Creo que esta vez el viaje de la antorcha olímpica va a tener poco significado como gesto de hermandad entre los pueblos camino a los juegos. La actitud del gobierno chino hacia el Tíbet le ha hecho granjearse enemistades por todas partes, y el paseo de la enseña olímpica por las calles de distintas ciudades es una magnífica ocasión para realizar actos de reivindicación que van a tener eco planetario. Vimos el primer intento de apagarla este Domingo en un Londres azotado por una tormenta de nieve digna de los cuentos de Charles Dickens, pero no fue el frío lo que luchó contra el fuego.
Al final la antorcha llegó al 10 de Downing street pese a ser atacada creo que unas cuatro veces, con extintores, espontáneos que trataban de arrancarla del brazo del portador, e incluso un manifestante disfrazado de policía que logró infiltrarse en el cordón de seguridad. Ayer en París, siguiente etapa, el despliegue de seguridad era enorme, y hecho público por las autoridades francesas supongo que con ánimo de disuadir a los manifestantes y de paso para hacer un gesto con el gobierno chino, que las relaciones franco chinas no atraviesan su mejor momento con el asunto de los juegos. Más de 3.000 policías, sí, 3.000, protegiendo un recorrido en el que una burbuja de 200 policías protegería al relevista. Pese a ello la bronca anunciada tuvo lugar, y al final los responsables de seguridad de todo este tinglado decidieron meter al fuego y a un relevista en un autobús y llevárselos de allí. Al final el acto de París acabo de una manera muy deslucida. San Francisco, única parada del recorrido en Estados Unidos, se prepara ya con manifestaciones y protestas, incluida una escalada a las torres del Golden Gate, donde algunos han colgado pancartas de apoyo al Tíbet. Mientras todo esto sucede en la culta y liberal Europa poco sabemos de lo que pasa en el Tíbet, porque el gobierno chino ha oscurecido informativamente la zona y no permite que ninguna cadena de prensa internacional aparezca por allí. Parece que la propia población china está teniendo un acceso muy censurado a estas protestas, y que las televisiones, controladas de una manera o de otra por el régimen, se limitan a señalar el recibimiento multitudinario de la antorcha allá por donde pasa. Algo de razón tiene, porque pocos objetos pueden presumir de ser custodiados por 3.000 policías. De mientras todo esto ocurre, imagino al presidente chino Hu Jintao mirando por la ventana de su palacio de Pekín, absorto, asombrado. Años de planificación, de enormes esfuerzos económicos para organizar unos juegos que sirvan de escaparate al mundo del progreso chino, y que se pueden ir por la borda, arruinarse por unos tristes manifestantes que protestan.... por los Derechos Humanos!!! Habráse visto contrariedad mayor, pensará Hu, desdicha más cruel para un dirigente, un dictador, que sean esos derechos que nada respeto en mi país los que puedan arruinarme.
Empiezan a oírse voces que critican que China fuese escogida para celebrar unas juegos sabiendo todo el mundo que su régimen es una dictadura, y que como tal, los va a usar para su propaganda. Tiene razón en el fondo quienes esto afirmar, pero hasta hace unos meses no se oían estas críticas por ninguna parte. Los juegos siempre han sido usados por el país anfitrión como exponente de sus logros y regímenes, y sino que se repase alguno la historia y, por ejemplo, “admire” los de Berlín de 1936, para recordar que glorificaban. El COI, que ahora quiere suspender el recorrido de la antorcha, afirma que nunca se mete en política, pero la verdad es que negocios y política es lo que lleva haciendo desde su fundación. Esta vez el negocio en China iba a ser redondo, pero parece que empiezan a apagarse los ánimos. A ver que pasa.
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