Una
importante noticia de este fin de semana ha pasado medio desapercibida. Las
riadas de la gota fría en Málaga y sus trágicas consecuencias, o las infames
visitas de Pablo Iglesias a sus socios y amigos secesionistas, algunos en
prisión preventiva, otros fugados, han acaparado mucha atención, y la merecen,
pero ocultan otras cosas que, potencialmente, pueden ser mucho más importantes
que el encuentro entre extremistas que se dicen opuestos ideológicos pero que
en el fondo comparten una idéntica visión del poder como ejercicio dictatorial
por parte del líder, que ellos encarnan como ninguno. Lo sustancial es la
vuelta a la actualidad de las armas nucleares y su control.
Realmente
el titular que he escogido hoy es erróneo, porque las armas nucleares no se han
ido nunca, siguen ahí, estacionadas en sus silos, fijos o móviles, prestas a
ser utilizadas. Lo que ha desaparecido de la agenda pública es el miedo a su
uso, y se dan como no existentes, pero es necesario recordar, en todo momento,
que el arsenal nuclear disponible es más que suficiente para destruir todo el
mundo muchas muchas veces. La noticia a la que me refería es el anuncio de
Donald Trump, que posee el segundo arsenal nuclear más grande del mundo, de retirarse
del acuerdo firmado con Rusia en los ochenta para la reducción de los arsenales
nucleares de corto y medio alcance. Considera Trump que Rusia ha violado
sistemáticamente este acuerdo, y más aún en los últimos años, por lo que carece
de sentido que su país se mantenga atado a él. ¿Tiene razón el presidente
norteamericano en sus argumentos? En el fondo sí, en lo que hace a la violación
rusa de los tratados, porque no han sido pocas las paradas militares
organizadas por Putin en las que se han mostrado, al menos anunciado, nuevas
armas de este tipo que suponen una mejora de los arsenales que tradicionalmente
ha exhibido Rusia. Además hay un factor que altera la ecuación estratégica en
la que se basaba aquel acuerdo firmado entre dos superpotencias, que es China.
Inmersa en una carrera armamentística propia, China empieza a tener arsenal
suficiente como para ser tenida en cuenta en el escenario global como un tercer
actor, y desde luego posee tecnología nuclear propia y misiles de todos los
rangos y alcances posible. Mientras hay dudas entre los expertos sobre la
capacidad, tecnológica y económica, de Rusia para poder mantener la estela
nuclear en lo más alto, nadie duda de que los chinos serán capaces de lograr lo
que se propongan, y en medio de estas rivalidades los acuerdos de reducción
estratégica, esta vez los de corto y medio alcance, se convierten en papel
mojado. ¿Estamos ante el riesgo de una nueva carrera de armamento nuclear? Objetivamente,
sí, y eso es poner el término riesgo con una R mayúscula muy grande en el
centro de todas nuestras preocupaciones. El recuerdo que tenemos de la guerra
fría, los que la vivieron en su totalidad o los que la conocimos en persona ya
a al final, en la década de los ochenta, está mediatizado por el temor al
enfrentamiento nuclear y la certeza, alivio, de que finalmente no se produjo el
apocalipsis que todos temíamos. Pero el que no tuviera lugar ese desastre fue,
en parte, fruto de la casualidad. Haya varios sucesos, algunos conocidos como
la crisis de los misiles de cuba, otros no tanto, relacionados con errores de
información, en los que se estuvo a punto de disparar armamento nuclear como
respuesta a lo que parecía una amenaza certera por parte del rival. Decisiones
humanas de última hora, llenas de sangre fía y racionalidad, acertaron y
evitaron un accidente monstruoso que hubiera podido desatar el fin del mundo
tal y como lo conocemos. Los acuerdos entre EEUU y la antigua URSS y el
posterior desmoronamiento de la misma aportaron tranquilidad nuclear al mundo y
el asunto sobre estas armas se apagó como temor y noticia global. Pero siguen
ahí.
El
que EEUU y otros países se lancen a renovar y ampliar sus sistemas de armamento
nuclear, y los supuestos escudos que protegerían a esas naciones de un ataque,
es dar un paso otra vez en la errónea dirección. La estrategia de la destrucción
mutua asegurada, MAD en inglés (que quiere decir loco como palabra y no como
acrónimo) supo llenar de miedo a toda la población y, en parte, a los dirigentes
mundiales. Si esos miedos se han apagado el riesgo de que se produzcan
incidentes o errores de cálculo se dispara. Y recordemos que un “accidente”
nuclear, un misil o bomba equivocada, aunque sea aislado, supondría por si solo
el mayor desastre conocido en los tiempos modernos, y significaría la destrucción
del orden económico y global en el que vivimos hoy en día. Los riesgos, por
tanto, son excesivos. Mucho ojo a todo esto.
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