Pedro Sánchez se encuentra de viaje por EEUU, con una agenda completamente económica. Incluye reuniones con distintas empresas de negocios tales como la I+D+i, el entretenimiento o el mundo de las finanzas. El objetivo del viaje es obvio, vender el país y conseguir inversiones que lleguen a nuestro territorio desde esos centros de decisión sitos al otro lado del charco. Todos los euros, vía dólares, que se consigan, serán buenos para el país, por lo que el objeto de la visita es de celebrar, y confiar en que dé frutos, aunque debemos ser realistas y saber que estos empresarios norteamericanos reciben visitas de alto nivel y ofertas de inversión de la misma manera que a usted o a mi nos llaman compañías telefónicas para cambiarnos.
Más allá de algunas crónicas periodísticas sonrojantes, en las que la adulación al presidente resulta ya rayana en lo cómico, y que muestran hasta qué punto se ha devaluado en general el poder del periodista, que necesita cobrar y comer como todos los demás, lo más relevante de este viaje es lo que no va a suceder. No es que no vaya a haber una reunión con Biden en la Casa blanca, no, es que no va a darse ningún encuentro no con su vicepresidenta ni con secretarios (allí ministros) de la administración demócrata. Si uno lo piensa es completamente absurdo, el presidente del gobierno visita otro país y no hay encuentro de ningún tipo entre los presidentes de ambas naciones. Esto, que es completamente anómalo, vuelve a recordarnos que, aunque socios y aliados, las relaciones entre España y EEUU siguen atravesando un profundo bache, en el que los norteamericanos siguen contemplándonos con un desprecio casi patológico. El que nuestro actual gobierno tenga a orgullosos comunistas entre sus filas es un clavo más en el ataúd de la desconfianza que tan bien se ha construido y vela desde ambas orillas del Atlántico, pero lo cierto es que la cosa viene de lejos. Bajo los anteriores gobiernos del PP y del PSOE las relaciones entre los mandatarios de ambas naciones eran las justas y protocolarias, apenas unos gestos que no iban más allá de estrictamente obligado. Durante muchos años la obsesión, desde ZP hasta Sánchez, pasando por Rajoy, ha sido conseguir una foto con el mandatario norteamericano de turno, especialmente cuando Obama y ahora Biden ocupan ese puesto, y los resultados han sido frustrantes, llegando al colmo del ridículo que vimos hace no muchas semanas en la cumbre de la OTAN, en la que Sánchez hacía como que hablaba con Biden en un pasillo mientras caminaban y Biden aceleraba el paso. ¿Por qué este vacío? No estoy seguro, pero creo que viene desde hace tiempo, desde la época de la guerra de Irak, y no tanto por el cambio de política de nuestro gobierno cuando ZP relevó a Aznar, sino por la forma en la que se hizo. El famoso gesto de no levantarse ante la bandera norteamericana de ZP aún escuece allí, en una nación que muestra un orgullo por sus símbolos que, simplemente, somos incapaces no ya de entender, sino directamente de calibrar. La posterior manera en la que el gobierno de ZP anunció la marcha de Irak, como un acto mitinero, fue seguramente vista por los militares norteamericanos como un acto de abandono, como una huida. Abandonar Irak era obligado para España tras el cambio de gobierno fruto de las elecciones de 2004, pero se podía haber hecho de manera acordada entre Washington y Madrid y escenificarlo de otra forma. Me da que, desde entonces, nos consideran como nada fiables, como un mero territorio en el que tienen arrendados espacios para sus bases militares y poco más. La decisión de Trump, al final de su mandato, de respaldar a Marruecos en el conflicto del Sahara fue, también, un gesto de desprecio hacia España. Y no contar con EEUU sale muy caro.
Recomponer esa relación sería una de las principales labores que tiene sobre la mesa el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores, Albares, que llega a un cargo con una agenda llena de retos, problemas y dificultades. Supongo que, como es obvio, en la relación Madrid Washington el peso de las decisiones está en el Mall, junto al Potomac, y no en el palacio de Santa Cruz, así que algo nos tocará hacer para rehabilitar una relación tan prioritaria que está completamente marchita. Se supone que Sánchez y Biden comparten espectro ideológico, aunque es sabido que los demócratas aquí serían miembros tradicionales del PP, y ni aun así se produce un encuentro. Todo es síntoma de una disfunción enorme, chocante, una mala noticia.
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