viernes, abril 18, 2008

El Papa en EE.UU.

Benedicto XVI, Papa no tan aficionado a los viajes como su predecesor, cosa sencilla por otra parte, se encuentra de visita en Estados Unidos, donde por avatares de la vida, ha coincidido con su 81 cumpleaños. Es este un viaje extraño para el Papa, porque EEUU es un país muy religioso, probablemente el más de entre los occidentales desarrollados, pero en el existe un enorme mercado de religiosidad, dominado por los protestantes y cientos de sus variantes, y la iglesia católica no es la dominante. Pese a ello, sus dimensiones e importancia en el conjunto de la sociedad norteamericana son muy grandes.

Además de esta versión de la lucha por la clientela, la iglesia católica tiene otro enorme problema, que al menos ha sido allí donde ha alcanzado mayor relevancia y notoriedad pública. Me refiero a los casos de pederastia protagonizados por clérigos, que han acabado arruinando a diócesis enteras y enterrando el prestigio de muchas de ellas. El abuso de menores es una práctica horrible, penada en todas partes, y si es delictivo y repugnante que cualquiera lo lleve a cabo, en el caso de alguien que ha profesado una fe religiosa el delito moral es aún mayor. Hablando en términos militares, de lo que algo posee la iglesia en su estructura y jerarquía, es una acción de alta traición, además de ser penalmente perseguible. Hasta ahora el Vaticano no se había mojado en exceso en este asunto. Alguna condena ha habido, faltaría más, pero se ha intentado tapar, o diluir entre declaraciones generales. Si embargo, en este caso el Papa está haciendo lo que debe hacer. Ya antes de partir hacia Washington hizo unas declaraciones en las que mostraba su repulsa hacia estos comportamientos, los condenaba, y como cabeza de la iglesia, pedía perdón a las víctimas ya a la sociedad en general por esos comportamientos infames. Desde que ha pisado tierra norteamericana, Benedicto no ha evitado este asunto en cada uno de sus mensajes y discursos, reiterando una especie de “mea culpa” continuado. Ayer, y sin que estuviese previsto en la agenda oficial del viaje,
Benedicto XVI se reunió con un grupo de víctimas de eso abusos, y es que en estos delitos, y en otros como el caso del terrorismo, son las víctimas, y no los dirigentes políticos o sociales el referente moral de la actuación pública. Son ellas las que han sufrido los abusos, desgarros y barbarie, sea esta sexual, moral o terroristas, o todas ellas. Este encuentro rehabilita al imagen de la jerarquía de la iglesia y muestra públicamente la voluntad de solucionar el problema de raíz, de la única menar posible, al menos religiosa, que es la de expulsar del seno de la iglesia a aquellos que hayan cometidos estas prácticas. La iglesia no puede condenarles a penas de prisión ni de otro tipo, al no tener competencias al respecto, pero si puede sajarlos de su seno, y apartar de sí ese cáncer con la condena moral más firme y resuelta posible.

Siempre queda la duda de porqué la iglesia avanza siempre al rebufo de la sociedad en este y otros aspectos. Sus dimensiones, estructuras y escalas de poder probablemente no favorezcan una respuesta ágil y decidida ante asuntos que parecen claros ante al opinión pública. Costará años borrar el recuerdo de estos abusos a menores, y otro tiempo similar llevará el que la jerarquía católica pida perdón por su cobarde actitud de comprensión ante el terrorismo del IRA en Irlanda o al de ETA aquí mismo. A ver si hay suerte y, como en el caso norteamericano, quienes deben tomar las decisiones las hacen, y son coherentes con los votos y la fe que han procesado.

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