El personaje de esta semana, por encima de todas las cosas, es el juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande Marlaska. Tras dirigir una operación que ha desmantelado el aparato de captación de fondos de ETA (su red de extorsión y chantaje dicho de una manera más clara) este Viernes dejará su puesto en el juzgado nº 5 de la Audiencia al volver su titular, Baltasar Garzón. Marlaska se va entre críticas mordaces de políticos, periodistas, asociaciones variadas y colectivos pululantes, y con el admirado respeto y cariño de gran parte de la población, entre los que me incluyo, que no podemos dejar de aplaudirle y admirarle.
La entrevista publicada por el suplemento de El País hace unas semanas ayuda a ver algo mejor la figura de este hombre. Bilbaíno, moderno, afable, gay sin alharacas, ímprobo trabajador y responsable, Marlaska se presenta como una persona dominada por unos valores coherentes y firmes. Señala la necesidad de crear una España tolerante, moderna y en paz, donde poder decir libremente que uno es vasco y español, como es su caso. Un discurso sensato y lógico, que contrasta aún más con la sarta de sandeces que individuos de partidos y otras asociaciones no dejan de lanzar contra él. Le acusan de torpedear ese llamado proceso de paz, y de ser un irresponsable al dictado del PP y de sectores afine. Y él, lo único que está haciendo, y eso es grandioso, es aplicar la ley, a al que se debe someter todo el mundo, y los políticos quizás los primeros. Lo malo es que en este país existe la costumbre de enseñorearse de los jueces, gobernar sin mirar las consecuencias y obviar las responsabilidades. Lo que está haciendo Marlaska, entre otras muchas cosas, es aflorar, hacer que se vean aún más claras las vergüenzas y miserias de aquellos que durante años han vivido a cuenta del terrorismo, han recogido sus nueces, y se han enriquecido a su costa.
Ahora imploran que vuelva Garzón los mismos que hace años deseaban su huída más allá del Atlántico. Será que en el fondo son todos unos vulgares delincuentes y temen que sena juzgados y condenados. En este país de quijotes Marlaska está golpeando algo más que molinos. Hoy lleva a declarar como testigo a Arzallus, y sólo por eso merece nuestro elogio. Desde el discurso de Maite Pagazaurtundúa en el entierro de su hermano no veía tanto coraje moral en una persona. Se puede aplicar aquí esa frase antológica que acuñó John Kennedy Toole en su obra cumbre: “Enseguida se sabe donde hay un genio. Todos los necios se conjuran contra él” Gracias a gente como Marlaska aún se puede uno sentir orgulloso de vivir en ese país.
2 comentarios:
Hombre, hoy esperaba que escribieses sobre Elorrio, ya que es su 650 cumpleaños
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