La
imagen de los primeros turistas alemanes llegando a Mallorca ayer, tras el
desastre de la pandemia, es una señal de alivio para el necesitado sector del
turismo, y más en unas islas como las Baleares, donde esa industria supone un
porcentaje tan alto sobre el PIB que el concepto de monocultivo es
perfectamente válido. Sin embargo, esas escenas de aplausos y confeti arrojados
a los veraneantes tenían una banda sonora y estética tan ajustada a “Bienvenido
Mister Marshall ” que demuestra hasta qué punto Berlanga era un genio absoluto,
nos conocía del todo y lo poco que ha cambiado la estructura económica y social
de nuestro país en décadas.
No son los americanos
pasando por Villar del Río en una época de blanco y negro, ni está Pepe Isbert
al frente de ninguna institución para no dar las explicaciones debidas sobre lo
sucedido, pero medio siglo después la escena se repite y da que pensar. Pocas
naciones más distintas en el mundo que España y Alemania a la hora de afrontar
el desastre sanitario de la pandemia. Allí la cifra de muertos por millón
supera por poco el centenar, con unas tasas de infección descubiertas no muy
altas y sin que se haya producido, en ningún momento, un colapso de su sistema sanitario.
Se llevó a cabo un confinamiento de mediana intensidad sin alcanzar lo estricto
que hemos vivido aquí y desde un primer momento el gobierno federal, tan
dependiente como el nuestro de las decisiones de las autoridades regionales,
reconoció la gravedad del problema y comunicó a la población las cosas al
estilo Merkel, seria y rigurosamente. Nadie pone en duda sus cifras. Aquí las
cosas son bastante distintas. Con las cifras oficiales de muertos conocidas,
que siguen congeladas desde hace muchos días y nadie pondría la mano en el
fuego por su plena validez, somos uno de los países del mundo con mayor número
de fallecidos por millón de habitantes, ayer el tercero tras Bélgica y Reino
Unido, y la pandemia ha puesto patas arriba nuestro sistema sanitario y
asistencial. Sometidos a un confinamiento estricto, que se instauró cuando ya
era evidente que el problema se había desbordado, las autoridades han ido
pasando de la negación a la asunción del problema en un camino de vacilaciones
que ha generado mucha confusión. Las cifras de caídos son espeluznantes y se
han originado a la vez que el sistema sanitario de gran parte del país sucumbía
aun aluvión para el que no estaba preparado ni podía estarlo. Las CCAA han
jugado esta guerra sanitaría cada una dándose la espalda a la otra,
abandonándose a su suerte, mientras que el gobierno central, carente de
recursos y competencias en materia sanitaria desde hace décadas, ha ido mostrando
más su incapacidad que incompetencia a medida que la curva de mortandad
escalaba a uno de los más abruptos y crueles picos per cápita de todos los
dibujados en la geografía global del virus. Golpeados ambos países en lo
económico, las diferencias entre la economía alemana y española antes de este
suceso ya eran enormes, siendo Alemania uno de las naciones más ricas del
mundo, por mucho, y tras lo sucedido el hueco entre ambas economías no hará
sino crecer, dado que el golpe recibido por cada una, duro en todo caso, lo va
a ser mayor para el más pobre, como suele ser habitual, y será el más pobre el
que sufra por más tiempo las penurias asociadas a la crisis. El paraguas de la
UE nos va a permitir absorber parte de las pérdidas y que éstas no se traduzcan
en un desastre sin paliativos, pero no olvidemos que muchas de las varillas que
conforman ese paraguas protector son, en esencia, economía alemana, cuya
fortaleza es capaz de financiar presupuestos de rescate y emisiones de deuda de
todo tipo. Por eso la prima de riesgo se mide respecto a sus emisiones de
deuda, y no por otra cosa.
En definitiva, la
imagen de ayer es buena en la forma, porque manda una primera señal de optimismo
en un sector, el turismo, que lo veía todo negro para esta temporada veraniega.
Ojalá no haya rebrotes y sean muchos miles, millones, los que vengan en verano
a visitarnos, pero la imagen también refleja hasta qué punto somos un país
pobre y necesitado de que los nacionales de los países ricos nos visiten, de
hasta qué punto nuestra economía no es capaz de generar recursos propios.
Mientras nosotros seguimos en el suelo, golpeados por la pandemia, miles de
alemanes vienen de turismo. Es una imagen simplificada, sí, pero elocuente. Qué
capullo era Berlanga, qué bien nos tenía calados.
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