Pensamos
a veces que eso del antisemitismo es algo que se estudia refiriéndose siempre
al pasado, a décadas o siglos superados, que se menciona en exposiciones y
documentales para recordar horrores pretéritos que buscamos, que no se repitan.
Pero no, no es así, un es algo remoto y perdido ni, parce, logramos evitar que
vuelva a la actualidad en forma de violencia sectaria, destrucción y muerte. El
antisemitismo no es algo vinculado al blanco y negro, sino que adquiere forma
corpórea en este mundo de digital multicolor. Se ve que las pesadillas y
fantasmas que forman parte de nuestro peor subconsciente no hacen sino aflorar,
sea en forma de octavilla o de meme.
El
ataque del sábado en Pittsburh, con un balance de once muertos y siete heridos,
uno de ellos el autor de la matanza, nos vuelve a poner frente al espejo de
esa violencia desatada, terrorista por su forma de ser y actuar, y reabre
debates que nunca se cierran en unos EEUU que asisten, entre asustados y
desconcertados, al crecimiento de violencias por motivos políticos. El autor de
la matanza había dejado mensajes en redes sociales que hacían prever que
atacaría a una comunidad judía, por lo que no ha resultado una sorpresa. Cada
vez que pasa algo así me surge la pregunta de por qué esas empresas de redes
sociales que usan los datos que les proporcionamos son capaces de vendernos de
manera precisa lo que deseamos pero no previenen atentados de este tipo, que se
anuncian en sus foros con mucha mayor claridad. Y la respuesta es obvia, a esas
empresas no les interesan nuestras vidas, sino nuestro dinero. Pero no es ese
el tema del que quería hablar, sino el de la violencia antisemita. Así, como
quien no quiere la cosa, Robert Bowers, de 46 años, ha perpetrado la mayor
matanza de judíos realizada nunca en los EEUU, poca cosa comparado con los
pogromos que han salpicado la historia europea a lo largo de siglos, pero
mucho, muchísimo, para la tierra de acogida a la diáspora judía que ha sido
EEUU, un lugar en el que los miembros de esa comunidad, perseguidos por todas
partes, han encontrado refugio y seguridad. La historia de los judíos está
llena de matanzas y tragedias, y por ello los que huían de Europa en busca del
refugio al otro lado del mar se encontraban alegres por dejar atrás la
pesadilla, pero siempre temiendo que algo pudiera sucederles en su lugar de
adopción. Ese sentimiento de intranquilidad anida en todos ellos como una parte
más de su ser. Los movimientos de extrema derecha norteamericanos han sido,
como es obvio, muy antisemitas, pero afortunadamente no han logrado calar en la
sociedad ni han podido ejercer la violencia que desearían sobre ese colectivo.
Sin embargo, de unos años a esta parte, han aumentado el volumen de sus
improperios y las actitudes amenazantes, tanto contra judíos como negros y
otros grupos de población, a los que ven como inferiores o despreciables (para
un supremacista todo el mundo es inferior a él, no hacen en eso muchos
distingos) y las redes sociales y la difusión global de noticias y bulos en el
que vivimos les han venido muy bien para fortalecerse. Parte del fenómeno de la
All Right americana tiene un fuerte componente antisemita, y algunos de sus
inspiradores, como el oscuro Steve Bannon, no lo ocultan. Trump, menos en el
poder, más antes de llegar a él, ha colaborado activamente en la difusión de
mensajes cargados de odio tanto en contra de los judíos como frente a otras
minorías sociales, y ha ejercido precisamente de todo lo que no debe ser un
presidente (también) en este aspecto, no ya aumentando la crispación social,
que también, sino polarizando por completo el debate, regurgitando viejas
heridas que yacen en la sociedad estadounidense y buscando en todo momento
señalizar a grupos de población con el adjetivo de “culpables” para achacarles
las cosas que le van mal al país. De ese señalamiento a los hechos violentos
hay muchos espacio, sí, pero es la manera más directa de emprenden el camino
que acabe en forma de ataques o atentados. El disparatado acceso a las armas en
aquel país hace el resto.
Bowers,
el asesino, se enfrenta a una condena de muerte por la matanza perpetrada, pero
la dura que me surge es cuántos Bowers hay esperando a hacer algo similar. Días
atrás tuvimos el envío de paquetes bomba a políticos y celebridades de la órbita
demócrata, remitidos por un sujeto con pinta de perturbado que parecía miembro
de una especie de adoradores de Trump. Todas las ideologías pueden engendrar
violencia, y deben ser usadas con sumo cuidado. Confiemos que episodios de este
tipo no se repitan en el futuro, pero algo muy oscuro paree estar despertando
en ciertos grupúsculos de la sociedad de EEUU, y me da que el actual gobernante
del país nada va a hacer para impedir que prosperen. Y, otra vez, el que todo
el que quiera pueda armarse hasta los dientes y disparar hace que estos riesgos
se materialicen fácilmente en tragedias como las de la sinagoga “El árbol de la
vida” de Pittsburgh
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