lunes, octubre 01, 2018

El populismo italiano dispara el déficit…


… y hunde la bolsa. Muchas han sido las advertencias del daño que pueden hacer los populistas en el gobierno, que han caído en saco roto ante la inercia del ciclo económico. Cuando a la economía le da por bajar da igual poco importa que haya diligentes profesionales al frente de organismos e instituciones, y cuando sube, como un barco lanzado en aguas calmas, no es necesario ni que haya inteligencia en el poder, y cualquier cosa es soportada por la coyuntura. Un ejemplo, alejado de los actuales populismos, es la gestión de ZP en la antesala de nuestro derrumbe de 2008. Nadie pilotaba el barco, y nos estrellamos, pero un minuto antes del impacto la velocidad de crucero macro seguía siendo prodigiosa.

El gobierno italiano es una bomba que va a hacer daño en todo lo que toque, se acerque o aproxime. La unión de dos fuerzas opuestas, un movimiento izquierdista estilo Podemos (5 estrellas) con una fuerza reaccionaria, nacionalista y de extrema derecha (qué tres redundancias, la Liga) ha originado un Frankesntein político en el que el más habilidoso para hacerse con el control del poder ha sido el mediático Mateo Salvini, al que hemos conocido por sus declaraciones abiertamente racistas sobre la inmigración. Salvini ha metido en un lío a toda Europa porque no le importa lo que suceda con los inmigrantes que vagan por el Mediterráneo, pero va a acabar metiéndonos a todos en un fenomenal lío porque tampoco le importan en lo más mínimo las reglas económicas de la eurozona. Esto sería menos grave si Italia fuera poca cosa y tuviera las cuentas saneadas, pero ni lo uno ni lo otro. Tras la marcha del reino Unido, Italia es la tercera economía de la eurozona, posee un disparatado nivel de deuda pública que alcanza el 130% del PIB y durante años, décadas, ha mostrado un crecimiento anémico, incapaz de sostener el nivel de endeudamiento y que pone en serio riesgo su solvencia futura. Durante los años de la burbuja Italia creció muy poco, en la recesión bajó y desde entonces aumenta su PIB en tasas que bordean el 1%, ni fu ni fa, que diría el pasota. Atonía económica, caos político y sensación de decadencia son las dominantes en el vecino país mediterráneo desde hace varios lustros. Ese ha sido el caldo de cultivo en el que los populismos han arraigado y prometido a la gente riqueza, prosperidad y seguridad. ¿Cómo van a lograrlo? No tienen ni idea. Por de pronto, la seguridad la quieren basar en el control de una supuesta invasión migratoria que no existe, ante la que se muestran muy duros, y generan la sensación de estar haciendo algo, lo que no es sino una concatenación de mentiras y engaños. Y en economía la receta es la clásica, disparar el gasto público, hacerlo crecer mucho para subsidiar y cubrir las carencias de la población. El presupuesto que ha presentado este pseudogobierno a Bruselas contempla un déficit público del 2,4%, tres veces más que el compromiso que tenía firmado Italia con las autoridades comunitarias. Como ese valor es mucho mayor del crecimiento económico que se espera, el resultado final será un incremento de la deuda total italiana, que como antes he señalado es ya exageradamente alta. Las políticas expansivas del BCE han permitido que la deuda italiana, y otras (como la nuestra) pasen más desapercibidas, pero son un enorme problema de cara al futuro, tanto por su pago como por la refinanciación en un tiempo en el que los tipos de interés sean más altos que los nulos en los que vivimos. Bruselas, obviamente, ha respondido con serenidad pero dureza, declarando que estas políticas italianas son irresponsables, no se ajustan a lo acordado y que agravarán la situación del país y, por extensión, harán daño a la eurozona. La respuesta de Salvini ha sido una especie de “me al suda” literalmente, dicho en italiano con el tono chulesco y delictivo que caracteriza a este siniestro personaje

Siguiendo el estilo Salvini, juega Italia con la carta del tamaño, que en su caso importa. La economía italiana no es la griega, es irrescatable dada su dimensión, es lo que se llama “too big to fail” demasiado grande para caer, ya que un derrumbe italiano sería un colapso del euro, como pudimos comprender en los tiempos de la minúscula Grecia y las infinitas tribulaciones de la eurozona. Es probable que el gobierno italiano mantenga el pulso a Bruselas, al menos mientras pueda resistir el crecimiento de su prima de riesgo, el encarecimiento de la deuda y la tensión en los mercados, que a quién más daño van a hacer es a los italianos, pero que a nosotros también nos lesionarán. Aquí tienen otro palo en la rueda del crecimiento económico, y van ya unos cuantos como para que la cosa se mantenga. El ciclo virtuoso se agosta, por maduración y la intervención de los incompetentes.

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