Nassim
Taleb es un pensador de origen libanés afincado en EEUU. Estadístico, filósofo,
operador de mercados financieros, posee un perfil bastante renacentista, y es
amante de las polémicas, en las que muestra unas formas rudas y poco
caballerosas. Saltó a la fama en la crisis de 2008 cuando desarrolló su teoría
del “cisne negro” que definió como ese acontecimiento poco probable pero
poseedor de enormes consecuencias, que de vez en cuando se desata. La caída de
Lehman Brothers en ese año, o el asesinato del archiduque en Sarajevo en 1914
son ejemplos de este tipo de sucesos, que desencadenan efectos tremendos y que,
por su baja posibilidad de que sucedan, no reciben la atención debida antes de
producirse.
¿Es
lo sucedido en el consulado saudí de Estambul un cisne negro? Potencialmente,
sí. Uno de los problemas de la teoría de Taleb es que le pasa a su concepto
como a las burbujas, que sólo sabemos que estamos delante de una de ellas
cuando sus efectos se desatan. Antes, en ausencia de los mismos, no podemos
calificar como burbuja o cisne a sucesos que pudieran parecer tales, y de ahí
el calificar lo que ha pasado en Estambul como “potencial cisne” y de paso
prestarle toda la atención que seamos capaces de darle. Poco a poco sabemos más
detalle de lo que allí pasó, el número de personas que estuvieron implicadas en
el asesinato, y la certeza de que tal crimen tuvo lugar. Ayer, de hecho, se
produjo un salto cualitativo en el engorde del oscuro cisne cuando Trump
reconoció que, probablemente, el periodista Khashoggi está muerto, y amenazó
con represalias. Es un cambio relevante del aliado más fiel y poderoso que
poseen los saudíes en el mundo, y un primer mensaje serio por parte de la Casa
Blanca a los Saud ha sido la cancelación de la presencia del Secretario del
Tesoro, Steven Mnuchin, en el foro económico que va a tener lugar en Riad en
unos días, en lo que se calificaba hace unos meses como el “Davos del desierto”
por la relevancia de presencias financieras globales que se iban a citar en las
arenas saudíes y que ahora ya podemos bautizar como el “Davos desértico” ante
la espantada generalizada. Los costes para la monarquía saudí de todo esto
empiezan a ser significativos, y la figura del todopoderoso MBS empieza a no
ser intocable. Ayer se hablaba de buscar un chivo expiatorio entre alguno de
los principales responsables de la seguridad del propio MBS, estableciendo así
un cortafuegos que llegase cerca de las alturas familiares y que permitiese dar
la imagen de una renuncia de poder por parte de los Saud y reconocimiento de
culpa. ¿Es esto suficiente o estaríamos ante una mera representación? Parece más
probable lo segundo, y está por ver que sea suficiente. Los saudíes y los
norteamericanos (por extensión todos nosotros) estamos agarrados por nuestras
partes blandas y si uno presiona y hace daño el otro lo puede hacer igualmente.
El régimen feudal de los Saud subsiste gracias al petróleo y a la alianza
forjada a principios del siglo pasado entre esa familia y las empresas
norteamericanas que empezaban a explotar los infinitos yacimientos que se
esconden en la península arábiga. Posteriormente los Saud se hicieron con el
poder en el país y nacionalizaron el negocio petrolífero, pero manteniendo
ventajosos acuerdos comerciales con las empresas matrices que lo explotaban
hasta entonces. Hoy en día Arabia Saudí sigue siendo el país regulador del
precio del crudo, con capacidad para bombear mucho o recortar la producción en
apenas días, gracias a la tecnología e intensidad con la que explota sus campos,
que le ofrecen un margen espectacular por cada barril que produce. Y es uno de
los países que más compra a occidente, sobre todo armamento, lujo y comida. Fuentes
saudíes han amenazado con hacer disparar el precio del crudo si se producen
sanciones o decisiones lesivas para sus intereses. ¿Hará Trump algo? ¿Moverá
realmente ficha contra su eterno aliado? Sería, de producirse, un movimiento
tan relevante como chocante.
MBS,
el príncipe heredero, está en medio de toda esta situación. Su política,
agresiva, ha cambiado la estabilidad de la corrupta casa Saud, llevada en
silencio durante décadas. Purgas masivas, guerras frecuentes en su vecindario
(como la horrenda de Yemen) y una actitud de total impunidad a la hora de tomar
decisiones le han dado la sensación, hasta ahora cierta, de ser intocable. ¿Ha
llegado el ocaso de MBS? Está por ver, eso sería algo muy serio para el futuro
de los Saud y del país que controlan como si se tratase de una finca familiar, pero
no es posible descartar nada. Y todo por un asesinato cruel y propio de una película
en el consulado de Estambul. No se si será cisne a la manera de Taleb, pero sí que
todo pinta de un negro petróleo que no augura nada bueno. Hay que seguir esta
historia sin descanso.
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