Con el amanecer de este día se reanudarán las labores de búsqueda de supervivientes y desaparecidos en las zonas en las que las inundaciones del miércoles por la tarde noche han dejado un paisaje devastador. Parte del sur de Bérlgica, Luxemburgo y, sobre todo, la zona limítrofe de Alemania, han sido golpeadas por un frente de tormentas de enorme intensidad que ha desbordado ríos y se han llevado a su paso infraestructuras, propiedades, viviendas y todo lo que sobre el suelo algo asomase. Tras el día de ayer, que sirvió para los primeros esfuerzos de rescate y para hacer a una idea de lo que está por delante, el balance es aterrador, con casi sesenta muertos a estas horas del viernes y decenas, cientos de desaparecidos, que se seguirán buscando sin descanso. Son las peores inundaciones en Alemania en décadas.
En este inicio del verano hemos tenido algunos episodios meteorológicos extremos que se han colado en la actualidad, positivos de COVID mediante, hasta lo más alto de las portadas. Temperaturas disparatadas en Canadá, tornados destructivos al estilo norteamericano en zonas de Chequia, estas inundaciones en Alemania, y de fondo, los recurrentes incendios que arrasan bosques en Siberia y California. A esta sucesión de fenómenos le faltan nanosegundos para ser atribuidos en los medios de comunicación al cambio climático, lo que muestra sobre todo la necesidad de esos medios de vender y de buscar cómo construir una historia redonda para sus lectores. Pero la realidad no es tan sencilla. Desastres de este tipo, como inundaciones y demás, se producían hace décadas, cuando el concepto de cambio climático ni estaba ni se le esperaba, y se producirán en el futuro, cuando el citado cambio se haya dado. Todo viene de la confusión constante entre tiempo y clima. El clima es una tendencia, un promedio de valores como temperatura, precipitación y demás que caracterizan una región, país, continente o lo que sea, mientras que el tiempo es lo que sucede en ese determinado lugar en el día a día. En media, la sucesión del tiempo meteorológico de los días se va a justando al clima de la zona, pero cada jornada puede ser de manera muy distinta. Lo que nos dice la teoría del cambio climático es que un aumento global de la temperatura provocará una mayor actividad atmosférica y, aunque es muy difícil determinar cómo va a afectar a cada una de las zonas y países del mundo, es probable que los episodios de tiempo virulento se intensifiquen en poder y periodicidad, sobre todo porque una atmósfera más caliente es más activa y puede dar lugar a más fenómenos. Por ello, un episodio de tiempo adverso como el vivido en Alemania puede tener parte de su explicación, o no, en el calentamiento global que sufre el planeta, pero es imposible decirlo con precisión hoy y ahora. Sólo en el futuro, si se ve que los parámetros climáticos germanos se ven alterados como indican los modelos, y allí las temperaturas tienden a subir y las precipitaciones a reducirse podremos decir que este episodio podía ser una señal de futuros cambios, pero anunciarlo ahora de manera tajante en los medios no sólo es inexacto, sino que confunde el propio problema del cambio climático y la manera de abordarlo. En un contexto de clima estable y no cambiante se producirán episodios sorpresivos de alta intensidad, eso es inevitable, y será así porque la atmósfera tiene un comportamiento caótico y de predicción muy compleja y esquiva, y tarde o temprano pueden darse las condiciones para que, en el levante español, por ejemplo, se produzca lo que se llamaban las gotas frías. El problema es que si los modelos de cambio climático aciertan, y sí que son fiables, esas gotas frías serán cada vez más frecuentes e intensas, y ni la economía y el terreno de un lugar se comportan igual si son golpeadas con virulencia una vez cada pocos años o una vez al año como mínimo, o dos o tres. Es la intensidad y periodicidad de los fenómenos lo que nos debe preocupar, no el hecho de que, esporádicamente, se den en un lugar u otro.
En general, la tendencia que ofrecen los datos es al incremento global de las temperaturas en paralelo a una creciente presencia de CO2 en la atmósfera. Ese incremento de temperaturas parece estar siendo mucho más acusado en regiones como las polares o cercanas que en zonas medias o ecuatoriales, y tendrá efectos locales y globales. Los incendios de selvas tropicales y de bosques como el de la taiga siberiana son detonantes de cambios globales de enorme magnitud y, por sí mismos, suponen un destrozo tremendo a la biodiversidad y, también, belleza del planeta. Algunas naciones se verán muy perjudicadas por los cambios que se estiman en el futuro, otras no tanto. El reto climático puede ser enorme para el conjunto de la humanidad, sí, pero si ese problema no existiera, también habría inundaciones sorpresivas y crueles como la de Alemania.
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