Leo,
leo mucho. En ocasiones creo que bastante más de lo aconsejable para mi
presupuesto y de lo que soy capaz de gestionar en volúmenes de papel en mi
nanopiso. También escucho música, mucha, y en ocasiones simultaneo lectura y
escucha, aunque a veces realizo ambas actividades en casa de manera separada,
según como me dé. Esas dos aficiones ocupan casi todo mi tiempo de ocio, que es
lo que queda tras bastantes horas de oficina y trabajo. A veces es un buen
rato, otras no tanto, pero trato de sacar un buen hueco cada día, al menos para
leer unas cuántas páginas todas las jornadas. No soy capaz de seguir el ritmo
de novedades publicadas ni los objetivos de compra que a veces me pongo a mi
mismo.
Como
raro que soy, o fama que tengo, no estoy suscrito a ninguna plataforma
televisiva de esas que están ahora tan de moda y no sigo la avalancha de series
que nos invaden sin cesar. En las conversaciones de café y otros lugares
escucho comentarios sobre unas y otras, y sumando a lo que leo en los medios
acabo sabiendo por dónde van los tiros de lo que está ahora más en boga, de lo
que parece mejor y de lo que parecía la bomba y se queda en petardos de feria,
y uno de los comentarios habituales es el de la imposibilidad de gestionar la
avalancha de contenidos, de producción que esas plataformas generan. Se ha
convertido en costumbre habitual el pegarse una panzada de temporada completa
de la serie que a uno le gusta, dado que ahora esas plataformas estrenan las
temporadas con todos los capítulos. Lo de ver uno por semana y esperar a ver
qué pasa se ha convertido en una antigualla, y el maratón de consumo es lo que
se lleva. Es tal la cantidad de producción que los emisores detectan que empiezan
a ser bastantes los que las ven de manera acelerada, a 1,X o 2 de su velocidad
normal de reproducción. ¿Qué buscan los que así lo consumen? Quizás saciar su
apetencia de dosis televisiva, y en no pocos casos el poder interaccionar con
los que saltan al ruedo de las redes sociales para comentar, destripar,
criticar, algunos incluso alabar, lo que se está viendo. Parece que hay
carreras por ser el primero en devorar la serie, el producto, y tuitear al
respecto, en un comportamiento que cada vez me recuerda a los enfermos de
bulimia, que devoran la comida con un ansia ciega para luego vomitarla con una
mayor intensidad aún. Cada pocos meses prensa y medios audiovisuales publican
titulares del estilo de “las
tropecientas series que no te puedes perder en los próximos meses” movidos
sin duda por el interés económico, dado que algunas de las recomendadas son
producidas por sus propios grupos empresariales, pero llamadas de este tipo
surgen por doquier y alimentan una especie de carrera desenfrenada por el
consumo, convirtiendo la red, plataformas y el salón de las casas en la versión
moderna de esas carreras que veíamos antaño al inicio de las rebajas, con
consumidores buscando desesperados la ganga para sentirse afortunados por
lograrla y, sobre todo, dichosos al arrebatársela al de al lado. Las series se
han convertido en una nueva especie de droga, o producto de necesario consumo
para poder ser alguien, y eso ha disparado los clientes e ingresos de empresas
como Netflix, Movistar o HBo, por citar a las más granes, que juegan con este
efecto llamada, ofreciendo además la posibilidad de consumir sus productos en
cualquier soporte y ocasión, lo que flexibiliza mucho su uso y favorece que el
consumidor pueda rellenar momentos de ocio mucho más allá del salón de su casa.
Ya no es raro ver personas consumiendo series en el metro o en cualquier otro
lugar. La multipantalla ya es real y funciona a pleno rendimiento, para alegría
de consumidores y, sobre todo, de productores y vendedores.
La
duda que me surge en todo esto es dónde está el ocio, el disfrute, porque para
mi consumir algo de esa manera no tiene nada que ver con el relax. Convertir el
visionado de series en una actividad estresante, sujeta a unas necesidades de
tiempo que se reducen y obligan a estrujarlas es algo totalmente contrario a mi
idea de pasatiempo, de tiempo libre, de consumo de objetos y servicios para
pasarlo bien. ¿Se relaja uno con esta manera de ver series? ¿Vivir a 1.7 de
velocidad es descansar? ¿Cuántos desearían no vivir atenazados por la necesidad
de tuitear o (perodón) instagramear lo que acaban de devorar? Cada vez que
pienso sobre esto la sensación que me entra es que, para muchos, ver se ha
convertido en un trabajo más, igual de estresante y con obligaciones al que se
desempeña en el tiempo de no ocio. ¿Es así o sólo me lo parece?
Subo
a Elorrio el fin de semana y me cojo el lunes festivo. Llega el invierno, así
que abríguense de verdad. Nos leemos el martes 30
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