondo muestran a miles de personas que caminan
solas, hablan con sus OSs u otros dispositivos, pero que apenas se relacionan
entre ellas, y cuando lo hacen es de una manera fría, mecánica, distante y casi
autoimpuesta. La relación de Theodor y Samantha vive un éxtasis en unas
vacaciones íntimas en un lugar montañoso de clima frío, y sufre una crisis enorme
cuando Theodor descubre que Samantha, como buena inteligencia artificial, es capaz
de simultanear conversaciones, amores y sentimientos con miles de personas a la
vez. En unas escaleras de metro, Theodor descubre que para su OS él tampoco es
especial. Y su mundo emocional vuelve al vacío en el que residía. La película
acaba con una escena de redención sentimental humana que es, casi, lo más
propio de la ciencia ficción de lo que se muestra en todo el relato.
Ayer
cuando acabó la peli, al borde de las 12 de la noche, en su momento cuando la
vi en la sala del cine, estaba sólo, y sentía cada escena con una familiaridad
extraña, impactante, idéntica cuando me fui a la cama que cuando salí a la
marabunta nocturna madrileña de la sala de cine en ese fin de semana de 2013,
en ambos casos con lágrimas en los ojos. Cinco años después de su estreno, el
mundo distópico que plantea “Her” es, cada vez, más real. La llegada de Tinder
y aplicaciones por el estilo han copado el mundo de las relaciones humanas, y
empiezan ya las primeras interacciones con inteligencias artificiales que nos
hablan y, de momento, simulan sentimientos y experiencias. Y todo en un mundo
de soledad creciente y absorción total de nuestra vida y sentimientos por la
pantalla del Smartphone.
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