miércoles, octubre 17, 2018

Malos presupuestos


Llama mucho la atención, desde un principio, que el acuerdo de presupuestos, que algunos llaman de legislatura, lo ha firmado el gobierno y Podemos, sin que el PSOE aparezca por ninguna parte. Ese ninguneo al partido propio es una nueva muestra del cesarismo en el que no deja de incurrir un Sánchez al que el síndrome de la Moncloa le ha abducido en tiempo récord. Su grupo parlamentario apenas pinta nada, capitaneado por una dirigente, Adriana Lastra, que deja mucho de desear a todos los niveles, y es Moncloa quien rige todas las relaciones con sus socios. En Ferraz deben estar muy mosqueados, pero mientras mantengan el poder no dirán nada, que el poder es lo que une a los partidos.

¿Por qué digo que son malos? Porque son como los que hacía el PP pero con esteroides, y dejarán unas consecuencias similares en todas aquellas variables que el PP no se atrevió a controlar, y que son las que van a determinar el (mal) futuro de las cuentas públicas. El pacto recoge algunas de las peticiones de Podemos, lo que no nos debe extrañar mucho, la aritmética obliga, y supone un incremento notable de gastos y una gran aumento de impuestos, que está por ver si se traducirá en ingresos. Este es el principal problema de las cuentas. Los gobiernos del PP realizaron recortes, esa fama se llevaron, en lo que era fácil y sencillo de recortar, pero no lograron conseguir un superávit primario (saldo positivo de ingresos menos gastos antes del pago de los intereses de la deuda) en ninguno de sus ejercicios. El déficits e fue reduciendo desde niveles disparatados, pero siempre existió. Ahora, probablemente superada la parte alta del ciclo, que ha elevado los ingresos y reducido los costes públicos, el gobierno aumenta gastos y crea figuras impositivas para cubrirlos, pero resulta imposible creerse que la recaudación de esos nuevos tributos compense los gastos previstos. De todos ellos hay dos que pueden ser potencialmente recaudadores potentes, y quizás finalmente sólo sea uno. Me refiero a la subida del impuesto al diésel, combustible que usa una parte enorme del parque automovilístico y que recaudará desde el momento de su implantación, aunque tenga el efecto de hundir aún más las ventas de vehículos de este tipo. La otra subida de ingresos potencial es la del salario mínimo, porque esa medida supone un incremento directo de impuestos a los que contratan trabajadores, pero puede que esta medida se quede en potencial, porque muchos de los contratadores, ante el incremento de costes, se lo pensarán dos veces antes de incorporar a alguien a su plantilla, harán números y verán si les sale rentable o no. Dice al teoría que un incremento de este salario actúa como barrera de entrada para los más desfavorecidos al mercado laboral, que ya es de por sí injusto y disfuncional en nuestro país. Los contratados por el mínimo aportarán más a la Seguridad Social, sí, pero si el volumen de contratados cae la recaudación en su conjunto puede hacerlo. El efecto combinado de todo esto lo veremos con el tiempo. El resto de figuras impositivas creadas, tasa Google, tasa sobre transacciones financieras y otras por el estilo se convertirán en incremento de precios y costes para el consumidor final de los bienes y servicios gravados (usted, todos sus conocidos y yo) y es casi seguro que no lograrán alcanzar las cifras mágicas que las cuentas del gobierno les otorgan. La subida del IRPF es testimonial, dado que afrenta a un tramo de rentas en el que casi nadie tributa por IRPF, sino por sociedades, algo que bien saben muchos de los que se sientan en la mesa del Consejo de Ministros. Da algunos votos de desinformados, pero no produce ingresos. Ni palabra de la profunda reforma fiscal, conceptual y de fondo, que debiéramos emprender, en este proyecto.

Asó, si se aprueba, auguro que la cifra de déficit púbico superará ampliamente el 2% y rebasará cualquier límite, acordado o no, con Bruselas. Detalle importante es si se aprueban, dado que se necesita el voto de nacionalistas vascos y catalanes. Como sucedía con el PP, el acuerdo con el PNV se traduce en dos décimas más de déficit púbico a añadir a la deuda global del país, y dado lo feliz que se le ve a Sánchez en Moncloa, no dudo que sería capaz de salir vestido con una estelada al cuello para conseguir los votos de los independentistas. En su nombre Iglesias visitará a Junqueras en la cárcel, pasando un rato agradable ambos, que se dicen de izquierdas, pero que en el fondo son unos supremacistas, lo que es ser muy muy de derechas. Y el pobre déficit púbico engordará, y la deuda, para usted, para todos sus conocidos, y para mi. Vamos, lo de siempre

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