Somos unos fieras, lo hemos vuelto a conseguir. ¿Pensaba Europa que este país irresponsable iba a mantener bajas durante mucho tiempo las tasas de incidencia? No nos conocen lo suficiente, no saben de lo que somos capaces cuando nos ponemos a ello. Alcohol a raudales, juventud, desmadre financiado y defendido por padres y madres, unos establecimientos que no cumplen ley alguna sobre nada y unas autoridades públicas encargadas de que sus sueldos les lleguen puntualmente pero que no hacen nada de nada son las condiciones perfectas en las que una variante contagios como la delta puede proliferar a la manera en la que lo hacen las borracheras en los viajes de “estudios” adolescentes. Parece que todos somos nuevos en la vida.
Los niveles registrados ayer a 14 días, 277,9, son muy altos, pero a buen seguro serán pequeños con los que veremos el próximo lunes, tras otro fin de semana de desenfreno, aderezado con un calor extremo. El único matiz optimista que tiene la situación, que no es poco, es que como las vacunas funcionan esto no se está traduciendo en una subida de hospitalizaciones y UCIs. Las curvas de estos centros médicos han dejado de bajar, pero de momento se están descorrelando de la de positivos, lo que es el primer caso para acabar con las consecuencias de la enfermedad y todo su impacto social, pero lo que no se puede evitar, con estas cifras, es que la información fluya, que ahora mismo España esté en un rojo carmesí en los mapas internacionales que miden la situación por países, como este del ECDC, y eso suponga que nos volvamos a colocar como destino de riesgo. En medio de la temporada de verano el anuncio efectuado ayer por autoridades del gobierno galo recomendando no viajar a España ni hacer reservas ni nada de nada es un mazazo para LA industria de este país, la que más empleos crea y más ingreso genera. Con unas reservas que estaban creciendo sin cesar desde el final del estado de alarma, la perspectiva de la temporada para los meses fuertes, julio y agosto, no era evidentemente como la de un año normal, pero sí la de uno de transición entre la anomalía pasada y lo que se recuerda hasta 2019. Mensajes como los del gobierno francés, comprensibles si uno mira estos mapas de incidencia, resultan peligrosos para las próximas semanas, en las que habrá que ir viendo qué pasa con las reservas y cancelaciones. En un mundo en el que los vuelos intercontinentales aún siguen siendo algo semiclandestino la industria turística española necesita, para sobrevivir, la llegada de alemanes, franceses y británicos. El plan de Borish Johnson de terminar allí las restricciones dentro de dos semanas, el 19 de este mes, puede alentar a los turistas británicos a retornar a las playas que más les gustan, las nuestras, pero a la velocidad a la que van las cosas ese 19 está bastante lejos y nadie sabe a ciencia cierta lo que puede pasar ahí. Alemania no ha emitido un comunicado oficial al respecto, pero hay miedo a que lo haga, y Francia ya nos ha dado una primera puntilla. Los responsables de los negocios de las zonas costeras, en su mayoría cumplidores de las normas sanitarias y sociales, observan con estupor como el aprovechamiento por parte de algunos del desenfreno juvenil puede conducirlos a la ruina, ahora que empezaban a levantar la cabeza. Piense en destinos en los que el turista es de mediana o avanzada edad, no repleto de botelloneros, y que llenan sus hoteles de tranquilos clientes que gastan, disfrutan y no organizan broncas, y ahora piense con qué cada se queda el responsable de un hotel en ese lugar al ver que su clientela puede ser espantada por la irresponsabilidad consentida por todos que se ha dado, a ojos de todo el mundo, durante estos días. Es para desesperarse, para caer en una depresión y, también, acordarse intensamente de las madres y demás familia de los hosteleros, los críos, los padres, las autoridades, los políticos y todos los que han consentido, con su acción y omisión, este desastre.
Como rezaba un antiguo lema de la DGT, las imprudencias se pagan, carísimas. Año y medio después del inicio de esta pesadilla este país parece no haber aprendido absolutamente nada sobre la gestión de sus riesgos, sobre la capacidad administrativa para afrontarlos, sobre las consecuencias económicas de la necedad en una sociedad globalizada, y toda una serie de asuntos en los que seguimos dando lecciones al mundo sobre cómo no gestionar una pandemia. Probablemente, para finales de septiembre, la vacunación con pauta completa sea lo suficientemente extensa para empezar a dejar, esta vez sí, esto atrás, pero hasta entonces seguiremos haciendo el imbécil en grado sumo. No tenemos remedio.
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