lunes, junio 29, 2020

Para Carlos Ruiz Zafón


Hace dos viernes, mientras estaba aún trabajando en casa y escuchaba la edición matutina de La Cultureta, con Carlos Alsina y resto de equipo, saltó la noticia del fallecimiento de Carlos Ruiz Zafón, en Los Ángeles, ciudad en la que residía, víctima de un cáncer del que apenas yo sabía de su padecimiento. Los culturetas improvisaron algunas palabras en medio de la sorpresa general por la noticia, por la marcha de un hombre joven de cincuenta y cinco años. A lo largo del día, en los telediarios, la noticia fue comentada y se hicieron semblanzas de su vida, pero de manera breve, apresurada, sin dedicarle un espacio de relevancia especial. Y luego apenas nada.

Zafón ha sido el escritor español que más ha vendido en todo el mundo de las últimas décadas, y es probable que en toda la historia moderan su registro sea inigualable. Autor de eso que se hace llamar Best Sellers, Zafón reventó el mercado global con “La sombra del viento” una novela especial, mezcla de géneros, anómala en el panorama narrativo español, y que fue subiendo en ventas poco a poco, gracias a las recomendaciones de los lectores, sin que una campaña de publicidad la elevara a los cielos. Hubo un momento en el que La Sombra era omnipresente en estantes, pasajeros de metro, estancias de espera. Para entonces ya me la había leído y me dejó encantado. Es un libro excelente de un autor distinto a los anteriores, poseedor de un mundo propio, mezcla de realismo y fantasía. La novela atrapa y hace imposible dejarla, gracias al ritmo con el que está construida y a los personajes que la pueblan, hallazgos encadenados que se sienten tan reales como el peso de las cubiertas del ejemplar en los dedos de la mano. Zafón explotó, su éxito fue arrollador, pero eso no permitió conocer mejor a un autor distinto, que no jugaba a ser autor en el mundo de la autoría nacional. Desde un primer momento se distinguió por no ser mediático, por conceder pocas entrevistas, no jugaba al escondite, pero desde luego rechazó por completo subirse al carro de la promoción mediática. Ya entonces vivía en Los Ángeles, muy lejos del mundillo cultural español, con el que apenas compartía experiencias. No participaba ni en polémicas ni en manifiestos, ni se prodigaba en actos. Las contadas ocasiones en las que acudía a la feria del libro madrileña o al Sant Jordi requería un espacio separado del resto por la avalancha de lectores que ansiaban obtener su firma. Esta distancia, probable fruto de una introspección, junto al arrollador éxito que arrastraba, fueron sin duda casa de envidias y recelos por parte de otros autores y personas pertenecientes al mundo de los libros, en el que se viven los mismos gozos y sombras que en el resto de mundos empresariales, donde son las personas y sus deseos profundos los que lo condicionan todo. Zafón era alguien “de fuera que había reventado el mercado, y ya se sabe que en muchas ocasiones el éxito se ve mal (sobre todo por parte de los que no lo poseen). Libro que se vende mucho, libro malo, se suele pensar, y a veces es así y a veces no. En el caso del éxito de Zafón, nada más lejos de la realidad. Posteriormente publicó la continuación de La Sombra, en tres novelas más, que en conjunto forman una tetralogía dedicada al cementerio de libros olvidados, o a una Barcelona imaginaria en la que un letraherido quisiera perderse el resto de sus días. Las novelas que siguen al gran éxito inicial son buenas, pero no tanto como la primera, cosa que suele suceder cuando pasa el tiempo y la sorpresa de lo visto por primera vez se diluye, pero en conjunto forman un cuerpo literario de primera división, encabezado por una novela que merece pasar a la historia de la literatura española y universal, que es todo un logro y que encandila a todo aquel que se haya atrevido a comenzarla.

El éxito de La sombra sirvió para que se reeditaran novelas de juventud del autor que fueron vendidas con éxito menor. Tres de ellas conforman la llamada trilogía de la niebla, y son muy recomendables, especialmente una, Marina, un fabuloso cuento con aires góticos que es un prodigio de narración, emoción, suspense y poder evocador. Sólo por Marina Zafón merecería muchos premios. Luego llegaría su éxito global. Se ha muerto el autor pronto, bastante sólo, sin recibir ninguno de los grandes premios de la literatura española. Y a buena fe que los merecía, porque el autor que logra aunar crítica y público es aquel que triunfa de verdad. Zafón ha hecho disfrutar a millones de lectores en todo el mundo y, a buen seguro, los ha creado nuevos. Sus obras no acabarán en ningún lugar olvidado, ojalá su recuerdo tampoco.

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