Decía un tertuliano hace unos días que en España uno no era nada si no figuraba entre la nómina de insultados que salen de la boca de Florentino Pérez, en esos audios que han circulado por todas partes donde el presidente de una de esas cosas del balón se despacha a gusto, en privado, y deja perlas exquisitas que muestran lo que es el auténtico poder sobre unos sujetos que se creen trascendentales y realmente no son nada. Algo parecido, a escala global, sucede con el listado telefónico de los que han sido espiados por el programa Pegasus. Si uno figura en él es alguien en la vida, tiene importancia, maneja información, resulta atractivo para poderosos sin escrúpulos. Sino, no pinta demasiado, es de la plebe, de la masa amorfa que paga y calla.
Si usted, querido lector, está entre los espiados por Pegasus, enhorabuena, el mero hecho de que ponga sus ojos sobre estas líneas las eleva de categoría y las hace relevantes. Siento mucho que le espíen y los problemas que ello le pueda traer, pero al menos es alguien importante. Si no es el caso, queridísimo lector, y no figura en ese listado VIP, espero que disfrute igualmente de estas líneas. Siento mucho que le espíen y los problemas que ello le pueda traer, y encima ni le queda el consuelo de ser alguien importante. Veo bastante improbable que Florentino o alguno de sus aludidos lean mis artículos, pero en ese caso, seguro que se encuentran en uno de esos dos grupos, Florentino más probablemente en el primero y los presuntos héroes, figuras de barro, en el segundo. El hecho de que se conozca que un grupo de gobiernos rudos y peleones con las libertades han usado software de gran desarrollo para espiar las comunicaciones de periodistas, empresarios y otras personalidades que pueden ser de interés para controlar y perseguir es algo infame, sí, pero que no debiera llamar a sorpresa alguna ni a escandalizarse en lo más mínimo. Que un gobierno espíe es tan natural como que cobre impuestos, porque la información es poder, y lo que normalmente diferencia a los gobiernos en estos temas es hasta qué punto están dispuestos a traspasar la ley y los derechos de las personas para espiarlas; algo, mucho, todo lo que sea necesario…. En función de eso pueden clasificarse muchos regímenes, tanto los de las democracias occidentales, que son más delicados en la forma pero bastante efectivos en el fondo, como las satrapías más oscuras, que pasan de guardar las apariencias, o estados totalitarios de rostro amable, que cuentan con todos los medios y recursos posibles para espiar a quién o lo qué les de le gana. Asumir que uno es espiado es uno de los primeros pasos que hay que hacer cuando se introduce en el mundo de las tecnologías de la información. Con nuestros smartphones en la mano y casi siempre en nuestros ojos y mentes, lo que hacemos, por dónde nos movemos, lo que compramos, lo que nos gusta, todo, casi todo si me apuran, está ahí, en unos ordenadores de enorme potencia que hacen muchas cosas que necesitamos, que a veces incluso sirven para llamar por teléfono, y que guardan y comparten una enorme cantidad de información. Para la mayoría de nosotros, personas normales y corrientes carentes de poder, contactos y relevancia, el principal valor de la información que otorgamos es de tipo económico, y busca quedarse con la mayor parte de la renta disponible que nos queda tras pagar las facturas debidas. Empresas de todo tipo estiman cuánto nos gastamos y en qué, y buscan desesperadamente que nos gastemos más y en ellas, y el móvil es su fuente de información perfecta sobre nuestros gustos y pautas de consumo. Como masa informe que somos, a cada uno nos pueden sacar poco, pero en agregado el botín alcanza cifras multimillonarias y toda inversión en cosechar, analizar y depurar esos datos es rentable. Sí, a usted y a mi nos espían a diario, supongo que de manera casi constante, para que compremos ese vestido, aquel coche, esa oferta de 3 x 2 en el supermercado de una esquina y no en el de la otra, y así hasta aburrir.
¿Somos interesantes como objeto de espionaje político? Sí, a veces, como se pudo ver en el caso de las manipulaciones en el referéndum del brexit, pero creo que son las menos habituales. La importancia política del personaje crece a medida que lo hace su influencia y con ella su voz. En ese caso el objeto de interés puede pasar de lo económico al juego del poder, y dependiendo de bajo qué gobierno nos encontremos eso puede ser un gran problema. Pero sí, a todos, en mayor o menor grado, nos espían. Asumirlo es algo necesario, una especie de peaje para poder disfrutar de las ventajas de la sociedad moderna, que tiene inconvenientes profundos y, como es este caso, tan relevantes como ocultos. Asumámoslo, no queda otra. Y que intente disfrutar el que monitoriza mi vida, creo que no se va a sentir muy “realizado” con su trabajo.
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