Definitivamente nada es en este gobierno similar a lo que hemos vivido en todos los anteriores de la democracia. Ni siquiera en los traspasos de cartera, en los que han abundado las buenas formas y los relevos con sonrisas que disimulan decepciones, lo habitual, se han evitado situaciones extrañas no vistas hasta hora. Y no hemos visto, ni supongo que lo haremos, el relevo de Iván Redondo, el más interno y profundo de todos. Sí hemos visto a su sucesor, no en el cargo, pero sí en la responsabilidad de ser el poder directo de Sánchez, Félix Bolaños, el futuro arquitecto de la política del nuevo gabinete. No le pierdan de vista, mandará mucho.
En el cambio de ministerio de Iceta, sorprendente medida que nadie logra aún explicar, el ministro saliente dijo, y recalcó que lo quería decir, que le daba pena dejar el Ministerio de Política Territorial. Él fue llamado por Sánchez para estar en la negociación con Cataluña, sea eso lo que sea que vaya a ser, y en apenas seis meses se le releva del cargo y se le da una cartera, Cultura y Deportes, que es despreciada por todos como meramente decorativa. Nadie se explica este movimiento, cuando en las quinielas de los cambios se hablaba del inevitable ascenso del político catalán, al que algunos ya veían con rango de vicepresidente. Es evidente que el propio Iceta no entiende nada, y que sólo los designios de Sánchez están detrás de ese movimiento. Pero donde realmente ha pasado algo profundo, que se nos escapa, es no ya en el cese, sino en la absoluta defenestración de Ábalos, que el viernes era Ministro de Fomento, Secretario general del PSOE, y voz tronante para cualquier tema y hoy no es nadie, nada. Ábalos ha sido cesado como Ministro y ayer mismo presentó su renuncia a los cargos en el partido. Hoy se levantará sin agenda, sin que nadie le llame, salvo algún comercial de empresa telefónica, y sin ningún poder. Cierto es que se había metido en grandes charcos, con el tema de Delcy en Barajas y el rescate de Plus Ultra como dos escándalos de primer nivel, pero pasar de serlo todo a la nada en apenas horas es un cambio que no se había visto en mucho tiempo. Entre las quinielas previas no era de los ministros chamuscados que sonaba como cesable, y su pertenencia al núcleo duro del gobierno y partido lo hacían poco más que intocable, y por ello su caída ha resultado ser aún más drástica y sorprendente. Tanto como para que surjan rumores como los que ayer por la noche señalaban que Moncloa había dado recomendaciones de que no aparecieran cargos de alto rango en el relevo en la sede de Fomento. Vaya usted a saber si eso es cierto o no, pero en todo caso resulta interesante comprobar como, en su discurso de despedida, Ábalos da las gracias a su equipo pero no dice nada sobre Pedro Sánchez, hasta el día anterior el objeto de todos sus desvelos y defensas. Ni lo menciona. Y este es uno de esos casos en los que los silencios dicen tanto como el griterío, en los que el que está más presente es aquel que no debe ser nombrado. ¿Qué ha pasado este fin de semana entre Sánchez y Ábalos? ¿Había ya una disputa entre ambos que se mantenía en secreto y ha estallado? ¿La decisión del cese de Fomento ha sido meditada o fruto de un pronto? La caída del gran ministro ha sido tan estrepitosa ante el repleto escenario que deja al público con muchas preguntas, a sabiendas de que los guionistas de la historia han ocultado algo gordo bajo la tramoya y se ha generado un salto no justificado en las escenas. El montaje editado no es coherente, y el público lo nota y se sorprende.
Lo cierto es que, en los asuntos de poder, caídas y ascensos son de lo más habitual, y muchas veces lo que contemplamos como situaciones que parecen esconder complejas argucias y movimientos pensados responden a polvaredas, broncas, celos y simples berrinches de personajes obsesionados por ese poder que a todos nubla. De esta crisis de gobierno, mucho más amplia de lo que nadie suponía, salen tres historias interesantes que merecerán ser conocidas en detalle, las de Iceta, Ábalos y, por supuesto, Redondo, que ya ha empezado a fabricar su relato frente al monclovita. ¿Por cuánto venderá los derechos del libro que escriba al respecto? ¿Qué contará en él y qué ocultará? ¿Qué será cierto y qué falso? Preguntas y más preguntas.
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