Debía
saber Pedro Sánchez, desde el inicio de su mandato, que su llegada al poder se
producía por un frente de rechazo al PP que gobernaba hasta el momento. Lo único
que amalgamaba a todos aquellos votos unidos era el no a Rajoy y a su partido,
pero que suscitar un apoyo a un sí, para lo que fuera, iba a ser otra cosa muy
distinta. Si entre las fuerzas de izquierdas lograr esa unidas iba a costar una
barbaridad, como vemos en el día a día con tirones e imposturas entre PSOE y
Podemos, ¿qué esperaba que sucediera con el soberanismo catalán? La llegada de
un sujeto como Quim Torra al palacio de la Generalitat sólo iba a significar la
cerrazón absoluta. ¿Era consciente Sánchez de eso? Debía, aunque dudo que así
fuera.
Aquel
Torra, que escribió aquellas lindezas sobre todos los que no son de la sangre
pura que él encarna, mostrando su racismo y totalitarismo hasta que no hubiera
duda alguna, es hoy el dirigente de un gobierno autonómico que anima a las
masas a atacar a las instituciones y que se envalentona cuando grupos
incontrolados asedian el Parlament de la Generalitat, la cámara autonómica. Ese
es Torra, el que se refleja en sus escritos de toda la vida. Tras los sucesos
de este principio de semana, se ha envalentonado aún más el oscuro personaje y ha
lanzado un ultimátum al gobierno de Sánchez para que este abra un diálogo que
verse sobre cómo alcanzar al autodeterminación, sin posibilidad de
renunciar a ella. Curioso concepto de diálogo el que muestra el sujeto, aunque
dada la repugnancia que le provocará compartir espacio con subhumanos como Sánchez
o cualquier otro que no pertenezca a su estirpe elegida es probable que busque
la máxima brevedad en sus encuentros. ¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno? Tibia.
Un no expresado por la portavoz Celáa que no ha tenido la fuerza escénica
debida, sobre todo por ser el colofón de una serie de declaraciones y posturas
de miembros del gobierno y afines en las que se veía una clara connivencia con
el independentismo catalán de cara a que éste siga sosteniendo con sus votos la
acción del gobierno. Los constantes llamamientos a que los políticos encarcelados
sean liberados de su prisión preventiva, sin que el juez pinte nada en ello,
han sido tan ridículos como muestra ostentosa de debilidad. Los acuerdos
financieros para pagar a la Generalitat, cuando otras CCAA se las ven y se las
desean para poder hacer frente a sus gastos y no saben lo que es recibir
inversiones del gobierno central también han sido gestos destinados a “comprar”
tranquilidad y voluntades. La situación recuerda un poco al desarrollo de la “operación
diálogo” que llevó a cabo Sáinz de Santamaría cuando ejercía la presidencia. Táctica
suave para no enervar a los exaltados y mostrar buen talante para no poder ser
acusado de carecerlo. Aquello, como todos sabemos, salió mal, sobre todo porque
en frente estaba un sujeto alocado, desquiciado, un tal Puigdemont, y tras él
cientos de miles de ciudadanos a los que se les había vendido un discurso falso
de opresión, victimismo, y de independencia sanadora. Como nos enseña Trump cada
día, el delirio de un dirigente político es realmente peligroso cuando logra
convencer del mismo a parte de los votantes. El derrumbe de aquella operación y
el golpe de estado institucional orquestado por “Puchi” y los suyos nos
llevaron al 155 y a las elecciones anticipadas, y de ahí hasta aquí. La posición
del gobierno actual de Moncloa es aún más débil de lo que lo era la de Rajoy,
carente también de mayorías absolutas, que sólo pudo aplicar las medidas extraordinarias
cuando la situación hacía tiempo que lo era. Esa debilidad la nota todo el
mundo, y más aquellos que pueden sacar mayor partida de la misma. Aunque el chantaje
planteado por Torra ha sido recogido con división de opiniones en el frente
independentista, es probable que la presión de este desalmado y su banda no
afloje en exceso. ¿Qué debe hacer ante ello el gobierno?
Iván
redondeo, el poder en la sombra de Sánchez, debe estar haciendo escenarios y
encuestas atinadas, no como las del CIS, calculando cuántos votos pierde el PSOE
en toda España cada vez que se amilana ante las presiones independentistas, y
viendo cuándo le conviene convocar elecciones si estas presiones continúan. A día
de hoy el adelanto electoral general gana enteros como opción, quizás dicen
algunos emparedado entre unas elecciones andaluzas de final de año y las
municipales y autonómicas de mayo, pero tampoco descarten un adelanto de las
propias elecciones catalanas si el presunto desacuerdo entre Esquerra y los Puigdemoníacos
va a más. En todo caso, cuanto más débil se muestre Sánchez ante ellos, peor
para él y para todos los demás. Y eso seguro que lo sabe.
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