Recuerdo que hace pocos días, cenando en un restaurante, a la hora de pagar lo hice con tarjeta, y comenté a mis acompañantes lo seguros que nos sentimos al hacer esto. Entregamos nuestra tarjeta y el DNI y, en la mayoría de establecimientos alguien se los lleva lejos de nuestra vista, ya acaba por devolvérnoslos junto con un papel que firmamos. Se supone que en medio de todo esto sólo nos han cobrado, pero nadie tiene la absoluta seguridad de que tras la puerta no haya una troqueladora de tarjetas, o un ordenador que apunta códigos y los revienta.
Bueno, pues este Sábado estaba yo en casa tan tranquilo, viendo la nueva lista de ministros, y comprobando que el periódico y las radios de la noche la habían clavado, desde luego mucho más que yo en mi entrada del pasado Viernes, que esas son las ventajas de poseer información privilegiada en el caso de los miedos, y los problemas de aventurarse en el bosque, lo mío. Bien, estaba en casa, y suena el móvil, osa que me desagrada. Un 94, de Vizcaya. Sí dígame??? Hola, el señor Azcárate??? Yo empiezo a preocuparme que los pesados de las compañías telefónicas y sus maravillosas ofertas ya me empiecen a llamar al móvil, aterrado ante semejante perspectiva. La voz continua... le llamamos de su entidad bancaria. Hemos recibido notificación por parte de la CECA de que un establecimiento madrileño en el que recientemente usted ha efectuado compras con su tarjeta de débito es sospechoso de haber hecho uso fraudulento de alguna tarjetas, y usted está entre los posibles clientes de riesgo, por lo que vamos a proceder al bloqueo de su tarjeta inmediatamente. ¿Está usted de acuerdo? Yo me quedo asombrado, y contesto afirmativamente, claro, aunque no se si me quedan muchas alternativas. La señorita me comunica que la tarjeta ya ha sido bloqueada, y que en cuanto pueda me pase por una ofician para solicitar una nueva, cosa que haré hoy mismo una vez publique esta entrada. Casualidades de la vida hacía pocos minutos que había llegado a casa de comprar el periódico y el pan, y de pasarme por el cajero para actualizar la libreta, cosa que no hago tan a menudo como debiera. Al oír esto me levanté y miré el extracto impreso y no vi nada sospechoso, por lo que al menos no me entro la angustia de ser desvalijado sin siquiera enterarse, pero ya me dejó intranquilo el asunto para todo el día. En ese momento ni se me ocurrió preguntarle en que comercio estaba la sospecha, y cuando había hecho yo la compra allí, pero espero saberlo hoy, si es que en la sucursal metodicen, claro.
Así que la seguridad del pago con tarjeta no es tanta como dicen, al menos en los lugares, que son la gran mayoría en el caso de la restauración, en los que alguien se larga con tu tarjeta y documentación. Lo que más me extraña es ese miedo instintivo que les entra a muchos de usar al tarjeta para comprar en Internet. Al menos en la red existen encriptadores, y sistemas que luchan para que ningún desaprensivo, que los hay a patadas, se haga con nuestros códigos. Pese a ello, seguimos sin fiarnos de la red para comprar, y si del tío de la bandeja y las piernas largas. Será que eso de ver personas nos hace sentirnos seguros, sí, sí. A ver que me cuentan en la sucursal....
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