A pesar de la crisis
que vive, y se evidencia en tumultos como los que estos días han asolado varias
ciudades, EEUU sigue siendo la cabeza del imperio global, y una de las formas
más sibilinas de comprobarlo es como protestas que surgen en aquella nación, a
raíz de problemas que se dan en esa nación, se reproducen de manera mimética y
absurda en otros países, donde ni el problema ni las causas son las mismas. Ver
a personas manifestándose en, pongamos, España, con carteles de “Black lives
matter” y protestando contra la brutalidad policial ejercida sobre la población
negra resulta absurdo en un país en el que casi nadie sabe inglés (yo muy poco)
y la policía no estrangula negros.
¿Eso significa que no
hay racismo en nuestras sociedades? No, lamentablemente el racismo también está
presente entre nosotros, solo que resulta mucho más fácil ver la paja en el ojo
ajeno que la viga en el propio. En España las tensiones raciales han sido,
normalmente, escasas, porque se daba una extraña situación de absoluta
homogeneidad racial que las impedía. La única minoría que existía eran los
gitanos, se les discriminaba plenamente, y nadie protestaba. Hasta el boom de
la inmigración era realmente raro ver negros o, en general, personas de
procedencia exótica entre nosotros. Lo que existía en abundancia era la
emigración de los propios españoles al extranjero, en busca de un sustento que
no encontraban aquí, y el movimiento interno de regiones pobres a otras más
ricas, ahondando de esa manera las diferencias económicas entre ambos
territorios. Y en esos movimientos, arraigos y estancias se desarrolló un
racismo propio muy intenso que persiste, porque son racistas expresiones como
la de maketo o charnego, utilizadas respectivamente en País Vasco o Cataluña
pare referirse a los que llevaban a esas regiones procedentes de otras,
especialmente Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha. De hecho, en esto
los españoles hemos sido muy europeos, porque en el homogéneo continente blanco
que ha sido Europa durante gran parte de su historia el racismo se ha dado
entre personas que se consideraban más blancas que otras. ¿Qué es al
antisemitismo sino un racismo ante los judíos? ¿Qué son, en el fondo, los
sentimientos nacionalistas que afloran con fuerza violenta cada dos por tres en
distintas regiones y zonas de Europa? Sí, emiten mensajes en los que la
economía y el “hecho diferencial” y otro tipo de eufemismos llenan portadas y
mensajes, pero el discurso de fondo es el racismo puro y duro, el de toda la
vida, el de nosotros somos mejores que el resto porque somos puros, porque
somos inmaculados, porque somos superiores. ETA era un movimiento terrorista
que tenía un profundo componente racista, como el nacionalismo del que bebía,
basado en la superioridad de la raza vasca frente a todas las demás. Qim Torra,
el actual President de la Generalitat, es un racista convencido, y bien que lo
ha dejado por escrito, que comulga con unas ideas supremacistas en las que el catalán
es la esencia del bien y el no catalán es una bestia con forma humana pero que,
como inmundicia que es, debe ser apartada, eliminada de la faz de la tierra.
Cuando Ortega Smith enfermó de coronavirus y se refería a la superioridad de
los genes españoles frente al virus chino utilizaba el mismo argumentario
racista que ETA y Torra, sólo que cambiando el gentilicio que se considera
superior, y así podríamos seguir hasta el infinito. ¿Qué ha sido el Brexit,
sino la exacerbación de un sentimiento de superioridad británico frente a los
continentales? ¿Qué mensaje destila Putin en sus continuas arengas a la gran
Rusia frente a los pueblos que la rodean? Sí, en Europa el racismo existe, y es
tan irracional y absurdo como el que hay en otras naciones, y ni siquiera
necesita que el otro tenga un tono de piel distinto, basta con que no haya
nacido en la aldea que se considera elegida.
El
funeral que ayer se ofició en Houston a George Floyd puede ser la
culminación de las protestas que se han vivido en EEUU estos días, pero es
probable que episodios crueles como el que él vivió se repitan, y sean visibles
para todos gracias a que ahora las cámaras y las redes nos los permiten, y la
tensión vuelva a rebrotar. Parte de la sociedad norteamericana tiene un
problema de asunción de su diversidad y un profundo trauma respecto a la
segregación, el pasado esclavista y el resultado de su propia guerra civil de
hace dos siglos, pero antes de juzgar con dureza y superioridad a aquella
sociedad y sus fracturas echemos un vistazo a la propia, y veremos que no
estamos como para tirar la primera piedra a nadie.
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