miércoles, octubre 31, 2018

El ocaso de Ángela Merkel


Cuando en septiembre del año pasado volvió a ganar las elecciones a la cancillería, el gesto de la noche electoral de Ángela Merkel era el de la más amarga de las victorias de su carrera. Quedó primera, en nombre de su formación, la CDU, pero con el resultado más bajo de las cuatro elecciones a las que había concurrido. El ascenso de los ultraderechistas de AfD era la noticia de la noche, y los resultados no dulces de la CDU eran gloria comparados con el desastre social demócratas del SPD, hundido. Merkel sabía so sólo que tenía que negociar, sino que lo debía hace desde una posición más débil que en el pasado y con un socio tocado y casi hundido. Esa noche Merkel empezó a ver el fin de su carrera. No lo dijo, pero su gesto, impertérrito, hablaba por ella.

El lunes lo dijo en forma de discurso ante los suyos. Un nuevo batacazo electoral regional, esta vez en el Lander de Hesse, ha precipitado las cosas. La escena se repite de manera matemática en cada elección regional, con esa precisión que asociamos a lo germánico. La CDU gana pero no consigue fuerza para gobernar en solitario, los socialdemócratas baten récords de bajada y se hunden sin cesar y los extremistas de AfD y los verdes capitalizan el voto del descontento, situándose ambos como fuerzas preminentes, en el caso de los verdes como segunda opción en más de un estado federado. Las encuestas han anticipado bien estos escenarios, y Merkel, consciente de que la base de su poder omnímodo en la CDU, sus resultados electorales, mengua, ha optado por iniciar la retirada. En su comparecencia del lunes anunció que no se presentará a la reelección como presidenta de su partido en el congreso que tendrá lugar este diciembre, y que no se presentará más como candidata a la cancillería, siendo este su último mandato que, si logra llevarlo a término, expirará en septiembre de 2021. Esto último está por ver, dada la debilidad de la actual gran coalición y la erosión del poder que va a sufrir Merkel una vez que ha anticipado sus movimientos y ha dejado pista libre a sus posibles sucesores. El fin de Merkel es el fin de una era en Alemania y en Europa, y en parte, también en el mundo. Pragmática, seria, austera en forma y fondo, apodada por muchos alemanes como la “mamma”, la madre que los cuida, ha sido Merkel un animal político de primera división que ha regido los destinos de una Alemania que, en medio de la crisis global, se ha convertido en la regente de Europa, haciéndola a ella en cierto modo dueña y señora de los designios del continente. Nada ha sucedido en estos años en la UE sin el permiso, explícito o tácito de Merkel, que ha dejado en evidencia la debilidad de otros posibles aspirantes a ese papel de mando, especialmente de todos los franceses que han pasado por el Elíseo. Criticada por muchos, alabada por pocos, escasamente defendida, su gestión en Alemania ofrece unas cifras económicas que no son todas de oro, pero siguen siendo la envidia de medio mundo y gran parte del otro. En Europa su apuesta por la austeridad le granjeó enormes enemigos, pero en su defensa hay que decir que todos enfrentamos una crisis monstruosa sin los instrumentos adecuados para combatirla y en medio del histerismo global. Muchas cosas pudieron hacerse de manera distinta, sí, peo es muy fácil decirlo a posteriori, y olvidar lo que fueron nuestra prima de riesgo de 600 puntos o la casi salida de Grecia del euro. En esos momentos, con sus aciertos y errores, sólo Merkel mantenía la compostura, entre la debacle de los liderazgos nacionales que eran de quita y pon, sin sustancia ni ideas. Ella determinó el rumbo de lo que actualmente son nuestras economías, para bien y para mal. Quizás todo lo sucedido en torno a la crisis marque demasiado la valoración de su mandato, y eso sería injusto.

En un tiempo de liderazgos populistas, demagógicos y chillones, Merkel ha sido la callada voz de la sensatez que ha servido de punto de referencia para muchos, y de sosiego para casi todos. Su decisión más polémica, la que más costes políticos le creó, fue la de acoger a los inmigrantes sirios hace un par de años, lo que fue utilizado por extremistas de todo el mundo para atacarla. Con la llegada de Trump al poder y el delirio a Washington, Merkel se ha convertido en la líder sensata, a la que asirse. Sus declaraciones a favor de la libertad, el respeto institucional, el multilateralismo y la seguridad jurídica son islas en medio de la pesadilla política que vivimos. Se le echará mucho de menos, muchísimo.

Mañana es fiesta pero no me cojo puente. Nos leeremos, unos poquitos valientes, el viernes 2

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